Las victorias obtenidas por la coalición opositora el pasado seis de junio no ameritan una celebración de diez días.

Es hora de que cesen los festejos y se empiece a trabajar.

Insisto en que el contexto de polarización acabó por beneficiar el proyecto de la oposición. La coyuntura hizo posible la amplia coalición que acabaron por integrar los partidos políticos tradicionales del país.

La alianza opositora logró su objetivo: quitarle al oficialismo la mayoría calificada en la Cámara de Diputados.

Aunado lo anterior, se le ganó al partido en el poder en las principales capitales del país.

Lo sucedido en la Ciudad de México fue el reflejo de la debacle en popularidad de MORENA entre un sector de la sociedad muy inidentificable.

Sin embargo, es importante destacar que el éxito de la oposición no se debió a sus propuestas ni a su conexión con la gente.

La coalición opositora capitalizó el enrome fracaso de la actual administración y la división entre los mexicanos que se ha promovido desde el púlpito del poder todas las mañanas.

Más que un premio al PRI, PAN y PRD, lo del 6 de junio fue un castigo a MORENA.

Por eso es importante que ya con miras al futuro, los partidos de oposición pongan manos a la obra y preparen el terreno para las elecciones venideras.

Yo sigo perseverando en que el ambiente de segmentación social y de total incompetencia gubernamental le presentaron a la partidocracia una última oportunidad para redimirse frente a los ciudadanos, para reivindicar la idea de que la política se desarrolle dentro de un marco jurídico e institucional.

Hoy en día la encomienda que deben seguir los partidos opositores es simple: proteger nuestra Constitución y contener los embates autoritarios que envían contra nuestra democracia diariamente desde la presidencia.

Mientras la oposición materialice un límite al poder presidencial, estará cumpliendo momentáneamente con la tarea que les asignaron millones de mexicanos.

En el plano electoral, la coalición opositora estará satisfaciendo a sus votantes con el simple hecho de no desintegrarse. Ojalá los dirigentes nacionales del PRI, PAN y PRD estén a la altura del proyecto opositor.

En las pasadas elecciones fuimos todos testigos de que en algunas candidaturas no se logró el cometido de que todos los partidos se aliaran. Donde esto sucedió, se perdió contra el oficialismo.

La duda radica en si los presidentes de los partidos opositores y sus protagonistas principales ponderarán el interés de millones sobre el propio.

Otra incógnita es si Movimiento Ciudadano seguirá jugando al esquirol electoral o si por fin se sumará a la oposición.

El gran problema de nuestro sistema de partidos no son los partidos, sino los políticos.

Dicho esto, esperemos a que pronto la oposición se ponga a trabajar. Primero será en cuestiones legislativas. El próximo año volverá a participar electoralmente.

De entrada, en el congreso local de la CDMX, la coalición ahora legislativa de Va Por la Ciudad de México, debería priorizar en su agenda legislativa la inmediata instauración de una Comisión de la Verdad, Justicia y Reparación respecto a la tragedia sucedida en la Línea 12 del metro.

Porque eventualmente la ciudadanía requerirá de hechos palpables y no simplemente promesas o señalamientos de parte de la oposición. Porque si los opositores creen que podrán seguir lucrando electoralmente con la falta de resultados del oficialismo, estarán condenándonos a todos a jamás salir del circulo vicioso de la demagocia.