El país fue testigo de un deleznable hecho mediático, y subrayó lo de mediático porque son tantos los acontecimientos cotidianos deleznables, ya asimilados a nuestra vida diaria, multiplicados y extendidos de esa forma (exponencial) desde el fraude de Felipe Calderón en 2006 y su hija, la guerra inútil y macabra que aún nos asola, que casi todo tipo de bajeza dejó de ser mediática. Por sólo mencionar un ejemplo, en España sucede un homicidio, y los medios y la sociedad españolas dan un seguimiento, de semanas, meses e incluso años al caso. En México, cuándo es que se menciona alguno, va acompañado de la muletilla jurídica de “se abrió una carpeta de investigación”, lo que es un sinónimo a decir “se da carpetazo al asunto y va a una bodega de archivos a dormir en el eterno olvido”, esto, sólo para cumplir con los formalismos legaloides, que rarísima vez de una justicia, que parece también fue asesinada a raíz de la guerra del michoacano espurio.

Hoy sabemos, se llamaba Tadeo, y murió casi al nacer, en un hospital de CDMX, y a la par de enterarnos de que el delito de compra-venta de cadáveres en los panteones es un ya común tipo de negocio sucio, otro “huachicoleo” más. Se exhumó el pequeño cuerpo y se llevó hasta un penal en el estado de Puebla. Hipótesis hay muchas del móvil, certezas, prácticamente (al menos todavía) ninguna, pero ojo, que eso de introducir droga por medio de un recién nacido sin vida a una cárcel completamente entregada al autogobierno, manejada por alguna célula del crimen organizado, y en el que hasta un ex director del mismo está preso ahí, es más que un sin sentido; las drogas ahí entran y salen cómo lo harían los alimentos o la ropa.

Se hablaba de necrofilia, pero si el cadáver del nene no tiene signos de abuso, démoslo cómo descartado. Quedan sólo un par de teorías viables: o su utilización en algún ritual de brujería (el mercado negro de cadáveres en los panteones, fundamentalmente es con ese macabro fin) ó una bomba necrólogica, enviada por algún grupo criminal rival al que domina ese penal, con el único fin de atraer los reflectores de la opinión pública nacional e internacional, y por ende, a las autoridades de todos los órdenes, para tratar de menguar, significativamente, el poder del grupo dominante ahí.

No sería la primera vez que se utilizan cuerpos inertes en guerras. Sabido es el uso, en otras épocas, de cadáveres infectados de mortales enfermedades contagiosas, fueron lanzados con catapultas, a manera de armas biológicas para el enemigo. Sí, vivimos en el infierno mismo, y esto no representa novedad alguna.

Ginés Sánchez en Twitter: @ginesacapulco