Pocas cosas nos duelen más que saber que otra mujer es asesinada en nuestro país, y cuando se trata de una jovencita, casi una niña, el dolor y la indignación son inenarrables.

La tarde del pasado jueves 20 de abril Estefany Nahomi andaba en su bicicleta en calles de Tecolutla, Veracruz, cuando fue alcanzada por un compañero de escuela, quien la degolló.

Víctor Yael, nombre del feminicida, persiguió a la joven en una motocicleta en complicidad con su hermano hasta que la alcanzó y la mató.

Quienes conocen la historia dicen que el homicida, de tan solo 15 años de edad, pretendía a Fanny y ante la negativa de ella de acceder a su cortejo, decidió matarla.

El cuerpo sin vida de la chica, estudiante de secundaria quedó tendido en una calle del centro de la ciudad, muy cerca del palacio municipal. El asesino huyó sin que nadie lo detuviera.

Las autoridades del lugar tardaron más de tres horas en aparecer y levantar su cuerpo.

El feminicidio indignó a los habitantes del lugar turístico, ubicado a unas tres horas del puerto de Veracruz, y salieron a las calles a cerrar los accesos para presionar a las autoridades y que el asesino fuera detenido.

Fanny Nahomi es hoy una más de las víctimas de feminicidio que ocurre en el estado de Veracruz, que ocupa el tercer lugar a nivel nacional en comisión de este delito.

Pero hay un dato más.

En nuestro país observamos con asombro y con horror que la edad de los asesinos es cada vez menor, de tal forma que podemos hablar de niños o jóvenes de muy corta edad que matan a compañeros o amigos de forma artera, sin piedad.

Recordemos otro caso que nos estremeció, el de Norma Lizbeth, quien murió a causa de las lesiones que le produjo el ataque de una compañera de escuela en Teotihuacán, Estado de México.

La joven de 14 años fue agredida brutalmente a las afueras de la escuela donde ambas estudiaban, frente a la mirada y la burla de otros estudiantes del plantel, que lejos de frenar el ataque, lo grabaron y hasta motivaron a la asesina a que “le diera más fuerte”.

En ambos feminicidios los responsables, menores de edad, están bajo resguardo de las autoridades y esperamos que sean castigados y juzgados de acuerdo con lo terrible de sus actos.

Sin embargo, en ambos asesinatos hay cómplices: el hermano del homicida, en el caso de Estefany Nahomi, que acompañó al delincuente hasta degollar a la joven y en el caso de Norma Lizbeth no sabemos si los testigos que festejaron la agresión han sido detenidos. Deberían estar presos, pues son tan culpables por omisión como Aylin, la adolescente que la mató.

Estas historias de terror nos llevan a exigir a las autoridades tanto educativas como de todos los órdenes de gobierno, que se implementen medidas radicales para impedir que se esté gestando una generación de homicidas.

Los gobiernos, tanto locales como el federal, tienen como obligación formar jóvenes más apegados a los valores y más alejados del delito.

Y el principal valor que tenemos como seres humanos es el amor y respeto a la vida.

Es urgente trabajar en construir espacios de convivencia juvenil donde los estudiantes y sus familias tengan actividades lúdicas,culturales, deportivas que fomenten no solo la unión familiar, sino que se enfoquen en recuperar ese lado humanista que como sociedad estamos perdiendo.

Mi insistencia en construir espacios sanos, con perspectiva de género, requiere de gobiernos participativos e inclusivos donde la mujer sea verdaderamente libre y se escuchen cada una de las necesidades reales que se tienen para impedir que el delito siga en aumento.

En esta ocasión me atrevo a ir más allá.

Urge la participación de la sociedad civil, de la clase empresarial para trabajar en conjunto con todos los órdenes de gobierno y acabar con el tortuguismo burocrático que dilata la implementación de medidas radicales para rescatar a la juventud y enfocarla en el estudio, en el trabajo, en la convivencia y en la sana diversión.

No queremos ver más jovencitas morir a manos de quienes se supone, deberían estar a su lado en un marco de respeto y apoyo mutuo.

Por ellas y por nosotros, ya basta. Hay que actuar.