Los Cabos, Baja California Sur (BCS). La destrucción en su totalidad del servicio eléctrico, la falta de prevención ante desastres como el huracán Odile, la escasez de agua potable y alimentos, se convirtieron en elementos para el caos en el paradisiaco destino turístico de Los Cabos.

Con ráfagas de viento que alcanzaron 250 kilómetros por hora, los postes y cables de luz que conectaban a las dos ciudades principales del municipio, Cabo San Lucas y San José del Cabo, cayeron sin resistencia.

La Comisión Federal de Electricidad (CFE) informó los daños provocados por ¨Odile¨ a la red de Baja California Sur: 82% no tenía energía eléctrica. Desde el centro del país, vía marítima, llegaron 500 trabajadores de CFE con 100 unidades.

La paraestatal adelantó que la recuperación sería paulatina, sobre todo en Los Cabos donde se concentró la caída del sistema en su totalidad; no así en La Paz, capital del estado, en la que hasta ahora se ha restablecido cerca del 27%.

Para reactivar los pozos del Organismo Operador del Agua Potable de Los Cabos, así como iluminar las urbes de Los Cabos, se calculó en un mes para volver a la relativa normalidad.

Cuando todavía se contabilizaban a los damnificados, las pérdidas materiales de hospitales, escuelas y las principales cadenas comerciales, la desesperación de la gente comenzó a desbordarse.

La tarde del lunes 15 de septiembre, la zona centro de Cabo San Lucas inició algo nunca experimentado en fenómenos meteorológicos de esta índole: el saqueo de grandes consocios como Soriana, Waltmart, Oxxos, Tiendas Ley, entre otros.

El temor comenzó a incrementar cuando gente de colonias más pobres, por lo general, rebasó a la Policía Municipal de Los Cabos. En uno de los eventos de rapiña, dos policías enfrentaron a una turba de poco más de 100 personas.

En ciertos casos iban con machetes, navajas, algunos encapuchados, otros con armas de fuego, se enfrentaban en distintos puntos de la ciudad. Simplemente por meterse a la fila. Las fuerzas federales a cinco días de la contingencia eran insuficientes.

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Se robaron televisores plasmas, refrigeradores, reproductores de DVD, estéreos, todo era útil para las familias. Niños cargaban cartones de cerveza, golosinas. Amas de casas surtieron sus carritos con despensa que, por cierto, una botella de agua alcanzó hasta 70 pesos.

Las colas para cargar gasolina también se alargaban por cuadras. Las despachadores decidieron vender 200 pesos a cada ciudadano. Unos duraron hasta más de ocho horas. El servicio bancario se vio afectado del mismo modo.

Los hoteles fueron devastados por Odile. La zona turística pegada a la costa, dejó ver las debilidades de la infraestructura. Techos volaron, vidrios rotos y miles de extranjeros resguardados. Sin embargo, el Gobierno Federal ya prepara créditos de 50 a 500 millones de pesos para reactivar la zona.

Más de 10 vuelos internacionales se han cancelado en el Aeropuerto de Los Cabos; 30 mil turistas quedaron varados.

Las prioridades para el Gobierno de Baja California Sur y la administración de Enrique Peña Nieto, han comunicado ambas autoridades, se centraron en ofrecer agua, alimentación, electricidad, salud y seguridad.

Hasta el momento, no se habla de muertos por el siniestro en Los Cabos; únicamente en Santa Rosalía, al norte de Baja California Sur, murió un ejecutivo coreano de Minera y Metalúrgica El Boleo.