Si durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, los escritores Octavio Paz, Fernando Benítez y Héctor Aguilar Camín fueron algunos de los intelectuales cruciales para la creación del Consejo Nacional de Cultura y las Artes (hoy Secretaría de Cultura), Elena Poniatowska lo fue para la de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Carlos Monsiváis para la de Canal 22 y Gabriel García Márquez para la fusión y reactivación del Instituto Mexicano del Cine (IMCINE).

Esa es la distribución de roles que dan una serie de escritores, funcionarios y analistas entrevistados en torno al papel que jugaron los intelectuales durante la creación del sistema cultural implementado en los noventa por el salinismo, el cual prevalece hoy en día. Como parte de mi investigación en torno a la fotografía de La muñeca tetona tomada por Pedro Valtierra, estos temas fueron comentados en entrevista con el expresidente Carlos Salinas de Gortari, así como también con el que fuera su vocero oficial, José Carreño Carlón y con el escritor y crítico, Pavel Granados.

-En su gobierno –pregunto al ex presidente Salinas- se crean el CONACULTA y se integra a éste el IMCINE, así como también son creados el Canal 22 y la CNDH, entre otros organismos culturales. En general, es implementado un sistema cultural que no había en el país. ¿Por qué decidió hacerlo?

-Nuestro país tiene una riqueza cultural extraordinaria. Yo recuerdo cuando llevábamos a cabo la negociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, muchas personas nos preguntaban si no nos inquietaba tener una vinculación más intensa con la economía más poderosa del mundo. Y mi respuesta siempre era que, efectivamente, éramos una economía del sur vinculándonos a la más avanzada del norte, pero que los mexicanos tenemos tres mil años de cultura tras nosotros, y esa es una fortaleza extraordinaria, que es lo que nos daba la seguridad para acometer esta relación, intensificada, y de raíces históricas tan complicadas, pero con la seguridad y confianza de que esa fortaleza cultural de los mexicanos iba a ser incluso algo de que los norteamericanos deberían de estar -en su caso- más interesados o tal vez hasta preocupados.

Yo les decía un poco en broma y en serio: “Preocúpense ustedes en EU cuando en el Super Bowl, que es su gran evento deportivo, se vaya a consumir más guacamole que kétchup”, que ya sucede en la actualidad, veinte años después de haber iniciado el tratado. Pero eso lo comparto y lo comento para ilustrar que el tema de la cultura es parte intrínseca de la vida cotidiana de cualquier persona y de cualquier sociedad.

-¿En México la cultura es un asunto de Estado?

En el caso de México, la parte cultural, desde la responsabilidad del Estado, también tiene una extraordinaria tradición. Desde la fundación de Bellas Artes, desde el extraordinario Museo de Antropología en la escuela correspondiente; la de música, que además arranca -y la de arte- desde el siglo XIX; en fin. Hay una tradición institucional en materia cultural muy rica en México. A mí lo único que me tocó fue tomarla y darle un reforzamiento institucional al que da el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, el CONACULTA, en diciembre de 1988.

A escasos días de haberse iniciado mi gobierno se dieron cita en el Patio de Honor del Palacio Nacional, prácticamente la comunidad intelectual en su conjunto, y no quiero decir con esto que estuvieron todos, porque -francamente- a lo largo de nuestro país hay una enorme vitalidad cultural, pero digamos que la parte esencial de la representación cultural en el país estuvo en el arranque de CONACULTA, poco después en la fundación del FONCA y, sin lugar a dudas, en el Sistema Nacional de Creadores.

Ahí es donde, al encabezar CONACULTA, Rafael Tovar y de Teresa logró esa consolidación institucional que buscábamos frente a la enorme riqueza de las actividades culturales en nuestro país, y darle una proyección institucional a lo largo del tiempo.

Los intelectuales, fuente de poder 

-Desde su punto de vista, ¿cómo debe ser la figura intelectual?, ¿cómo la piensa usted?, y ¿qué cree que es lo que atrae del poder a un intelectual?

