La prensa internacional se ha hecho eco de los lamentables sucesos que tienen lugar ahora en Medio Oriente. El Estado de Israel, encabezado por el primer ministro Benjamin Netanyahu, continúa implacable en sus respuestas contra los ataques lanzados desde la Franja de Gaza y Cisjordiania por parte de Hamás.

El conflicto israelí-palestino es uno de los más complejos problemas de las relaciones internacionales modernas. Luego del término de la Primera Guerra Mundial, Palestina, una vez separada del Imperio otomano, fue otorgada a Gran Bretaña como mandato, con el propósito -entonces aún no tan claro- de iniciar un tránsito hacia la creación de un Estado que albergase al pueblo judío.

Un símbolo en la Historia Universal

El sionismo, en este sentido, es la ideología política que propugna la creación y sostenimiento de un Estado nacional judío. Finalmente, tras el trauma sufrido por el holocausto, poderosos intereses en Estados Unidos y Europa fueron capaces de hacer realidad el sueño de lo sionistas, y con ello, la fundación del Estado de Israel en 1948.

Historiadores y politólogos han desde entonces debatido la legitimidad del pueblo judío de reclamar como propias aquellas tierras ribereñas del Mar Mediterráneo y que han representado un símbolo en la historia universal. Jerusalén, ciudad sagrada para las tres grandes religiones monoteistas del mundo, ha sido motivo de guerras y cruzadas a lo largo de los siglos.

La respuesta a aquellas interrogantes es tan compleja como el conflicto en sí mismo. Si miramos hacia el pasado sabremos que los judíos, en sus distintas denominaciones, sí que habitaron esos territorios, sobre todo a la luz de la tradición religiosa hebraica. Sin embargo, luego de numerosas ocupaciones y dominaciones por parte de pueblos vecinos a lo largo de los siglos previos a nuestro era, los judíos fueron finalmente dispersados por el Imperio romano; y a partir de este suceso, residirían en otras regiones del planeta, principalmente en Europa, y más tarde, en América. Este evento sería luego conocido como la diáspora judía.

Esta legitimidad es ciertamente disputada por el mundo árabe, principalmente en los países que han sufrido el expansionimo israelí, a saber, Palestina, Jordania, Egipto y Siria. Luego de la Guerra de los Seis Días en los años sesenta, Israel se convirtió en el principal actor de la región, y con ello, el conflicto árabe-israelí devendría largo, doloroso e irresoluble.

Mandato de Dios

Sin embargo, sí que hay que poner el acento en el hecho de que la integridad de la comunidad judía no apoya el sionismo, es decir, al Estado de Israel. Ellos, principalmente judíos ortodoxos, rechazan el sionismo político pues arguyen que no tiene fundamento en el mandato de Dios expresado en las sagradas escrituras.

Es decir, a su juicio, el deber del pueblo hebreo -según su interpretación- no es contar con un Estado, sino únicamente con una comunidad religiosa que comparte valores y que les ofrece una identidad internacional, por encima de cualquier vínculo político o jurídico con un Estado; una nación judía -si se quiere- pero no un Estado con fronteras, instituciones políticas o fuerzas armadas.

Numerosas manifestaciones han tenido lugar alrededor del mundo en favor de la causa palestina. Por otro lado, Zvi Tal, embajador de Israel en México, exhortó al presidente López Obrador y a la Cancillería a condenar los ataques terroristas perpetrados por Hamás. En este sentido, y a la luz de la historia de la diplomacia mexicana, se antoja poco probable que nuestro país apoye públicamente a Israel en su guerra contra el pueblo palestino.