México.- Martha siempre buscó una vida mejor que la que Nicaragua le podía ofrecer, por eso migró hacia el norte; primero llegó a Guatemala y luego a México. 

Desde hace 12 años no sabía nada de su familia. 

En una casa humilde, con fachada blanca y calle de tierra, ella espera ansiosa el reencuentro con su madre; al mismo tiempo en un camión Juliana, una mujer ya mayor, es maquillada y peinada por las hábiles manos de sus compañeras de la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos.

Finalmente, luego de más de una década, ambas mujeres se unen en un abrazo más cálido incluso que el ardiente sol que en ese momento se erige sobre sus cabezas. 

Luego, ya más tranquilas, entran a la casa de Martha, esa que comparte con su esposo que se muestra gustoso de conocer a su suegra, la toma entre sus morenos brazos y la llena de besos. 

La hija de Juliana se muestra un poco apenada, después de la primera impresión, ahora se tapa el rostro y esquiva la tierna y llorosa mirada de su madre. 

Sabe las angustias a la que la señora entrada en canas se vio sometida allá en Nicaragua por no tener noticias de su hija desde hace tantos años, por eso pide perdón una y otra vez. 

"Que me perdone, que me perdone, que no me ha pasado nada, no ando en malas juntas y no ando tomando ni fumando", expresa.

Martha relata cómo cuando vivía en Guatemala aún mantenía contacto con su madre, sin embargo al escapar de la relación de violencia familiar en la que vivía tuvo que dejar todo atrás, incluso el número telefónico de su primer hogar.

Viajó a México para cruzar hacia Estados Unidos, pero ante los constantes operativos de las autoridades y las amenazas de la delincuencia organizada decidió quedarse refugiada en un pequeño pueblo de Chiapas. 

Allí conoció a su esposa y reorganizó su vida, sin embargo siempre quiso retomar el contacto con su familia, fue entonces cuando el destino la llevó a conocer al Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM) , quienes la ayudaron. 

Ella brindó todos los datos que tenía de su familia y el MMM realizó la búsqueda, dieron con el paradero de Juliana y la trajeron a México, donde finalmente lograron lo que tantas otras madres centroamericanas desean: abrazar a ese ser amado que hace tanto tiempo no ven. 

Con información de Ana Alicia Osorio