Sí, efectivamente, todos –o casi todos– los sondeos de opinión apuntan inequívocamente hacia el triunfo de Claudia Sheinbaum el próximo 2 de junio. Con excepción de Massive Caller, cuya metodología deja bastantes dudas, la totalidad de las encuestas vaticinan el triunfo de Morena a la presidencia y a un buen número de gobiernos locales.

En realidad, si nos despojamos de cualquier tipo de preferencia personal, ningún analista serio podría predecir que Xóchitl Gálvez tiene probabilidades reales de ganar la presidencia.

Sin embargo, y a pesar de esta cómoda ventaja, Claudia Sheinbaum se pavonea como si el ejercicio democrático del 2 de junio fuese un simple “trámite”. El lunes pasado, la ex jefa de gobierno, en un acto de soberbia política, expresó ante el Consejo de Negocios que “faltaba el trámite del 2 de junio”.

Se trató de un acto que reflejó un profundo desprecio de Claudia hacia sus adversarios, y aun peor, hacia el proceso electoral. Bien confiada en las encuestas, la candidata se siente desde ahora en Palacio Nacional. ¿No deben ser los resultados de las urnas los que tendrán el veredicto final?

A la luz de los más recientes acontecimientos, la altivez de Claudia tiene precedente. El lector seguramente recordará cómo la morenista evitó en los debates mirar frontalmente a Xóchitl, refiriéndose a ella simplemente como la “candidata del PRIAN”.

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Estos episodios resultarían anecdóticos si no se se tratase, a reserva de lo que suceda ese domingo,  de la próxima presidente de México, y del hecho mismo de que millones de mexicanos no votarán por ella, y que deberá gobernar un país marcado por la polarización y la diversidad.

Algunas preguntas levantan ámpulas y generan desasosiego. ¿Gobernará Claudia con esa soberbia que todos le hemos visto? ¿Mirará a los mexicanos que no comparten su proyecto y que qué rechazan su proyecto de nación?

¿Ordenará la retirada de la bandera del Zócalo cuando exista una marcha de la oposición? ¿Dará continuidad a la nefasta campaña de polarización iniciada por su padre político?

Como he señalado, nada está escrito. Los mexicanos esperamos una jornada electoral ejemplar, donde un gran número de ciudadanos salgan a votar y participen en la edificación de un México más próspero y más justo. Veremos