“know better”

(expresión anglosajona)

“1: to be smart or sensible enough not to do something

You walked home alone? Don't you know better (than that)?

She'll know better than to trust them again.

There's no excuse for his behavior. He's old enough to know better.

Don't blame him. He's just a child and he doesn't know (any) better.

2: to know or understand the truth about something

She tried to tell me that it wasn't her fault, but I know better.

3: to know or understand more than other people

You can’t tell him what to do. He always thinks that he knows better.”

WEBSTER DICTIONARY

La corcholata mejor posicionada de Morena tiene ventajas: es mujer, es científica, es jefa de gobierno de la capital del país, lo que hace que una parte sustantiva del electorado la conozca. Y, sin embargo, ella misma y su equipo han logrado que sea difícil considerarla buena candidata.

Hay dos elementos que han caracterizado su carrera por la candidatura a la Presidencia rumbo al 2024:

1) La ilegalidad en sus actos anticipados de campaña. Poco importa si son más, menos o igual que los demás precandidatos; sus giras, acciones y gastos en este sentido no pasan desapercibidos ni para las autoridades ni para la oposición ni para las las otras corcholatas de la 4T. Menos aún para la ciudadanía. Sheinbaum debiera ser lo suficientemente inteligente y sensata para no violar la ley.

2) Como ningún otro precontendiente dentro de Morena, decidió ser una mala copia de AMLO. La forma en que retoma casos, posicionamientos, expresiones y decisiones emula al tabasqueño. Fácil ha sido ubicarla como la “mini yo” (Mini-me) de López Obrador. Eso ha incluido, paradójicamente, su desdén por las causas de las mujeres.

El primer elemento debe ser condenado de manera total y absoluta por ilegal; por violatorio de los tiempos electorales e injusto para los oponentes. Por lo antidemocrático en su actuar. Nadie debería aprovechar así el puesto de elección popular que ocupa.

En cuanto a lo segundo, dado que difiero en lo político, ideológico y en la forma en que López Obrador ha conducido al país —la peor administración federal del México contemporáneo—, considero no se puede tomar en serio a una persona que diga que su plan de gobierno sea consolidar la Cuarta Transformación.

Ahora bien, en buena lid y dentro del análisis político, he dicho antes que un elemento de valía y que impulsaría el proyecto de Claudia Sheinbaum sería su comprometida y honesta identificación con las causas feministas y con la búsqueda de justicia con fines de combate a la violencia de género. Tristemente, Claudia lejos ha estado de ello. De hecho, ha asumido la actitud de López Obrador y de gran parte de la 4T de denostar esas causas y los movimientos alineados a ellas. Poco importa que la mitad del gabinete federal o local esté compuesto por féminas si estas actúan de adorno, como simple comparsa del gran patriarca.

Dicho todo lo anterior, si la batuta que ha asumido la jefa de gobierno de la CDMX en el caso de Ariadna Fernanda López Díaz va en el sentido de hacer justicia a esta mujer que ha muerto (¿asesinada? ¿por feminicidio?, es parte de lo que el poder judicial determinará), me congratularía.

Eso pasa, no obstante, por que tanto Claudia Sheinbaum como su equipo en el gobierno de la CDMX tengan pies de plomo y no caigan en el golpeteo político, ni conviertan el delito —por lo pronto el de evidente encubrimiento— en una atracción de reflectores. Hay ya demasiado ruido político como para que la fiscalía capitalina y la Secretaría de Seguridad de la CDMX abonen a este por indicaciones de la jefa de gobierno.

La muerte de Ariadna Fernanda es razón suficiente para la búsqueda de causas, y si así lo determinara la justicia, el castigo a determinadas personas. No hay justificación alguna para adelantar juicios, valoraciones, veredictos. Menos aún para convertirlo en un espectáculo de dimes y diretes, ni para utilizar el caso con fines primera y primordialmente políticos.

Es cierto, si las circunstancias que llevaron a la muerte a Ariadna Fernanda son configuradas de forma correcta por la fiscalía citadina, ello será una verdadera catapulta para las aspiraciones de Claudia Sheinbaum. Mas eso, en todo caso, debiera ser la consecuencia de la impartición de justicia, no el objetivo original.

Por otro lado, si se llegara a comprobar que la CDMX se extralimitó, concluyó de más o, peor aún, utilizó el caso —ya sea secundariamente— con el fin de impulsar la candidatura presidencial de Sheinbaum, la respuesta de la ciudadanía, en especial de las mujeres, no perdonaría la burla.

El caso de Ariadna Fernanda es conocido. Comprendo bien, dados los últimos aterradores videos que se han dado a conocer, como podría uno suponer que Rautel Astudillo asesinó en un acto de feminicidio a Ariadna Fernanda López. Pero llamo a que sea el Poder Judicial quien determine eso y descarte que alguien más lo haya hecho o que exista otra explicación para su fallecimiento.

Que sea también el Poder Judicial federal y los poderes judiciales de los estados quienes establezcan la veracidad por cuanto a las condiciones en las que fue hallada y todas y cada una de las evidencias procesadas.

Ciertamente fundamental, dejar de lado lo que no es central y solo estorba. Se espera, entonces, que dado las acusaciones tan graves que la jefa capitalina ha externado (las cuales, en todo caso, tendría que haber hecho la fiscalía de la CDMX), existan los fundamentos jurídicos irrefutables que las sustenten y no solo rencillas de corte político.

Ambos fiscales —CDMX y Morelos— tienen una forma de trabajar que, lejos de crear certezas, levantan más de una ceja. Basta recordar la actuación de la fiscalía capitalina en el caso de Alejandra Cuevas; contribuyó a sostener la figura jurídica inexistente de “garante accesoria” impulsada por el fiscal general de la República. El fiscal morelense, por su parte, trae más de 120 feminicidios estancados; procesos que no avanzan. Y esos son solo algunos de muchos ejemplos que ilustran el cuestionable actuar de ambos cuerpos.

Golpeteos como fue el deleznable comentario de López Obrador lamentándose del pleito entre las fiscalías de Morelos y de la CDMX o la innecesaria y oportunista defensa a la gubernatura de Cuauhtémoc Blanco están de más.

Todo ello incide en que la justicia se convierta en una batalla política y se pierda de vista lo único verdaderamente importante: determinar las causas que llevaron a la muerte a Ariadna Fernanda.

México está herido con tanta muerte; cada vez será menor la tolerancia para quien quiera ser omiso o busque otros intereses, sea cual sean estos. Me alegro de que así sea.