Pero no amigos lectores, no crean que ya la ví y que por eso escribo de la película en mi columna.

Es que me llama poderosamente la atención como genera polémica y conversación el tema del color de piel del personaje de la nueva versión de La Sirenita.

Cómo es posible, en este siglo y en estos tiempos, que siga siendo importante para muchos el color de piel de otros.

Cómo es posible que todavía haya supremacía de los que tiene color de piel blanca sobre los que tienen color de piel morena.

¿De dónde viene este rechazo e animadversión por lo que tenga que ver con la tonalidad de la piel? Yo sé que podrán decirme que es ancestral, pero creo que también este nuevo discurso de las tonalidades de piel pse ha adherido más a las personas desde el odio que el presidente le tiene a los españoles y su colonización. Aunque no me lo crean yo insisto que lo que dice el `residente repercute en el ánimo de las personas y tiene su impacto.

Por eso ahí tienen a un Tenoch Huerta pobreteándose por ser moreno. Un discurso que ha aplicado tantas veces que hasta por eso lo conozco y nada más. No sé si actúa bien o no. O si es una buena persona o no, pero que por su color de piel asegure que es una víctima, pues me parece bastante cuento y bastante drama.

Me parece que estar llegando a cumplir los cincuenta años me ha hecho ser bastante intolerante.

Pero no me desquicia el tema de si está bien o mal que el personaje de La Sirenita tenga color de piel obscuro.

Me resulta intolerable que haya gente que se detenga a hablar del tema, asegurando que no irán a ver la película porque La Sirenita es morena.

¡Háganme el favor!

Pero también en una comida que tuve en días pasados se puso sobre la mesa el tema de la homosexualidad. La mayoría de los ahí presentes condenando que hombres y mujeres decidieran amar a alguien de su propio sexo, y no solo eso, tocaron el tema además, de los cuerpos obesos, recalcando su repudio por ellos.

La verdad es que les tengo que confesar que ya, con un par de copas de vino encima, exploté y les dije a todos los presentes (he de contarles que era la primera vez que los conocía) que me parecía una pérdida de tiempo estar juzgando las decisiones y vidas de otras personas. Les hice saber también que si sus hijos o hijas adolescentes decidían amar a alguien de su mismo sexo, las puertas de mi casa estarían abiertas siempre para ellos.

Les hice saber también que hablar de los cuerpos de otros es un atropello. Porque nadie, absolutamente nadie tenemos el derecho de hablar del cuerpo de otro.

Se hizo el silencio en la mesa brutal y yo propuse un nuevo brindis.

No creo me vuelvan a invitar.

Y así las cosas por eso decidí escribir sobre esto ahora el tema es: si vas a ver la película de La Sirenita, entonces eres cool y abierto.

Si no quieres ver la película de La Sirenita entonces eres homofóbico.

Para serles muy sincera ni siquiera recuerdo si vi la película de La Sirenita cuando mis hijos eran chiquitos… ya la memoria me falla, pero no me interesa ir a ver esta nueva versión, simplemente porque no me interesa.

No me hace ser homofóbica ni cerrada ni clasista o racista.

Mi amargura existencial ha trascendido a tales escalas que yo lo único que quiero ver son películas donde haya  mucha pasión y drama. Disculparán ustedes. Así soy.

Yo creo que ya, es hora de que dejemos de señalar y de juzgar a otros por sus preferencias amorosas, sexuales y hasta por las formas de los cuerpos.

No sé en qué momento nos hemos sentido superiores para señalar las elecciones de otros y hasta creernos mejores por el color de la piel.

Yo jamás he reparado en ese tema. ¿Quién lo está haciendo una moda y porqué?

¿No tenemos ya bastante odio en el mundo como para que ahora nos enfoquemos en estas cosas?

¿En qué aportamos a la sociedad señalando a otros?

Si somos padres de jóvenes, ¿queremos un mundo en donde nuestros hijos no quepan porque cada día más hay más prejuicios?

En lo personal me queda claro que mi tiempo no será muy largo en este mundo, no quiero desperdiciarlo agregándole a mi vida valor al que es de piel blanca y minimizando al de piel obscura…

¡Qué maldita pérdida de tiempo!

Ya me volví a enojar.

Es cuanto.