México.-Reyna reza todos los días por los cientos de migrantes de su país, ora para que sean localizados y se reúnan con su familia, pero no sólo reza, también ayuda a buscarlos.

En Honduras es común que la gente deje sus hogares, sus familias y todo lo demás atrás para buscar llegar a Estados Unidos, la violencia y la inseguridad lo expulsan de su país y muchos de ellos pierden contacto con sus seres queridos.

“El lugar donde nosotros vivimos es un lugar donde hay bastantes migrantes desaparecidos, salen a cada rato porque no hay fuente de trabajo, también por la violencia han tendido que salir y debido a eso cada vez hay mas desaparecidos, desaparecen más en la ruta migratoria”, relata Reyna.

Hoy ella coordina los comités de búsqueda en su región y colabora con otros organismos de países centroamericanos que cada año viajan a México a buscar a sus seres queridos. 

Todo comenzó en una iglesia. Reyna formaba parte de la pastoral de movilidad humana, donde buscaban crear conciencia sobre los derechos de las personas que optan por migrar, sin embargo poco a poco se dio cuenta de que eso no era suficiente.

A sus oídos comenzaron a llegar más y más casos de paisanos desaparecidos en la ruta migratoria y por ello decidió crear el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos en Honduras.

Su día a día esta lleno de historias de horror y desesperanza, de familias que lloran a sus seres queridos porque no saben donde están, sin embargo Reyna encuentra fortaleza en los reencuentros y localizaciones que han logrado, se aferra a sus victorias para seguir adelante.

Hay días en los que pareciera que el cansancio podría vencerla, entonces se toma unos minutos, quizás horas, y se refugia en un rincón de su casa o en la iglesia para rezar, después se levanta y sigue con su lucha.

Ella como todo ser humano tiene temores arraigados; en algunas ocasiones sus dos hijos le han planteado la posibilidad de intentar llegar a Estados Unidos, como tantas personas que ella busca. 

Entonces Reyna se llena de miedo, habla con ellos para convencerlos de quedarse en Honduras y todos como familia redoblan esfuerzos para ganar un poco más de dinero.

Por ese miedo y por el amor al prójimo es que Reyna se mantiene en su tarea, las madres de desaparecidos se lo han hecho saber, sin su ayuda sería prácticamente imposible encontrar a sus familiares.

Por eso mezcla el activismo con la venta de frutas y verduras, trabajo humilde que le reditúa en unas cuantas lempiras y que de vez en vez deja para buscar.

Ahora después de más de una semana en México, Reyna observa la salida de ese país que parece devorar migrantes, la salida de ese país al que sabe que volverá, porque aunque los desaparecidos no son su hijos, sabe que una madre no se cansa de buscar.