Yo no diría que el poder atraiga a los intelectuales. Finalmente, en el seno de la sociedad civil, el intelectual desarrolla una labor fundamental en esta construcción de hegemonía para que haya consenso sin coerción, y lo hace incluso de manera fundamental a través de su crítica, su capacidad de análisis, la fundamentación de sus reflexiones, su propia formación académica y cultural en lo personal. Así que los propios intelectuales son una fuente de poder. Y lo que están haciendo es, desde el ámbito de la sociedad civil, teniendo un diálogo indispensable con la sociedad política y, en este caso, con el jefe del Estado en mi carácter de Presidente de la República.

Yo recuerdo que a los pocos días que galardonaron con el Premio Nobel de Literatura a nuestro gran Octavio Paz, desde el gobierno le propusimos una serie de eventos para expresar nuestro enorme orgullo como mexicanos a la distinción que había hecho el comité Nobel sobre él. Y Paz, que dentro de sus enormes cualidades estaba también la de ser muy certero y perspicaz, envió una carta al gobierno, y la carta tenía algunos conceptos que son bien interesantes y yo he reproducido en mi libro México: un paso difícil a la modernidad. Y me permito citar algunas palabras de Octavio Paz en esa misiva.

Decía Octavio Paz [en letra regular comentarios de Salinas mientras la lee]:

“Siempre he pensado que las relaciones entre el poder público y el escritor -léase “el intelectual”-, deben ser a un tiempo respetuosas y distantes. En una República democrática, el gobierno puede, y debe, ayudar a los escritores con diversos estímulos y sin menoscabo de su función principal en esta materia: la salvaguarda del ejercicio libre de la literatura. A su vez -agregaba Paz- el escritor tiene que conservar su arisca independencia”. Y concluía la misiva Paz diciendo: “Una y otra vez he dicho públicamente que apruebo la política del gobierno (el que yo encabezaba). No son un misterio mis opiniones -escribía Paz. Pienso que las reformas emprendidas en las esferas de la economía, la educación, y la política interior y exterior, son en general acertadas. Si triunfasen -sentenciaba Paz- como lo espero, México penetrará en el Siglo XXI con mayor confianza y seguridad”. Y concluía su carta Octavio Paz: “Hay que mostrar a la opinión pública imparcial, es decir, a la mayoría, que mi actitud -decía Paz- brota de una coincidencia entre la política del gobierno y mis opiniones, no de una sospechosa alianza de intereses. Debemos separar la literatura de la política”.

Sí, separar la literatura de la política, lo cual no quiere decir que los intelectuales no tengan una intensa actividad política, y también que sus escritos sean de profundo contenido político. Lo que entiendo en la expresión de Octavio Paz es una separación en esa arisca independencia del intelectual y las responsabilidades desde el ejercicio del poder público.

-¿Y cuál fue su experiencia como presidente en relación con los intelectuales? No sólo con los intelectuales que aparecen en la foto o con Octavio Paz, sino con todos los demás.

-Mi relación como presidente de la República y con diversos intelectuales fue siempre muy respetuosa, muy cordial. Y además, para mí en la responsabilidad que tenía, muy útil y también enriquecedora de los diálogos, de sus reflexiones, señalamientos, de sus críticas, y también reconocimiento a lo realizado y reclamos por avanzar -sin lugar a dudas- más y más.

Había un diálogo, una conversación que enriquecía la tarea del gobierno. Ya mencioné a Octavio Paz. Carlos Fuentes, en su extraordinaria inteligencia y su calidad impresionante de escritor y también de conversador, era un participante activo, como lo podían ser desde un extremo Enrique Krauze o también Héctor Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, el propio Miguel Ángel Granados Chapa… en fin. No quiero dejar -por supuesto- fuera a Elenita Poniatowska, con quien además, casi al final de mi gobierno, pudimos tener un muy agradable diálogo en una comida que tuvimos en la residencia oficial de Los Pinos, en las cuales nos ilustró ampliamente con su brillantez… Laura Esquivel, nuestra gran escritora, en fin.

Pero además había una gran cercanía con -llamémosle, si existiera una cosa como tal- la cultura popular. Por ejemplo, cuando rehabilitamos el teatro Blanquita y logramos que no se cerrara ese espacio de diversión popular y también de severa crítica popular al ejercicio de la acción política, ahí departí con los actores, me hizo favor de acompañarme el Gabo García Márquez, y se logró mantener vivo este espacio de esparcimiento y crítica, desde la voz popular al poder público, que hoy por hoy sigue actuando y desenvolviéndose para bien de nuestra comunidad.

