Desafortunadamente, cuando hablamos de animales en peligro de extinción, son mucho más comunes las malas noticias que las buenas; por eso hay que celebrar que después de que hace 50 años las guacamayas dejaron de volar en la selva de los Tuxtlas Veracruz, volvió a nacer en ella un ejemplar en libertad. 

El acontecimiento se hizo posible gracias a los esfuerzos de producto de expertos de la UNAM que junto con la Reserva Ecológica Nanciyaga, la Asociación Bosque Antiguo y el Parque Ecológico Xcaret implementaron un plan de rescate de la especie. 

Aunque antes habían nacido polluelos en cautiverio, no tenía sentido liberarlos en la zona pues según Patricia Escalante, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM, entre ellas no se reproducirían y “tarde o temprano se acabarían de nuevo”.

Ahora, con el esfuerzo cotidiano de un equipo conformado por investigadores, tesistas y prestadores de servicio social, se han creado ya cuatro sitios de liberación: Reserva Ecológica La Otra Opción, Reserva Ecológica Nanciyaga (sitio operativo del proyecto), Reserva Ejidal Benito Juárez y Reserva Ejidal Dos Amates. Esto significa un gran avance para a conservación de la especie. 

Una de las estrategias implementadas para favorecer que las guacamayas se reproduzcan, es instalar una especie de nido artificial hecho de madera que permanece seguro en las copas de los árboles y es vigilado constantemente por Omar Gómez que trepa para averiguar si hay novedades. 

La temporada de reproducción inicia en marzo y puede alargarse hasta agosto, pero al no tener noticias, el equipo estaba desanimado desde mayo, creían que pasaría un año mas si nacimientos en libertad. 

En junio la sorpresa llegó: Omar encontró cinco huevos en uno de los nidos. 

Aunque la noticia era magnífica, los expertos sabían que era difícil que sobrevivieran todas las crías así que se mantuvieron conservadores. 

Este nido resultó especial porque además de ser el primero de guacamayas liberadas, detectaron que es cuidado por tres adultos. “Son dos hembras las que pusieron los huevos acompañadas por un macho”.

Escalante asegura que las guacamayas pudieron haber aprendido sobre la reproducción y la crianza de los zopilotes que antes de ellos ocupaban el nido. 

Con la intención de que el polluelo sea criado solamente por su progenitores, los biólogos han seguido su evolución a través de una cámara. “Las hemos dejado que las críen solitas, no hemos intervenido, y lo han defendido de posibles depredadores”.

Los expertos esperan que si todo sale bien, este sea el inicio de una generación de guacamayas completamente silvestre que no esté apegada con los humanos. 

Con información de Global UNAM.