Dos estudios

Publicó Federico Arreola el sábado 10 de diciembre una sugestiva columna sobre ”Los mejores himnos nacionales en Qatar 2022″. Consideración a partir de selecciones hechas por los periódicos The Telegraph (listas de mejores y peores himnos), The Guardian, The Economist, su propia apreciación personal y, sobre todo, del estudio realizado por el musicólogo estadounidense Alisun Pawley y el psicólogo alemán Daniel Müllensiefen. No encontré mucha información en torno a estos, mas se percibe que son personas relacionadas con el análisis de la música desde sus respectivas disciplinas y que fueron contratados para realizar un estudio comparativo sobre seis himnos nacionales –Gran Bretaña, Francia, Alemania, Estados Unidos, Canadá y Australia-, del cual Arreola cita sus conclusiones: “‘La Marsellesa’, de Francia, es el himno más fácil de cantar, mientras que el ‘God Save the Queen’ británico es el más difícil de interpretar”. Las dos únicas razones que proporcionan son lo “pegajoso” de la melodía y el esfuerzo mayor o menor que esta requiere para cantarse. No obstante, el artículo cita que analizaron 30 variables. Y Arreola anota en su texto: “Preguntaré al tenor Héctor Palacio, colaborador de SDPNoticias, si está de acuerdo con tales juicios... Y ojalá nos explique cuáles son esas 30 variables, que me parecen demasiadas”.

Antes de responder, revisé la nota sobre el estudio previo de los autores “We Are The Champions’ de Queen, la canción más pegadiza” (La Información; 03-10-11; la nota sobre el estudio de los himnos es del 26-01-12), para conocer poco más de sus criterios de análisis y selección. Análisis respaldado por instituciones reconocidas -Universidad de Londres, Universidad Goldsmith y Universidad de Nueva York-, “monitorizó a miles de personas mientras escuchaban y cantaban otros tantos miles de canciones”. El reporte final se centra en 10 canciones:

“La canción más pegadiza y, por tanto, la más susceptible de ser cantada a la vez que suena por la gente es ‘We Are The Champions de Queen’, un clásico de 1977 que se ha impuesto a otro himno: ‘Y.M.C.A.’, de los Village People… Se sitúa en tercera posición ‘Fat Lip’ de Sum 41, seguida de ‘The Final Countdown’ de Europe; ‘Monster’ de The Automatic; ‘Ruby’ de The Kaiser Chiefs; ‘I’m Always Here’ de Jimi Jamison; ‘Brown Eyed Girl’ de Van Morrison; ‘Teenage Dirtbag’ de Wheatus; y, finalmente, ‘Livin’ on a Prayer de Bon Jovi’”.

O he vivido en otro mundo o estoy fuera de la realidad. Porque, salvo las primaras dos, sólo reconozco la melodía introductoria de ‘The Final Countdown’; otras me resultan muy vagas. Parte de la explicación es que esas piezas están subsumidas a la música rock y pop del mundo anglosajón entre 1970 y 1990, como se ve. No sabemos si entre las miles analizaron alguna mexicana; aunque haya “perdido”.

Lo importante ha sido encontrar cuatro criterios para complementar a los dos primeros ofrecidos sobre los himnos; enumero yo, pero cito literal: 1. El aire que tome el cantante para cantar los versos de la canción, cuanto más largo sea el tiempo que sostenga las palabras, más fácil es que nosotros cantemos con él. 2. El número de sonidos que se introduzcan en el coro. Cuanto mayor sea el número de sonidos y matices, más pegadiza será la canción. 3. las canciones con voces agudas de hombre y grandes esfuerzos vocales, pues indicarían grandes dosis de energía y de propósito. 4. El sexo del vocalista. Acompañar al cantante puede ser, según los psicólogos, una especie de grito de guerra subconsciente, por lo que cantar junto a él podría despertar una parte tribal de nuestro ser humano primitivo o tribal. Afirman que, inconscientemente, siempre buscamos a un hombre para dirigirnos en una batalla, por lo que podría ser un reflejo instintivo el seguir las canciones cantadas por hombres.

En realidad, los dos primeros puntos están dentro de los cuatro; es decir, de las 30 variantes sólo se dan a conocer esas pocas. Trataré de ampliar la lista porque, desde que leí a Arreola, comencé a formularla; igual a él, pensé que eran muchas.