La nueva institucionalidad cultural 

Por su parte, José Carreño Carlón, actual director del Fondo de Cultura Económica y director de Comunicación Social durante el gobierno de Salinas de Gortari, tiene su propio relato sobre lo sucedido.

- ¿Podría platicarnos cómo se van conformando las instituciones culturales en el gobierno de Salinas? Antes, por ejemplo, el ISSSTE publicaba libros de poesía…

- Hasta Agricultura hacía ediciones…

-¿Por qué se crea Conaculta?

-Yo creo que tiene varios orígenes. Uno de ellos, sin duda, es un planteamiento más explícito de apoyo del Estado mexicano a la cultura y a las artes. ¿Qué pasaba antes? Estos apoyos se daban más o menos enmascarados en los cargos públicos. En el Instituto Nacional de Bellas Artes y en las demás instituciones que existían, desperdigadas, pero existían; y en la diplomacia, es decir, en la Secretaría de Relaciones Exteriores el cuerpo diplomático estaba lleno de intelectuales, de escritores, de artistas. Que era una forma -también- de que los escritores se ganaran la vida y conocieran el mundo. Octavio Paz tiene una carrera diplomática muy importante. Alfonso Reyes… para hablar de los de mayor estatura y de otros tiempos.

Más recientemente con el presidente Vicente Fox, el entonces secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, colocó en las agregadurías culturales de México en todo el mundo, a una pléyade de escritores hoy muy relevantes. Lo que pasó en ’88 con la creación de CONACULTA, fue que se crearon varios sistemas de apoyo a los artistas reconocidos y escritores, etcétera. Otro apoyo que era el FONCA para aquellos intelectuales que se estaban formando, tenían proyectos de investigación. Salidas para la cultura y las artes -digamos- con la creación del Canal 22… Lugares nuevos, sitios, espacios que tampoco son muy frecuentes en un México en que ya se estaban cerrando los teatros y estos centros culturales. Se crea el CENART, este conglomerado que está construido con los arquitectos más notables de la época. Y todo esto le toca hacer a esta primera época de Rafael Tovar y de Teresa (en paz descanse) en CONACULTA, de lo cual -por cierto- tiene un libro muy interesante, algo así como Modernización y cultura en México, publicado por el Fondo de Cultura Económica, que relata cómo se crearon estas instituciones y cómo se desarrolló el diálogo de una manera muy sistemática con autores, artistas, escritores, etcétera.

-¿Y usted cree que esta visión ha prevalecido en el siglo XXI en México? ¿Cómo estamos hoy en día en la relación entre intelectuales y poder?

- Yo creo que se ha transformado. De aquella entrevista que fue histórica de Octavio Paz con el presidente, recién tomado posesión Carlos Salinas, de la que surgen muchas de las características de estas instituciones, a esta parte, pues han cambiado mucho las cosas. Esta relación fue menos intensa, al menos públicamente, con el presidente Zedillo. Aunque si uno conversa con los intelectuales, escritores, pues contarán todos sus anécdotas. Las conversaciones también con el presidente Zedillo las contaba Carlos Fuentes. Todo mundo seguía teniendo esa relación, quizás menos pública.

Y ya con los gobiernos surgidos del Partido Acción Nacional fue más distante explícitamente, porque el intelectual mexicano -hay excepciones muy notables de gente muy brillante- en su gran mayoría forman una masa crítica progresista de la izquierda. Entonces sí hubo un alejamiento en el caso de las presidencias panistas.

Ahora que regresó Rafael Tovar al frente de CONACULTA, igual, como primer secretario de Cultura ya en la actual presidencia del presidente Enrique Peña Nieto, pues obviamente ya era otro mundo, y también las circunstancias de los gobiernos o del gobierno, en este caso surgido en el 2012, pues también enfrentó una serie de problemas incluso fiscales, con un recorte presupuestal muy amplio.

