En 1999, cuando Yulia Gorina -antes Yulia Moissenko - tenía apenas 4 años, viajaba en tren junto a su padre cuando en algún punto del trayecto entre Minsk y Asipovichy (Bielorusia), ella desapareció sin dejar rastro mientras él tomaba una siesta.

Por supuesto, su padre la buscó con locura, pero la niña no estaba en ningún lugar del tren, ni en ese momento ni en los siguientes días, cuanto él y su esposa Lyudmila Moissenko, se dieron a la tarea de realizar todos los viajes posibles para preguntar a los pasajeros por la pequeña y buscar en el camino, pero no hubo resultados.

Moissenko afirma haber buscado en cada rincón posible sin hallar siquiera una pista del paradero de su hija, a la que no dejaron de esperar, a pesar de que incluso fueron investigados por supuestamente haberla asesinado. Dicha acusación fue desestimada y quedó en el olvido por falta de pruebas.

Hoy, después de 20 años, la familia volvió a reunirse gracias a que la joven encontró la forma de ponerse en contacto con sus padres biológicos con quienes se hizo una prueba de ADN para comprobar el parentesco. Durante las ultimas dos décadas, Yulia había vivido en Ryazan, Rusia, a 800 kilómetros de sus padres sin que nadie pueda explicar aún cómo llegó hasta allá.

Por razones obvias, la joven que ahora es madre fue interrogada por la policía que intenta reconstruir los hechos para descartar un posible secuestro por parte de los padres adoptivos de Yulia o algún otra acto delictivo. Sin embargo, ella asegura que sólo tiene un vago recuerdo de una pareja junto a ella en un tren, pero no señala que sean los mismos que la criaron.

Tras años de preguntarse sobre su historia y el paradero de su familia biológica, Yulia le contó todo a su novio. Él se puso a indagar en Internet y encontró registro del caso ya que en 2017 la investigación se había vuelto a abrir.