IRREVERENTE

Les platico: desafiar a las leyes del mercado es portentoso y desastroso.

Eso de crear una empresa para abaratar el precio del gas LP es digno de un estudio antropológico.

Además, el nombre que el presidente quiere darle a la empresa que opondrá a las fuerzas del mercado, ya está registrado en sus dos principales modalidades y pertenece a una gasera del sureste mexicano.

Rodolfo Lau Siemers registró el pasado 5 de julio ante el INPI, las marcas Gas Bienestar y Gas del Bienestar.

Con eso, a ver qué nombre le ponen en la 4T al bodrio mediante el cual quieren bajar a huevo el precio del combustible.

Hay otras fallas en el anuncio presidencial.

Los grandes jugadores del gas LP no son los que llevan el producto al último consumidor.

En esta industria -igual que en la telefonía y en la fibra óptica- hay lo que se conoce como “última milla”.

Es el tramo del negocio que permite llevar el producto o servicio al último consumidor.

Y sucede que los cinco grandes gaseros de México no son lo que se ocupan de eso.

Ellos lo compran a los grandes países productores -EU principalmente- luego se lo venden a los distribuidores y éstos a los responsables de mercadearlo casa por casa o negocio por negocio.

La crítica del presidente hacia los “oligarcas” del gas; la acción contra los “usurpadores” del producto, están muy mal dirigidas.

JODERÁ A LOS MÁS POBRES DE LA CADENA DE SUMINISTRO

Si se sale con la suya y hace que la empresa “Gas Bienestar” -o como diablos se vaya a llamar por lo que les platiqué antes- el gas se venda abajo de los precios internacionales del mercado, le va a dar en la madre al eslabón más débil de la cadena de suministro.

No va a tocar ni con el pétalo de un arancel a los cinco grandes jugadores. Ni siquiera les va a hacer cosquillas a los distribuidores.

En cambio, va a martillear el último clavo en el ataúd de los que se encargan de la “última milla”, o sea, de los dueños de micro empresas que venden los cilindros a los consumidores domésticos.

Por qué esto? Porque “Gas Bienestar” o como se llame, va a hacerles la competencia a los más jodidos de la industria o los va a obligar a vender el producto a menos de lo que a ellos les cuesta.

Por la sencilla razón de que si los importadores pagan a $17 el kilo del gas LP a los grandes productores; lo venden en $18.50 a los distribuidores y éstos a $20 a los de la “última milla” para que el consumidor lo compre a $23 (precio actual en NL), va a ser imposible que por “decreto ideológico republicano” se venda ese mismo kilo abajo del precio de referencia.

Todo esto, a menos -claro- de que se cumpla otra de las amenazas vertidas por el presidente: subsidiar el precio del producto al más puro estilo del gobierno de Luis Echeverría de 1970 a 1976.

Esta sola acción generaría un daño de dimensiones inimaginables a la economía nacional.

Sería como un viaje al pasado, ese al que el presidente le gusta culpar tanto de sus desatinos del presente.

Pero como ni AMLO ni sus colaboradores le saben a la economía de mercado, es de esperarse que se cumpla tal despropósito electorero, porque lo que cuenta hoy para ellos es apisonar el camino con rumbo a los únicos dos eventos que les interesan: la consulta para que el pueblo decida sobre la revocación de mandato (marzo 2022) y las elecciones del 2024.

CAJÓN DE SASTRE

“No le hace que México se hunda, ellos quieren conservar el poder de las ruinas de país que queden para entonces”, dice la irreverente de mi Gaby.