Después de las pasadas elecciones presidenciales en Honduras, las cartas parecen estar echadas. Todo indica que será la candidata Xiomara Castro, del izquierdista partido Libertad y Refundación (Libre), quien dirigirá el país centroamericano en los siguientes cuatro años.

Al menos así lo deja ver el conteo de votos, que la pone muy por arriba de su principal oponente, el alcalde de Tegucigalpa, Nasry Asfura, del oficialista Partido Nacional (PN), así como de Salvador Nasralla, del Partido Salvador de Honduras.

Muy por debajo habría quedado, según las primeras cifras del Consejo Nacional Electoral (CNE), Yani Benjamín Rosenthal Hidalgo, del Partido Liberal, quien sembró mucha incertidumbre con su candidatura en el ambiente social, político y empresarial, después de que, en 2015, Estados Unidos lo incluyó en la lista “Specially Designated Narcotics Trafficking Kingpin-SDNTK”, por supuesto lavado de dinero y nexos con el narcotráfico.

Los retos para Xiomara Castro, también esposa del expresidente Manuel Zelaya, no parecen nada sencillos. De confirmar el CNE en próximos días que ganó las elecciones, no sólo tendrá que trabajar en beneficio de la unidad de un país dividido y en una situación de pobreza y violencia que en los últimos años ha alentado más la migración, sino también en términos de justicia.

La propia candidatura de Yani Benjamín Rosenthal, un exconvicto, es una muestra de cómo la corrupción y las redes de poder siguen estando presentes en Honduras, afectando la legalidad, institucionalidad y la democracia en ese país. Ante ello, si realmente la posible futura presidenta desea transformar la realidad hondureña, como lo prometió en campaña, deberá disminuir la influencia de esos poderes fácticos que siguen operando, y no solos, sino con el apoyo de otros personajes que muchas veces tienen un perfil bajo, pero que son claves en los procesos de ilegalidad que tienen lugar.

Por otro lado, Xiomara Castro deberá trabajar en la reconciliación de Honduras con las diferentes fuerzas políticas y económicas del país. Ya algunos empresarios han expresado públicamente su deseo de colaborar con el nuevo gobierno, incluso han puesto sobre la mesa temas como el necesario “cambio de rumbo” y “cambio de modelo”, lo que en principio representa una señal positiva.

Por supuesto, en cualquier proceso de unidad nacional y reconciliación, siempre tendrá lugar la posibilidad de que, aprovechándose de esto, personajes señalados por la justicia, incluso por la de Estados Unidos, como es el caso de Yani Benjamín Rosenthal, intenten acercarse a la nueva administración, y es ahí donde el gobierno que va llegando deberá dejar claro desde un inicio que está por la ruta de la legalidad y no la de los grupos y cacicazgos que históricamente han llevado al país a sumirse en la situación en la que está. Esto, si realmente se busca cambiarse el rumbo de Honduras 180°.

Manuel Galeazzi en Twitter: @ManuelGaleazz1R