250 millones de libras esterlinas, el equivalente a 315 millones de dólares o más de 6 mil millones de pesos, ese fue el costo, pagado por los “súbditos” contribuyentes británicos para tener el “privilegio” de ver cómo el nini más longevo y nefasto del mundo, Carlos de Gales, es coronado “Rey” del Reino Hundido de la Gran Bretaña.

En medio de un colapso económico y energético que está sumiendo a los británicos en una pobreza equiparable al de las novelas más dramáticas de Charles Dickens, la pompa y circunstancia del evento (en donde estuvo cómo uno de los invitados el hermano de Carlos, Andrés de Inglaterra, íntimo amigo del pedófilo convicto Jeffrey Epstein y también señalado por abuso de menores) es algo obsceno.

Mientras cada vez de los “dominios” cuasi-independientes del ya prácticamente inexistente Imperio Británico donde auténticamente “no se metía el sol” buscan independizarse -Canadá, Jamaica y Australia ya analizan disolver sus vínculos con el nini septuagenario Carlos-, nunca es mal momento para recordar los múltiples crímenes del imperio británico:

- Tráfico de esclavos

- Genocidios y hambrunas en lugares cómo la India

- Las Guerras del Opio, en donde condenaron a decenas de millones de chinos a la peor de las adicciones

- Limpieza étnica en comunidades indígenas

- Racismo y discriminación (ustedes escojan donde: América, África, Asia...)

- Extractivismo y saqueo de recursos

- Piratería (las “patentes de corso”)

- Trabajo forzado

- Experimentación médica ilegal

- Y un largo etcétera

Mientras que algunos críticos en redes sociales pronostican que quizás estamos viendo la última coronación de un “Rey” del Reino Unido, uno no puede decir otra cosa más que “ojalá”.

Por lo pronot, seguirán los movimientos independentistas tanto en Escocia cómo en Irlanda. Quizás pronto, parte de este anacrónico y parasitario “reino” se una al siglo XXI derrocando a esa odiosa y horrorosa “monarquía”, para convertirse finalmente en ciudadanos y dejar de ser “súbditos”.