Irreverente

Les platico:

De niño tenía un lugar donde pensaba cosas importantes.

Le llamaba “mi fuerte” pero no era más que la pared más vetusta de la vetusta casa donde viví mis segundos años.

Sí, mis segundos, porque los primeros fueron en otra casa, y los ante primeros en otra y los ante ante anteriores en una que fue la más chiquita de todas.

A un cuarto que servía como dormitorio, baño, sala, comedor, patio, traspatio y cocina, mis papás le llamaban casa.

Ahora les dicen “lofts” pero antes eran casas.

“Mi fuerte” estaba en el traspatio de donde pasé mis segundos años.

Recargado en la pared de “mi fuerte” leí a hurtadillas el primer libro que convulsionó mi vida: “Demian”, de Hermann Hesse.

Mi abuela había proclamado que no tenía edad aún para leer ese tratado de la adolescencia evolutiva, apenas me vio llegar a la casa con “Demian” bajo el brazo.

Leyéndolo a escondidas aprendí a desconfiar de los adultos, acción de supervivencia para el conato de púber que era cuando lo descubrí en la biblioteca “La Ciudadela” del Centro de Monterrey, donde lo hojee por primera vez.

Me cimbró tanto que después de dos meses de estar juntando lo que costaba, lo compré y lo llevé conmigo a la casa.

[object Object]

El robo

Hace unos días, a la irreverente de mi Gaby y a mí nos robaron todo lo que almacenábamos en una bodega donde teníamos el menaje de un cambio de casa.

Descubrimos que los ladrones eran unos ignorantes, porque lo único que no se llevaron fueron los libros de ella y los míos.

Bueno, tampoco se llevaron mis discos de acetato, aunque los encontramos muy maltratados y la tornamesa Garrard hecha pedazos.

A mi Gaby le brotan las lágrimas cuando su memoria hace inventario de lo que guardaba en esa bodega.

Cosas de sus años en sus otras vidas y de la suya ya conmigo, también.

Yo también lloro, pero quedito, porque para alejarla de tan mala experiencia, le digo que cuando nos roban todo es como si se podara un árbol, un arbusto o una planta.

Estamos en medio del doloroso proceso de un duelo

Ver nuestras pertenencias robadas, tiradas, destrozadas y revueltas, es un ultraje que lastima.

Y aunque esto sucede en todos lados, todos los días, en México cobra una dimensión especial por lo que ya sabemos.

Adolorida por lo que los ignorantes ladrones se llevaron, me dice que va a investigar, no para tratar de recuperar lo que nos quitaron; solo quiere saber quiénes fueron, pues sospecha que fueron policías.

Y entonces le digo: ya nos robaron cosas y recuerdos, no dejes que se roben también nuestro tiempo.

Volviendo a “Demian“

Nunca había visto tantos colores en un libro escrito en blanco y negro… y sin ilustraciones.

Eso ha sido “Demian” para mí.

Un libro que me ayudó a encontrar los colores en la vida en blanco y negro que llevaba.

Ahí en mi muro de la vetusta casa donde lo leí, una de las cosas importantes en que pensaba era que yo debía crear algo o rendirme a lo creado por alguien más.

Así, sin razonar ni comparar, solo crear. Ese sería mi sino.

[object Object]

Consejos para este día?

No me atrevo. Mmmm, a ver, qué tal si les detono estos?

  • Besa solo a quien creas que te pueda hacer cambiar.
  • Enamórate de quien te prepare todas las mañanas tu cepillo de dientes.
  • Piérdete con tu pareja y encuéntrense juntos.

Por cierto:

Gaby se divierte cuando se extravía. Y yo me divierto también con ella en esos y muchos otros momentos más.

Es delicioso perderse seguido con quien uno ama

AHORA, UNA CONFESIÓN:

Yo que me la paso haciendo preguntas, a veces no estoy para respuestas; a veces lo único que necesito es que me abrace y que se deje abrazar.

Hay solo una vida. No creo que haya más allá después de la muerte

La vida es una cosa grande y pequeña a la vez; terrible y al mismo tiempo, grandiosa; breve, fugaz y al unísono, eterna; y nadie vive por siempre, aunque juremos y nos juren amor eterno.

[object Object]

Finalmente...

…Aunque a menudo hago planes, trascendente no tengo ninguno.

Bueno, sí tengo uno: hacer reír a mi esposa.

Epílogo

No encontré a “Demian” entre mis libros rescatados de la bodega robada.

A lo mejor los ladrones no eran tan ignorantes como creía

PD: Cuando me muera le voy a dejar una carta a mi Gaby con solo este mensaje:

Amor, no importa si no me recuerdas. Fuiste mi vida entera. Ahora soy un capítulo en la tuya. En todo lo que hagas, crea, no importa lo que hagas, crea…

CAJÓN DEL SASTRE DE PANAMÁ.

“Al igual que a Wicha y a Luis Padua, me encanta cuando escribes así. Feliz Día del Amor… y también de la Amistad”, remata la irreverente de mi Gaby.