I.

Quizás habría valido la pena un análisis sobre la literatura mexicana emergente para esta ocasión, pero en realidad acaso sea mejor la alegría de comentarios espontáneos tras el proceso y la culminación de la lectura.

¿De qué trata La casa siempre viva, título tan sugestivo pero a la vez indefinido a primera vista?; me pregunté. ¿Una historia de putas? ¿La historia de una, dos, tres, cuatro mujeres (Romelia, Almudena, Atenea, Margarita la de Tijuana)? ¿La recreación amorosa de un pueblo? ¿Un pueblo del pacífico mexicano, sus gentes, sus costumbres, sus leyendas? ¿Un pueblo y sus mujeres? Bueno, tendría que averiguarlo.

Y es que esta tarde, es apenas la tercera vez que veo físicamente a Óscar Manuel Quezada –que por cierto, sí se parece al de las fotos-. La nuestra ha sido más bien una interlocución virtual propiciada por amistades en común. Primero, antes de la pandemia, en 2019, durante la presentación de un libro (Poesía reunida e inédita de Abigael Bohórquez), en la Sala Ponce de Bellas Artes. Teniendo como testigo a Christopher Domínguez Michael -a quien también veía por vez primera sin ser amigo mío, aclaro-, Quezada y yo intercambiamos libros. Conocí entonces, Viernes trece de noviembre en París. Crónica en torno a los ataques terroristas en esa ciudad por fundamentalistas criminales del islam. Y aunque el libro se ubica en medio la tragedia, la verdad fue una extraordinaria experiencia la de Óscar estar presente en París durante los hechos que, literalmente, conmovieron al mundo; los acontecimientos, en 2015; el libro, publicado en 2018.

Crónica desde París.

El Péndulo de la colonia Roma fue oportunidad del segundo encuentro, cuando fui invitado a presentar algunas de las novelas del fundador y director de Laberinto Ediciones, y editor de la obra que hoy nos convoca, el escritor Esteban Ascencio.

Por tanto, agradezco a Óscar la confianza depositada en mi persona para presentar, espero que sin decepción de su parte, La casa siempre viva, su obra más reciente en este magnífico recinto del Palacio de Minería y su Feria. Y sobre todo, porque estoy seguro de que él no sabe que, desde hace tiempo, he bajado muchísimo la lectura de novelas, he girado a otros géneros. Claro, volviendo siempre a los clásicos, lo cual ofrece más o menos cierta garantía. Espero que para Óscar lo sea también esta tarde y su amable invitación no se convierta en un error irreversible.

Entonces, conociendo sólo la crónica referida y no siendo un lector apasionado de la novela reciente y, agreguemos, no teniendo un gran amor por las metáforas y los lenguajes de aspiración poética de manera deliberada (es decir, si ha de fluir ese lenguaje es a condición de que sea relativamente espontáneo), y por último, habiéndome adscrito a la propuesta de Borges contra los ripios, la lectura y presentación de hoy parecían augurar buen tiempo.

Bueno, pensé, leo algunas notas críticas que se hayan escrito ya sobre la obra, realizo la lectura, hago algunas citas, y listo. Se cumple la presentación, Óscar firma libros, nos tomamos algunas fotografías, acaso una cerveza y ya. Bueno, de entrada, parte del plan no funcionará porque una de las personas a quien iba a citar está aquí presente –la poeta Marianne Toussaint-, y no podré ir por una cerveza aunque quiera porque mañana salgo de viaje bastante temprano. Espero que el autor aún quiera la foto y firme muchos libros.

Óscar Manuel Quezada con Karla Hernández, Marianne Toussaint y Héctor Palacio. Feria del Palacio de Minería; 26-02-23.

Iniciada la lectura y sabiendo que en realidad no conocía al autor y que no sabía, naturalmente, de qué trataría la novela, me vino el recuerdo de una conversación con un editor, que al llevarle un ensayo para su dictamen me dijo, “está bien, pero está mal; le falta algo esencial”; viendo mi cara de interrogatorio me aconsejó “síguele la pista al dinero”. Algo que a mi espíritu poco financiero le pareció una revelación. Después de esa vez, escuché esa frase casi todos los días a muchas otras personas. Y de pronto, conforme avancé la lectura, surgió un nombre intrigante: “Almudena”; de origen árabe, según entiendo. Y poco a poco, su aroma me llevó a concluir: Seguiré su huella. Empecé por subrayar sus apariciones. Me di cuenta de que ello no necesariamente me llevaría a un buen resultado. Pensé entonces en otro ejercicio que había aprendido recién y realizado en una sola ocasión: el ejercicio dadaísta en su variante de integrar frases, previamente recortadas de un texto original, en orden de aparición o al azar esperando un resultado que pueda aproximarse a lo poético.

A la pista del aroma y nombre de Almudena sumé las frases del autor en torno a ella; no todas, por supuesto. Y empezó a funcionar. Y sí, encontré bellas sumas para mi simple ecuación; escuchen:

  • La tarde olía a sexo. El pudor de Almudena se desvanecía y su transpiración impregnaba a toda Cacaxtla a través de las voces excitadas de las jovencitas.
  • La imaginación era mía, al igual que tú, ese diálogo que nos conectaba desde la distancia a través de un mismo deseo, el sexo, el vaivén de tu cuerpo. Almudena era mi ilusión.
  • Almudena un regalo de sol.
  • El sexo con Almudena era otra cosa.
  • Almudena. Verla pasar era el deleite de muchos, su ropa siempre ceñida provocaba la excitación de los que sólo tenían derecho a contemplarla, mientras ella se desmoronaba con su tongoneo al caminar. Cuentan, que desde kilómetros se percibía el aroma que desprendía.
  • Almudena era consciente del don que poseía.
  • Almudena, escultura viviente. Su perfil a la distancia era un óleo, mujer en éxtasis; diosa del mal de amores.

