Al menos una facción de las muchas que se disputan el poder en EU ha admitido que las políticas económicas de las últimas 3 décadas ya no dan para más.

Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, prácticamente acaba de admitir el fracaso de las últimas 4 décadas de neoliberalismo en su país, además del demencial y excepcionalista “orden internacional basado en reglas(sic)”, qué ni es orden, ni es internacional, ni tiene reglas definidas.

Se trata de un engendro ideológico llamado “Nuevo Consenso de Washington”, que posiblemente busca reactivar la maltrecha, casi inexistente, capacidad industrial nativa estadounidense para prepararse para afrontar los delirios de un posible conflicto entre “grandes poderes” a dos frentes: Rusia en Europa y China en Asia.

En un discurso ante el think tank Brookings Institution, Sullivan admitió lo que a estas alturas es más que evidente evidente para 7 mil millones de personas en el mundo que habitamos fuera de la órbita de EU, OTAN y súbditos: que el “mercado” no distribuye el capital en modo “óptimo”; que la “liberalización” del comercio no debe ser buscada “nada más porque sí”; que privilegiar el financierismo sobre la economía “real” fue un error y que la “integración económica no produce un alineamiento en el resto de los valores entre naciones”.

Dirían por ahí, en el idioma de Sullivan y Joe Biden: “too little, too late” (demasiado poco, demasiado tarde). Las obviedades que compartió Sullivan y que pueden leerse en la propia página de la Casa Blanca suenan a los funerales de un sistema de “gobernanza” fracasado, saqueador y corrupto que será relegado al basurero de la historia junto con otros sistemas odiosos y barbáricos tales cómo la esclavitud y el vasallaje.

Sin embargo, esto no se trata de un “New Deal”, o alguna política de las que pasan por “progresistas” en un país tan reaccionario como EU, sino de un intento desesperado de tomar el control de una economía ficticia para convertirla en una economía “real” capaz de volver a convertirse de nueva cuenta en lo que hace 8 décadas fue el autoproclamado “arsenal de la democracia”. No lo lograrán, pero la consecuencia de este peligroso juego “al límite” puede ser una guerra nuclear que todos los seres sobre la tierra terminaríamos pagando.