La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, proclamada en septiembre de 2015, es la hoja de ruta acordada entre los países que integran la Organización de las Naciones Unidas para hacer frente no solo a las crisis económicas, que además con la pandemia se han agudizado afectando a millones de personas, sino, sobre todo, para atender y eliminar las desigualdades sociales y frenar, asimismo, la degradación ambiental en la que como especie hemos incurrido. Lo anterior claramente implica un giro de timón y, así, de los paradigmas ideológicos, morales, éticos, prácticos y económicos. Ello, en relación con lo que como humanidad hemos hecho de este mundo.

Implica, por ende, dejar de ver el desarrollo dominante y depredador de la naturaleza como la norma, para plantearnos e implementar efectivas e innovadoras alternativas de desarrollo sostenible, inclusivo y como un proyecto a largo plazo. Un desarrollo, construido en clave democrática, así, a través del diálogo y la conversación pública.

En este sentido, la Agenda 2030 con sus diecisiete objetivos transversales que abarcan aspectos de justicia social y distributiva, ambientales, democráticos, institucionales, industriales y climáticos, entre otros; en relación con todos ellos, no solo nos proporciona datos diagnósticos de la mayor relevancia, metas e indicadores que nos permiten visibilizar la necesidad de atender de manera prioritaria, inmediata, con eficacia y, más que nada, de modo integral las diversas problemáticas que como humanidad enfrentamos y que, de hecho, amenazan la viabilidad de nuestra existencia en este planeta, aunque no solamos asumirlo con la seriedad debida.

De hecho, me parece que también, si leemos con atención, podemos detectar que, a todos y cada uno de los objetivos referidos y proclamados, les subyacen de modo necesario, las ideas, conceptos y valores normativos vinculados con el diálogo abierto, incluyente y libre. Diálogo que, si lo decimos sin tapujos, solo puede ser producto de la apertura por parte de los Estados y de la convicción de que la igualdad en tal conversación es un ingrediente necesario y consustancial para la creación de soluciones. Ello, sin excluir a persona alguna que quiera participar por medio de los canales institucionalizados al efecto.

Los Estados tienen un papel protagónico en la Agenda 2030

En tal contexto, es de la mayor importancia que comprendamos que los Estados y sus instituciones tienen un papel protagónico en el cumplimiento de la Agenda 2030 y de sus objetivos. Y no es que la referida hoja de ruta sea, en estricto sentido, vinculante; sino que a pesar de adolescer de dicho elemento, la vinculatoriedad de este acuerdo y proclamación internacionales deriva de un imperativo ético o quizá del instinto de sobrevivencia que nos es, a todas y todos, innato. Porque además la inacción no es opción ante el deterioro ambiental que nos amenaza y que hemos vivido, vivimos y que es imposible desdeñar en su realidad porque lo vemos a diario. Pero de igual modo lo vemos en cada brecha social existente, prevaleciente y lesiva, en todo caso de la dignidad de las personas y de sus libertades y derechos. Asimismo, en un ambiente contaminado y en agonía, cuyas perspectivas de sustentabilidad, de seguir por el rumbo que vamos, es francamente inviable y por lo tanto pone en peligro nuestro futuro y el de las y los que vienen detrás de nosotros.

Es el momento de abrir los datos, todos los que sean públicos. Hay autores que ante los pronósticos poco halagüeños en materia de cambio climático y sustentabilidad rumbo al 2050 cuestionan el enfoque de transparencia proactiva.

Ello, porque consideran que ante la premura que nos corre como especie, el enfoque correcto en realidad, lo es el de un Gobierno Abierto por completo e interactivo de cara a las personas a las que siempre se debe en su existencia y funcionamiento. Claro, siempre, respetuoso de las restricciones no solo existentes en nuestro orden jurídico, sino también, en el internacional para publicitar información. Máxime porque el segundero no deja de moverse y, por tanto, el diálogo tendiente a la cocreación de rutas y soluciones sustanciales debe abrirse cuanto antes.

Si partimos de la base de que todos los datos que detentan, utilizan y son necesarios para las instituciones, en el marco del ejercicio de sus facultades y atribuciones, son públicos, claro está, salvo las reservas que en la materia impone la propia constitución; me parece que la proactividad tiene lugar en la sistematización que de la información se haga bajo criterios cualitativos y de perfecta claridad como lo es el uso de lenguaje ciudadano, por solo dar un ejemplo exitoso de cómo llegar a la sociedad. Pero, en igual medida, considero que, tras recorrer dicho camino, todo lo público debe ponerse a disposición de las personas.

Igualmente me parece que debemos hacer el ejercicio de coordinación al que nos llama el tratado internacional al que nos hemos venido refiriendo, porque también desde nuestro país tenemos mucha experiencia que aportar y, en esa medida, vale también la pena entablar los diálogos necesarios con la comunidad internacional y abonar activamente a la construcción de una sociedad abierta en la que la vibrante y dinámica interrelación entre las personas y sus instituciones se encuentre enfocada siempre en el beneficio y utilidad sustancial de las primeras.

Lo que viene para la Agenda 2030

Por tanto, amén de la no vinculatoriedad de la Agenda 2030, debemos como país y sociedad imaginar desde ya los escenarios a los que tendremos que hacer frente.

Siempre es mejor la medicina preventiva que la que se administra una vez surgida la enfermedad o problema. Actuemos ya porque, por cierto, tenemos la oportunidad de mirar al exterior y aprender.

El Constituyente permanente, para tales efectos y en una lógica de interdependencia, pero sobre todo de progresividad, principios aplicables en materia de derechos humanos, ha dejado ventanas constitucionales abiertas para que las autoridades competentes y encargadas de garantizar el derecho de acceso a la información, mismo que posibilita el diálogo cualitativo al que me he venido refiriendo, caminen y transiten a un modelo de Gobierno Abierto. ¿Qué esperamos?