En América Latina la mujer es rezagada, violentada y asesinada, todo por ser mujer.

La cultura machista que como región nos envuelve, ha sido la base de infinidad de injusticias, delitos e impunidades alrededor del tema de la inequidad de género fundamentada en dichas ideas de superioridad del hombre y la asignación de roles sociales que determinan lo que un ser humano puede ser o hacer según su género. La mujer en este tema de los roles, por supuesto pertenece a aquél que no sale de su casa y nació para dar vida y servir, mientras que el hombre es proveedor debido a su mayor capacidad física y mental. Discursos como este, son pan de cada día en Latinoamérica y las consecuencias que romper este paradigma trae consigo, son lamentables.

Cuando una mujer en Latinoamérica decide salir y sumergirse en el mundo laboral, la primera barrera con la que se enfrenta es social, la gente a su alrededor murmura sobre si es una mala madre por preferir una vida profesional que cuidar a sus hijos, si su marido no puede mantenerla y por eso ella sale a buscar trabajo, pero nunca se murmura sobre la posible ansia y necesidad de esta mujer por realizarse profesional y personalmente, todo tiene una connotación negativa.

La siguiente barrera va en función de la justicia en el trabajo, primero, las mujeres no tienen la oportunidad de tomar cualquier empleo y muchos de los que solicitan, caen en el estereotipo de nuevo: servicios de limpieza, salones de belleza, cuidar niños o ancianos, este tipo de empleos buscan mujeres de cierta edad con ciertos requisitos; y ni hablar de los salarios, cuando una mujer desempeña el mismo trabajo que un hombre, no se toma en cuenta su desempeño ni su preparación académica, sino su género e inmediatamente su sueldo es menor.

Lo anterior es una esfera de las tantas en las que la mujer se encuentra rezagada, pero qué decir de la educación, la política, los cargos públicos. Este rezago es grave, pero es importante destacar que la región ha dado varios pasos en esta cuestión al punto en el que hay países como Argentina, Chile y Brasil que tienen como jefes de Estado, mujeres que han demostrado su liderazgo independientemente de su desempeño en el gobierno.

Sin embargo, existe otro asunto que parece ya tan cotidiano en el contexto latino, que pasamos por alto u olvidamos fácilmente: la violencia contra la mujer, probablemente el mejor ejemplo en la región es el tema de las desaparecidas y muertas de Ciudad Juárez, Chihuahua en México, este asunto ha dejado madres y padres desesperados por el regreso imposible de sus hijas, ha generado cifras alarmantes de muertes y violencia, pero poco ha dejado en la mente y los corazones de quienes no han sido directamente afectados. En el mismo caso, el feminicidio se ha visto presente, este brutal concepto que hace referencia al asesinato de la mujer simplemente por serlo, por supuesto esto trae consigo un sinfín de acciones previas que incluyen la violación y la tortura física y psicológica.

 La cultura machista llega a justificar estas acciones culpando a las víctimas de “provocar” con su vestimenta o de “exponerse” caminando solas por las noches. Todas y todos somos seres humanos, todos nacimos personas más allá de ser mujeres u hombres y es indispensable que los derechos y libertades nos pertenezcan a todos, que la equidad se refleje en cada esfera de la vida en la región, Latinoamérica necesita despertar y convertir los pequeños pasos en grandes acciones, en grandes conciencias hasta lograr la transformación que trascienda el género y vea por la humanidad misma.