Variantes para valorar un himno

1. Letra del himno (la poética).

2. Melodía (pegajosa o pegadiza).

3. Ritmo.

4. Orquestación; su calidad.

5. Coros; si tiene o no.

6. Matices: piano, mezzoforte, forte, fortissimo.

7. Tonalidad dominante.

8. Modulaciones de tonalidad o no.

9. Influencias del compositor.

10. Estilo o género; marcha, melodía simple, aire popular antiguo…

11. Época en que se escribió la música; ya sea siglo XX o XIX, acaso anterior o proviene de algún “aire”, algún canto popular antiguo.

12. Registro o rango vocal; entre más amplio, más difícil.

13. Versiones oficiales; nivel de calidad.

14. Versiones no oficiales.

15. Interpretación con arreglo coral.

16. Estética de la composición.

17. Interpretación con solista popular.

18. Interpretación con solista clásico.

19. Interpretación del pueblo; cómo lo interpreta.

20. Contexto histórico en que surgió y su significado.

21. Nivel de identidad presente del pueblo con su himno.

22. Entrenamiento musical del pueblo.

23. Recepción en otros países; si gusta o no.

24. Versiones históricas; diversas grabaciones.

Tal vez escapen algunos criterios o variantes, pero ahí hay suficientes para una valoración. Supongo que en el análisis de los himnos, como en el caso de las canciones populares, la gente al mando de Pawley y Müllensiefen sometió a un determinado número de personas a escuchar los himnos considerados.

Ahora bien, de acuerdo a mi perspectiva, lo que da significado mayor o menor a un himno es su grado de identidad, de vínculo sentimental o emocional con su pueblo, con su historia, con sus símbolos pasados y presentes. Esa es la prueba mayor antes que cualquiera de los 20 previos criterios aquí establecidos. Y es así porque de ello dependerá su interpretación a nivel popular, que es lo fundamental.

Por otra parte, la facilidad o dificultad para cantar tal o cual himno, exceptuando el canto en masa, depende del entrenamiento musical y vocal de las personas dentro de una sociedad determinada. Ya volveremos a esto hacia el final en el caso de México. Así, el resultado de los seis himnos analizados es relativo. Theodor Adorno ha reflexionado sobre este fenómeno al analizar los tipos de oyente o escucha musical; desde el ideal con magnífica formación musical hasta el que oye por mero entretenimiento, sin conciencia de lo que consume.

Otras preguntas de Arreola

P: “Excluyendo al himno mexicano, que sin duda es el mejor de todos, yo declararía un empate como el más emotivo himno del mundo entre La marsellesa y el de Rusia. Detesto lo que hace Putin, pero su himno —que ignoró si era el de la Unión Soviética— es bellísimo… Preguntaré a Palacio cuál prefiere. Y si, ya sé que Rusia no participa en Qatar 2022, ¿y qué con eso? Su himno vale la pena”.

R: El himno ruso actual es el mismo que el de la Unión Soviética; es decir, misma música pero diferente letra. Se eliminaron las referencias al régimen soviético. Y seguro le gusta a muchos porque ese país tiene una gran tradición musical y tiene también lo que llaman “una profunda alma rusa”, que se manifiesta en sus poetas, escritores, músicos y artistas en general.

P: “Curioso el caso de Colombia cuyo himno aparece entre los mejores y los peores del mundo. Preguntaré al experto Héctor Palacio cómo ha sido esto posible”.

R: La música del himno colombiano es de un italiano y la letra de un nacional; no me parece una melodía pegadiza o pegajosa en particular, nada característica. Quizá por ello puede estar en dos listas, la mejor y la peor. Acaso dependa de quién analice y con qué criterio. No hay que excluir el importante dato de que casi todos los himnos latinoamericanos provienen del siglo XIX. Por tanto, recibieron la influencia de la música dominante en ese tiempo, la italiana, en particular la operística. Así, cuando el himno es anterior a 1850 se escucha la absoluta influencia de Rossini, como en los casos del brasileño y el argentino. Si es posterior a ese año –como el mexicano o colombiano- es más probable la influencia de Verdi (muy interesante la cantata Himno de las naciones, compuesta por Verdi para la Exposición Universal de 1862, en que integra en una obra de 13 minutos, los himnos de Inglaterra, Francia e Italia en versión francamente operística). Raro sería escuchar un himno latinoamericano con ascendencia wagneriana, y mucho más, de la música clásica contemporánea.