Nada mal, ¿eh? ¡Ahora, sí, pensé!: la presentación, las fotos, las firmas, la cerveza y ¡listo!

II.

Tranquilo ya, ante el agobio de tantas actividades cotidianas, me pensé liberado de la responsabilidad. Consideré que Óscar quedaría satisfecho si no es que contento con su decisión de haberme invitado. Pero el asunto se me complicó, digamos, a la mitad de la novela. Esta empezó a envolverme por los aromas de Almudena y de su madre Romelia, que no se quedaba atrás en la cura de los enfermos de amor; al contrario, era más bien la maestra. Me envolvió sobre todo cuando ambas, la adolescente y la madre joven, participaban de ritos propiciatorios y encantadores de sensualidad, erotismo y sexo. Pero también me fue envolviendo la atmósfera, los alrededores de Cacaxtla, el pueblo mismo, sus actividades, las descripciones amorosas del autor por su geografía y sus usos como ese de la espléndida gastronomía local; y acaso, sin dejar detrás un “changuirongo con piquete”: preparado con agua de Jamaica, ron, limón y hielo a morir (no sé si tenga que ver con el famoso chinguirito, bebida alcohólica muy pegadora del siglo XIX mexicano, descrito en Los bandidos de Río Frío, por Manuel Payno; ya nos dirá el autor).

En realidad, fui encontrando el pulso de la novela (aunque Marianne la llama “crónica fabulada”; yo podría llamarla crónica novelada o novela “cronicada”), al autor mismo y, sobre todo, a la protagonista, a Almudena; de la que es muy difícil escapar. Y si bien no citaré a Marianne, porque ella hablará por sí misma, recurriré a otra autora que ha escrito dos notas sobre la obra de Quezada, María Julia Hidalgo:

“Una oda a la sensualidad y a la exaltación de los sentidos eso es La casa siempre viva; una novela donde el escritor y promotor cultural Óscar Manuel Quezada no repara en mostrar su habilidad poética al resaltar la belleza de los pueblos que siempre, no sólo hoy, han sido mágicos; sobre todo de Cacaxtla, una meseta de la sierra de Sinaloa. Aquí no hay balazos ni sangre por las calles; hay corrientes de agua cristalina. No hay mansiones violentadas; hay patios arbolados. No hay riqueza mal habida; hay rituales y devoción. No hay raptos ni vejación; hay gozo y cachondería. En el pueblo de Cacaxtla las mujeres toman la sartén por el mango; tanto para conservar la tradición culinaria como para dejar bien claro que también ellas saben gozar de la vida. Ellas no necesitan recurrir a la casa de Romelia y Almudena; no padecen de esos males, Margarita —la heroína salvadora— les ha recordado lo que ellos quisieron acallarles.”. María Julia Hidalgo. Revista Espejo; 22 de marzo de 2022.

La casa siempre viva; la nueva obra de Quezada.

[De todas maneras, aquí está la cita de Marianne Toussaint:

“Esta crónica fabulada, fusiona la historia de dos mujeres dedicadas a la sanación de los males de amor: atienden a los hombres del pueblo por medio de la sensualidad y la sexualidad. El deseo aceptado como una urgencia, como un imaginario colectivo, trenza la vida de un pueblo, Cacaxtla. Cercano al puerto de Mazatlán, donde el río, los pájaros, las piedras, la flora, son el marco de una intensidad, que explora los sentidos. En La casa siempre viva el manejo de metáforas alusivas al olfato y la vista, es el andamiaje de la narración. Sin un pudor artificial, Óscar Manuel Quezada nos guía el sentido del olfato y así podemos percibir, en ese calor sofocante, el olor de la testosterona, las feromonas, la brisa de un río, los olores de una cocina local, que parece perfumar las páginas. La historia de Romelia y Almudena es el centro de la narración. Cacaxtla, como otros pueblos mexicanos que resguardaban su magia, sus prejuicios, sus juicios y sus ritos, ahora son parcialmente abandonados. Después de las guerras del narcotráfico, son habitados, en su mayoría, por viudas y hombres mayores. Las mujeres del pueblo, ante este cambio social y político, sobre todo al quedar solas con el trabajo de las tierras, se vuelven libres y se empoderan”].

Llama la atención que dos chicas, dos autoras hayan abordado la obra sin recelos. Sobre todo porque los tiempos han cambiado y hoy lo “políticamente correcto” puede llegar a interferir con el deseo de manifestarse con libertad. Y bueno, se requiere de libertad para imaginar y expresar la sensualidad, el erotismo, las emociones que Romelia, pero sobre todo Almudena, esparcen (sin dejar de lado a Margarita la de Tijuana y esa incierta aparición hacia el final de la obra: Atenea, la hija de Almudena y nieta de Romelia, de nombre evocador); que esparcen, decía, a través del aroma de sus pieles, su ánimo, sus intenciones y su sexo en la casa siempre viva de Cacaxtla y sus alrededores.

Pues en días tan calurosos no queda más que refrescarse con una buena bebida y adentrarse al mundo de Cacaxtla, a la casa siempre viva de Romelia y Almudena, que para eso tenemos el libro de Óscar Manuel Quezada. ¡Enhorabuena, autor!

La casa siempre viva. Óscar Manuel Quezada; Laberinto, 2022. Lectura preparada para la presentación de la obra en la Feria del Palacio de Minería el pasado 26 de febrero de 2023.

La casa siempre viva; la nueva obra de Quezada

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo