El inicio de la campaña de Claudia Sheinbaum para alcanzar la presidencia de la república, este primero de marzo de 2024, en términos de música programada, estuvo enmarcada por dos piezas: la canción oficial de Morena (que nos retrotrae a la sensualidad juvenil de Luisa María Alcalde; “La Morena” del principio), y el Himno Nacional Mexicano, interpretado en esta ocasión, por fortuna, por la grabación oficial del mismo. Y en el medio de esta formalidad, mucha música espontánea, bailes y danzas de quienes arribaron al Zócalo viajando desde distintos estados de la república. Estas alegres manifestaciones son ya una tradición expresada en las marchas de la izquierda electoral desde hace decenios.

Esta música que acompañó a Sheinbaum es sólo la atmósfera que envolvió al evento, aunque no deje de ser contenido también. Se puede llegar a ella por cualquiera de las dos audiciones, como atmósfera o registrando los hilos de ejecución específica. Por decir, ver un mural de golpe (la atmósfera) u observar sus detalles (los hilos).

Esta floración se dio de manera espontánea en alto grado. Espontánea en cuanto a que las personas acuden al llamado del liderazgo de la izquierda electoral; no tan espontánea o ya preparada en el sentido de que se ha convertido en tradición festiva como parte de la lucha, de la protesta y la celebración.

Todo ello muy bien, espectacular. No obstante, la música de fondo, la nueva, el estreno, la esencial: como en una pieza orquestal un tema ya conocido que da pie a la transición de un nuevo tema, también sucedió el primero de marzo de 2024. Un tema que, según se confirmen las tendencias de las encuestas presidenciales, se convertirá en leitmotiv wagneriano (línea melódica o condición armónica que se repite ante la aparición de un personaje, una situación, una imagen, una idea) cada vez que aparezca públicamente Claudia Sheinbaum.

No sé si sea espontáneo o no, si fue pensado o no, pero ese cambio de tema esencial (que ha estado sonando desde hace algunos meses) es el siguiente y ha sido registrado y expresado por los simpatizantes de la izquierda electoral:

La transición de “¡Es un honor estar con Obrador!” a “¡Es un honor estar con Claudia hoy!”. Suena tan natural que difícilmente se cuestiona; a no ser por la oposición sangrienta, en el sentido de que Claudia no es más que una autómata de Andrés Manuel, a lo cual ella ha respondido de manera inteligente (como es su naturaleza).

Ese fue el verdadero canto, la verdadera música del primero de marzo de 2024: fue un gran coral. Una cantata con una magnífica solista y un coro excepcional. Pero más que un coro de ópera, el cuerpo de baile de un ballet. Por la siguiente razón: el corista de una ópera o una sinfonía (Mahler, Brahms, Haydn) puede equivocarse y no pasa nada, lo salva la masa coral, el grupo; en cambio, si una bailarina del cuerpo de baile (o bailarín) se tropieza, cae, rompe la línea, cambia de dirección y pierde el unísono, todo el público la ve pues arruina la geometría espacial: es atrapada en el error. Todo cuerpo de baile es solista dentro del unísono. Como quiera que sea, la responsabilidad de la conciencia debe imponerse siempre al corista ya sea vocal o danzante.

[Unísono coreográfico; variantes de espacio y de solistas; “Danza de los caballeros” del Romeo y Julieta de Sergéi Prokófiev:

De “un honor estar con Obrador” a “un honor estar con Claudia hoy”, existe continuidad, pero hay cambio. La sustitución de la persona (histórica) y el tiempo (hoy), dan sentido a esa transición.

Y en medio del coral, el texto, el argumento, el libreto de la cantata: las 100 propuestas para el próximo gobierno. Algunas continúan en relación al que será en el futuro próximo pasado reciente, otras se profundizan, unas más anuncian novedades.

Y como además de científica y política Claudia es artista (músico, bailarina de ballet y danza contemporánea), bien podríamos quedarnos en un plano meramente estético en esta comparación. Pero lo es todo, como se ha establecido en “El arte de Claudia Sheinbaum: política, científica y artista”.

Lo es todo porque hay convicción política con un bagaje de vida diverso. Mientras en la oposición violenta se proponen ritos paganos (o “cristianos”) de miedo y sangre, Sheinbaum habla, toca y baila con carácter, deja el corazón en cada movimiento. De ahí también el vigoroso, gallardo final que recuerda a López Obrador pero que anuncia a Claudia; que empodera al rito de la democracia:

Amo a mi patria

y amo a mi pueblo.

Somos pueblo.

Con el pueblo

y por el pueblo.

¡Vamos Pueblo!

P.d. Vigoroso final de la Sinfonía No. 8 de Gustav Mahler:

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo