Los informados o interesados en la política están muy atentos a los debates de candidatos. Minoría que no es intrascendente, pero electoralmente con poco impacto inmediato en las intenciones de voto. La mayoría de los observadores vio ganar a Xóchitl frente a Claudia. Las opiniones favorables crecen e impacta a muchos que no vieron el debate. Es consenso que Xóchitl mejoró y que Claudia fue consistente en su defensa de López Obrador como respuesta al reproche que encaró desde casa en el primer encuentro.

Jorge Álvarez Máynez fue clara y calculadamente funcional a la causa del régimen. Tres hechos lo muestran: primero, su mención respetuosa a la candidata de Morena y su trato despectivo a Xóchitl; segundo, la referencia con nombre a los gobiernos de Peña Nieto y Felipe Calderón, no así al actual presidente. Tercero, para él malos gobiernos los de Guanajuato y Chihuahua, no así Zacatecas, Campeche, Guerrero, Morelos, Michoacán, Veracruz, Chiapas y muchos otros gobernador por Morena. Máynez mejoró no por sus propuestas ni por su objetivo focalizado, sino porque cumplió bien con el cometido de su líder nacional, Dante Delgado y de su patrocinador, Samuel García de jugarla de esquirol de la oposición; sin duda, lo hizo mejor que en el primer debate.

Un saldo positivo del segundo debate es que una parte de los observadores regresa a la tesis de incertidumbre en el resultado de la elección. Empiezan a ver que las encuestas no registran la realidad de la contienda porque, como hemos dicho desde hace meses, no dan cuenta de una parte de la población, la mitad en encuestas presenciales, que no responden por miedo a perder el beneficio monetario de los programas sociales, por descontento, desconfianza y por desinterés. A más de un mes los encuestadores pierden credibilidad sobre la confiabilidad de sus resultados. No será día de campo para Morena.

El resultado de la elección es incierto porque siempre ha sido así, no por el segundo debate y así se llegará a la elección. No hay manera de anticipar el resultado. Es válido asumir que la pluralidad regresará al Congreso si los votantes salen a sufragar, particularmente en las zonas urbanas densamente pobladas. De la misma forma es pensable y posible la alternancia en la presidencia de la República si el voto local se proyecta a lo nacional. Es decir, los protagonistas de la elección no son los candidatos, los partidos, ni siquiera López Obrador, sino los ciudadanos.

Que lo local se proyecte en lo nacional parte de la dinámica de las elecciones de ayuntamientos y de las de ejecutivo local en las nueve entidades con esos comicios. Lo nacional beneficia a Claudia Sheinbaum, por eso su mensaje de cierre de votar parejo. Por su parte, Xóchitl debe emprender una estrategia regionalizada para beneficiarse de la competencia local; además, la bala de plata discursiva que debe utilizar es la impunidad.

Efectivamente, el dilema que enfrentará el elector es la impunidad o la rendición de cuentas. La reforma constitucional del régimen, de clara factura autocrática llevaría a la impunidad, sin un Congreso que cumpliera con su tarea de contrapeso al excluir en su integración a la pluralidad, con una Corte sometida al presidente, con un Poder Judicial Federal politizado a favor del gobierno, con la continuidad de los abrazos a los delincuentes y con la falsa tesis de que la pobreza es el origen de la criminalidad. La impunidad es la causa originaria de los grandes problemas nacionales de siempre y de ahora. La bala de plata da en la línea de flote del barco obradorista, así sea la corrupción, la inseguridad y la violencia o el abuso del poder.

El segundo debate despertó el optimismo opositor y también de quienes preocupa el curso autoritario del país. Es previsible que ante el escenario de incertidumbre el presidente López Obrador habrá de acentuar su interferencia en la elección en los términos y el abuso propio de la elección de Estado, así como dejar que los criminales sigan imponiéndose en amplias zonas del país.

La secuela del segundo debate también puede ser trampa para la oposición en el sentido de perder claridad de que se está ante una elección ilegal por la inseguridad, el intervencionismo del presidente y los suyos, evidente en el financiamiento irregular ante una autoridad electoral debilitada. Unos y otros convalidan la normalidad de la anormalidad.