Lo interesante aquí es que al haberse institucionalizado esta relación entre el poder político y la cultura, ha podido hacer más que sobrevivan estas instituciones. Me gustaría referirme a otro dato más: la creación de CONACYT con el presidente Luis Echeverría también generó una muy saludable -digo yo- transferencia de recursos a becarios que querían o necesitaban estudiar fuera, y a científicos en general, es decir, para completar el cuadro entre hombres de ciencia y hombres de cultura y hombres del arte.

“Sobre la República de las Letras”

Para el escritor y crítico, Pavel Granados, la creación de las instituciones culturales durante el gobierno de Salinas de Gortari se trató de algo necesario. En su óptica, la discusión fundamental ha sido ahora sobre el control de esos mecanismos por parte de los grupos intelectuales existentes.

-¿El sistema creado durante el gobierno de Salinas ayudó o perjudicó a la cultura?

-Yo sé que todo eso, de algún modo, sigue siendo objeto de debate, pero también pienso que son instituciones que, si no existieran, estaríamos pugnando porque existieran. Es decir, a lo mejor hay una crítica que las hiciera Carlos Salinas, ve tú a saber. Pero de algún modo pienso que era necesario. Siento que también, más que la existencia propia de las instituciones, era en ese momento quién las iba a coordinar, quién las iba a dirigir. Sé que Octavio Paz se quejó muchísimo de que se le estaba dando más preferencia al grupo de Nexos en la época de Carlos Salinas. Sé que Octavio Paz amenazó a Carlos Salinas con no ir a Frankfurt a la Feria del Libro, porque no tenía suficiente poder en las instituciones de su sexenio. Entonces yo no pienso que sea más bien por algo que exista.

Sé que había un vacío legal en CONACULTA y sé que ahora se ha ido agudizando al grado de que se creó la Secretaría de Cultura ahora, pero pienso que más bien el conflicto, más que ese, era un conflicto de dos grupos que desde entonces se odiaban -y hasta hoy siguen odiándose-, que era el grupo de Vuelta y el grupo de Nexos, que hoy son el grupo de Letras Libres y el grupo de Nexos, que son los que fundamentalmente han guiado la cultura; los dos quemándose de distintos modos a lo largo de los sexenios con distintos presidentes. Aguilar Camín se quemó horriblemente en el sexenio de Carlos Salinas. No necesariamente todo el grupo de Nexos, sí algunos de sus integrantes.

Algunos dieron unos giros verdaderamente horribles como Luis González de Alba, pero no queman completamente a los grupos. Lo mismo se puede decir de Vuelta y de Letras Libres; intelectuales que de algún modo se queman. Pero yo pienso que no necesariamente todos los grupos, sino que más bien hay una pugna de saber quién está al frente de estas instituciones. Yo creo que desde entonces hasta hoy, esa es la relación de cordialidad-distancia con un presidente: el saber cuál es la injerencia que va a tener el grupo intelectual o no con cierto presidente. Ahí sí puedes ver los movimientos o las jugadas de ajedrez que cada grupo intelectual da.

En México fundamentalmente son dos, es como en Estados Unidos, como republicanos y demócratas. Es aparentemente una “república de las letras”, le dicen, pero pienso que durante mucho tiempo fue una monarquía; todavía hay que arrodillarse ante el nombre de Octavio Paz. Sin embargo pienso que es más bien el debate… Yo pienso que se tendría que ir hacia otro lado, hacia el papel de los distintos grupos intelectuales ante cada uno de los presidentes del país, y saber el grado de injerencia que han tenido.

¿Para qué es importante? Piensa por ejemplo que en la época de Zedillo el grupo de Nexos fue el que hizo los libros de texto. Enrique Krauze ha pedido que se privaticen los libros de texto para que se puedan meter a concurso y puedan concursar -por ejemplo- el grupo de Letras Libres. Es una injerencia natural. Que exista una Secretaría de Cultura implica también, a largo plazo, cuál es la versión de la historia de México que hay; qué grupo la impone. Hay una versión de cuál es la cultura mexicana, porque ¿cuál es el grupo que impone esa cultura? Entonces yo creo que no es menor, es necesario… Yo creo que hay que estar también como crítico todo el tiempo, viendo cómo actúan los intelectuales con respecto al poder.