Víctima de sus propias decisiones, soberbia y medias tintas, las aspiraciones presidenciales del canciller Marcelo Ebrard parecen ir en caída libre desde aquella noche del 3 de mayo pasado, cuando junto a la Línea 12 del metro de la CDMX (obra insignia de su administración), sus posibilidades rumbo al 2024 colapsaron.

Su plan de vuelo no tenía contemplado una turbulencia de ese tipo, y desde ese momento, lejos de recomponer el camino, Ebrard luce perdido, desesperado y sin rumbo.

Atrás quedaron las fortalezas que lo impulsaban como uno de los favoritos para ungirse como candidato presidencial de su partido. El hombre con más experiencia en el gabinete, el todólogo del presidente, había quedado expuesto por los vicios y la corrupción de una obra mal hecha durante su administración y que a la postre, terminó costándole la vida a 26 personas. La eficiencia de la que presumían, quedó como una mentira mal construida, exactamente como su infame Línea 12.

Mucho ha influido en su reciente mal paso, el hecho que desde el primer momento, su jefe político prefirió salvar a la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum del desastre ocurrido. Pero además, también ha visto como ha surgido un nuevo perfil presidenciable que goza de más cercanía y confianza por parte del presidente de la que el canciller jamás podrá tener, y que además, ha sido favorecido con una posición clave para fortalecer desde ahí su proyecto político, hablo del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

En la última semana dos hechos retratan como el canciller se encuentra totalmente extraviado.

Primero, su inacción ante el patético espectáculo que dio y sigue dando su cónsul en Estambul, Isabel Arvide, que incluso ha llegado a denostar y replicar mensajes de odio hacia la ciudadana mexicana que le recriminó su grito el pasado 15 de septiembre; la periodista antes cercana al salinismo llegó a retuitear mensajes en donde a dicha persona se le deseaba la muerte, un hecho grave que no generó respuesta alguna por parte de un tibio secretario que en lugar de defender a sus connacionales como lo obliga su puesto, permite que sus funcionarios abusen de su poder y hagan exactamente lo contrario.

En segundo lugar, su sorpresivo servilismo mostrado durante la cumbre de la CELAC hacía los dictadores de Cuba y Venezuela, a quienes recibió con bombo y platillo, y con una clara preferencia por sobre los demás mandatarios que se dieron cita en nuestro país. Lo que lo confirma como un político que se encuentra desesperado por encontrar apoyos que le permitan mantener sus esperanzas rumbo al 2024.

Hoy Ebrard no parece encontrar su brújula. Los que antes lo veían como un candidato aceptable, hoy lo ven como más de lo mismo por sus recientes fallas y por su nueva afinidad con regímenes que atentan contra la democracia; mientras que los que ya lo señalaban por verlo distante de las ideas de la 4T, no le compran ni lo compraran su repentino cambio de actitud. El canciller se desdibuja solito, dinamita todo lo que había construido en torno a su imagen, y no ha sido capaz de solucionar adecuadamente la crisis en la que se encuentra envuelto. Al contrario, su vuelo sigue en caída libre y tiene enfrente un montañoso horizonte del que difícilmente podrá salir ileso.