México.- Los organizadores solicitaron 756 sillas e hicieron espacio para mil 200 asistentes, pero al final llegaron más de dos mil familiares de víctimas de la violencia con sus exigencias y preguntas escritas en pancartas, en fotos, en playeras o precargadas en la garganta listas para ser lanzadas contra Andrés Manuel López Obrador. 

“Otros 500 ya no entraron” al Salón Juárez del Centro Cultural Universitario de Tlatelolco y se quedaron en un patio contiguo donde se instaló una pantalla y una carpa con sillas. En ocasiones el dolor combinado con la indignación no caben en ningún lado.  

López Obrador llegó puntal -10 de la mañana- pero cuando entró al salón había una escena muy distinta a los mítines en plazas públicas a las que está acostumbrado: no había música, ni rastros de simpatía por sus frases jocosas  y mucho menos botargas con la caricaturización de su legendario “gallito”. 

“Veracruz es una fosa, Tamaulipas es una fosa, Nuevo León es una fosa ¡el país es una fosa! (...) ¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, exclamaban gargantas que desgarraban sólo de escucharlas. 

Los más de dos mil familiares lo recibieron de espaldas, aferrados a sus pancartas y gritando como sólo la impunidad enseña a hacerlo, con rabia. Ante el ruido, López Obrador guardó silencio, se ensimismó y miró hacia todos lados, en ningún rincón encontró una cara amable, quizás por eso prefirió voltear a ningún lado. 

“¡...Ganaremos esta lucha cueste lo que cueste, ni una más ni una más, ni una asesinada más!”, persistían. Desde el fondo alguien tuvo que decir “ya llegó AMLO”, para que la multitud volteara. En un fenómeno multiplicador, la sala se veía ocupada ya no sólo por más de dos mil familiares, sino también por más de dos mil víctimas que, plasmadas en las pancartas y fotografías, parecían mirar al presidente electo. 

Sergio Aguayo intentó darle orden al “Segundo Diálogo por la Paz, la Verdad y la Justicia”, pero se encontró con tierra fértil sólo para el reclamo. 

“¡Ayotzinapa! (...) ¡licenciado los feminicidios! (...) ¡hay fosas clandestinas en el Estado de México! (...) ¡ayúdeme a encontrar a mi hija! (...) ¡dialogar, dialogar, vamos a dialogar!”, llovían exigencias de todos lados. López Obrador se sentó en la silla al centro del templete, entrelazó los dedos. 

Los familiares de las víctimas llegaron de prácticamente todos los estados del país, el político tabasqueño haría un recorrido por el territorio nacional pero esta vez a través de las historias de horror que le contaban madres, padres, hermanos e hijos de personas asesinadas o desaparecidas. Ninguna historia menos aterradora que la otra.   

María González le suplicó que le ayudara a encontrar a su hijo Andrés, desaparecido sobre la carretera la ribereña en Tamaulipas. Margarita le contó, con el retrato de su hija abrazado al pecho, como un comando la sacó de su casa en Etla, Oaxaca, la dejaron sin comer durante 10 días y la violaron 30 hombres. 

A mitad de la jornada y temblando por la rabia, Fabián le refutó a López Obrador que varios de los coludidos en la desaparición y asesinato de su hija tienen cargos en Iguala, Guerreo o pertenecen al Congreso del Estado, algunos, dejó entrever que pertenecen a Morena. 

“No le de la mano a quien nos están asesinando en Guerrero”, le pidió eufórico y luego se desvaneció. Fabián es hipertenso. 

En el programa del día se contemplaba que la ministra en retiro Olga Sánchez Cordero, próxima secretaria de gobernación, tomara la palabra para luego dar paso al discurso del político tabasqueño. Los sentimientos desbordados hicieron recular en esta decisión y López Obrador pasó el micrófono. 

“…perdón sí, ese es mi planteamiento respeto a los que dicen ni perdón ni olvido los entiendo, los comprendo, yo tengo otra convicción y podemos ponernos de acuerdo”, dijo luego de dar un repaso por lo que a su parecer es el origen de la violencia en el país: el sistema económico neoliberal.

Los familiares rechazaron el perdón, pero dieron la bienvenida a la tolerancia para quienes no opinan igual que él. López Obrador aseguró que una vez instalado en el gobierno, como representante de la investidura presidencial, pedirá perdón por las políticas implementadas en materia de seguridad durante los últimos 12 años.  

López Obrador salió airoso del encuentro, opinaron algunos representantes de organizaciones civiles. “Dió una respuesta certera en el sentido de decirles que sí va a haber justicia. Mi preocupación es cómo van a articular todo el proceso”, dijo María Elena Morera, presidenta de Causa en Común. 

El presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Luis Raúl González Pérez, urgió a pasar del discurso, a los hechos. “Más allá de comisiones de la verdad se requiere no perder un minuto, una hora, ni un día en que se cumpla la ley y que no haya impunidad”, enfatizó. 

“Nosotros como víctimas ni perdonamos, ni olvidamos. Él tendría que vivirlo y me dices si lo olvida y si lo perdona. No sé perdona”, concluyó Guadalupe Gochi, madre de una víctima del feminismo. 

López Obrador salió del Centro Cultural Universitario rumbo al aeropuerto para volar a Tabasco donde sostendrá sostendría una entrevista con medios de comunicación, mientras los familiares de las víctimas de la violencia, aún esperan una respuesta.