No, no es un tema banal ni superfluo. Se trata, por el contrario, de una situación dramática. A lo largo de las últimas semanas la Suprema Corte de Justicia de la Nación, léase, el máximo tribunal jurisdiccional del país, responsable de garantizar el respeto de la Constitución, ha sido víctima de ataques reiterados en las calles, en los medios de comunicación, en las redes social, y desde luego, en las mañaneras.

Hace unos días vimos una “protesta” en contra de la Corte donde unos individuos seguramente impresentables llevaban sobre sus hombros un féretro con las siglas de la Corte. Semanas atrás, un grupo de manifestantes abrasaron una imagen de la ministra Piña en el Zócalo de la Ciudad de México.

Huelga recordar que estos ataques contra Piña, los ministros y contra la Suprema Corte en tanto que institución han sido promovidos por AMLO y por sus corifeos, en una intentona perversa dirigida a socavar la credibilidad del Poder Judicial. Personajes como Epigmenio Ibarra y otros propagandistas oficiales del régimen lopezobradorista no han escatimado recursos discursivos para buscar pintar a la Corte como una institución de “élite” lejana al interés general y cercana a la mafia del poder.

Esta embestida se ha recrudecido tras el varapalo infligido a AMLO y a los suyos con la decisión de echar para abajo el Plan B de la reforma electoral y tras haber declarado la inconstitucionalidad del traspaso de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional. Sumado a ello, el Tribunal declaró hace unos días la invalidez del Acuerdo que estipulaba que las obras del presidente debían ser consideradas de seguridad nacional.

Lo que AMLO y los suyos hacen, a todas luces, es buscar mermar la legitimidad pública de la Suprema Corte. No se trata, empero, de un recurso nuevo ni original, sino de una vieja estratagema autoritaria implementada por líderes carismáticos para minar la confianza en las instituciones y destruir la cultura de la legalidad.

Como he señalado en otros textos, AMLO sigue a la letra el manual del populismo latinoamericano. Desafortunadamente le viene como “anillo al dedo” en un país con una crisis educativa que no ha sido capaz de forjar una masa crítica de ciudadanos. Ello ha hecho posible el éxito de la narrativa tramposa del presidente y de un discurso orientado – no en los hechos- al mejoramiento de la calidad de vida de los más desfavorecidos.

¿Por qué quieren AMLO y el régimen destruir la cultura de la legalidad y el orden constitucional? Sencillo. Porque las leyes y el derecho vigente son un obstáculo para la consolidación de un régimen que desdeña abiertamente la democracia, la división de poderes y las normas que rigen nuestra convivencia social.

México debe mostrar su apoyo a la Corte en las calles, y sobre todo, en las urnas. Las elecciones en el Estado de México son el siguiente paso, y los mexiquenses tienen frente a sí un importante deber ciudadano.