Entonces, cuando la música nacional toma significado popular se escucha bella. En el caso de Colombia, el día en que Gustavo Petro tomó posesión de su gobierno el pueblo sintió en lo profundo su significado y así lo cantó; una liberación después de decenios sin democracia:

En el caso del himno de Estados Unidos, por contraste, además de ser uno de los más complejos de cantar porque se trata de una melodía simple, sencilla, con acompañamiento sutil que deja expuesta la voz, tiene la problemática de que su mensaje es contradictorio. Sentido para los estadounidenses y odiado por muchos millones en el mundo, por la política imperial ejercida por ese país; no obstante que en su origen ese himno de las barras y las estrellas es un aire antiguo originado del lado de las 13 Estados originales.

Himno Mexicano

Algo semejante ha sucedido con el himno mexicano. Durante decenios, con el PRI o el PAN en el gobierno, perdió sentido para millones. En la escuela, los niños y adolescentes hacían bromas con la letra. O piensen en la invocación de “mexicanos al grito de guerra” durante la guerra de Calderón. ¿Cómo atender a un llamado de los políticos corruptos al mando del país? No había sentido de orgullo, sentimiento de identidad. Por ello propuse incluso en algún momento sustituir al himno por el Toque de Bandera.

Sin embargo, creo que después de la elección de 2018 el himno nacional se ha reconciliado con el pueblo o al revés; ya se canta y se siente diferente.

Después de dar su lista de himnos preferidos, hacia el final de su texto, Arreola hace un apunte personal “En fin, ojalá en nuestras escuelas los maestros y las maestras motiven a niños y niñas con facultades para el deporte diciéndoles que canten todo lo fuerte que puedan el himno nacional de México porque algún día estarán en las olimpiadas o en una copa del mundo y conviene prepararse para los momentos solemnes como el arranque de los partidos o recibir la medalla de oro”.

Tiene razón, su petición es urgente. No sólo por los potenciales deportistas, por toda la población. Ya es cosa de broma y ridiculez el que la mayoría de los intérpretes del himno mexicano en los eventos públicos lo hagan muy mal. Y no sólo olvidan o cambian la letra, sobre todo, pierden la entonación. Muy desafinados. Asimismo deportistas y políticos. Es impresionante y grotesco la manera en que “afinan”; es vergonzoso. Incluso algunos cantantes de formación operística lo interpretan de manera reprobable. La versión oficial del himno nacional de 2011, ¡está desafinada! Aunque parezca increíble, la mejor “rendición”, como dicen los gringos, de un cantante operístico que haya escuchado es la grabada “clandestinamente” a Plácido Domingo.

El mexicano es un himno no tan simple de cantar. Por su ritmo estricto de marcha, su rango vocal que compromete el pasaje de la voz y los matices de la letra en ciertos pasajes. Es un llamado a la guerra pero no llega al grado de furor de “La Marsellesa”. Y eso se manifiesta en la melodía y el ritmo más sutiles en pasajes como “Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva”, que se tendría que interpretar de manera sutil y con “legato” dentro del ritmo estricto. Algo contradictorio: una marcha sutil. Esto hace necesario, obligado, antes que el estudio del himno nacional, el estudio de la música desde el nivel escolar básico. Sobre todo la música coral, como se hace en Rusia, Estados Unidos y muchos países europeos, donde cualquier ciudadano promedio canta sin dificultad de afinación sus respectivos himnos; así sea en falsete o tarareando. Tienen formación musical temprana y disciplinada a nivel formativo.

No responderé por ahora sobre mi lista de himnos preferidos. La verdad no soy dado a ellos. A raíz de escuchar las terribles versiones del himno mexicano, lo he estudiado durante la pandemia; ya veremos si llego a cantarlo. El único himno que he interpretado en público es el italiano, en Nueva York, durante la entrega de un premio a un empresario operístico ítalo-americano, en uno de los salones del célebre Hotel Plaza.

Aquí, Mario del Mónaco canta el himno italiano “Il Canto degli Italiani”, de Goffredo Mameli compuesto en 1847:

Por el momento me despido con la canción ganadora del primer estudio de Pawley y Müllensiefen. Porque coincide con mi gusto por Queen y Freddie Mercury. Aquí está, “We are the Champions” en vivo; una de las mejores interpretaciones de Mercury en 1985, en el estadio de Wembley:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo