“Neopopulismo: Los parches de Solidaridad” es el titular de la portada de la edición del 12 de septiembre de 1992 de la revista Proceso. En el interior, la nota se titula “Una investigadora del ITAM cuestiona Pronasol”. Con este artículo basado en su estudio “Soluciones neoliberales a problemas populistas”, la escritora y analista Denise Dresser participó por primera vez en el gran debate público.

Cuando el gobierno de Carlos Salinas parecía estar en su mejor momento, al haber ganado el PRI un año antes los comicios generales sin la zozobra de 1988 y una vez emprendidas una serie de reformas, privatizaciones así como la creación de instancias emblemáticas como CONACULTA (ahora Secretaría de Cultura) y la CNDH, Dresser cuestionaba de manera severa Solidaridad, el programa estrella del salinismo.

Luego de la publicación, el gobierno federal celebró un acto masivo en el Auditorio Nacional, donde se presumieron los logros del programa social. Días posteriores, la entonces poco conocida periodista fue invitada a una gira presidencial por Baja California, junto al corresponsal de The Economist y Gabriel Guerra, quien trabajaba para Los Pinos.   

“Vamos a distintos pueblos en Baja California -recuerda Dresser-, donde Salinas llega como el Gandhi mexicano a hablar con los pobladores pobres y a exponer los beneficios de Solidaridad. Y la gente, que no había visto un presidente en décadas, pues apreciaba esa cercanía. Eran aplausos, le entregaban pollos y comida y lo aplaudían en esta vieja tradición del presidencialismo imperial de doblegamiento, de sumisión ante el poderoso”.

Al regresar a la Ciudad de México, un asistente de Salinas de Gortari le pide que pase al salón principal del avión presidencial para sostener una breve conversación con el presidente, junto con otro dos funcionarios de Solidaridad. “Ellos estaban en una actitud de idolatría absoluta: 'Sr. Presidente, gracias por este programa fantástico que le ha dado al país'. Y yo los miraba, y lo miraba a él, y pensaba: ¿Qué carajos estoy haciendo aquí? Tengo diez años menos que este hombre pero el mismo nivel de educación. Es alguien que ni siquiera ganó de manera democrática su elección. ¿Por qué estoy contribuyendo yo a legitimarlo? Y tuve una especie de out of body experience, cuando uno se sale de su cuerpo y te miras desde arriba y te cuestionas qué estás haciendo ahí”.

Salinas de Gortari finalmente volteó y le dijo a la periodista: “Y tú, Denise, ¿qué haces?”. Dresser considera esto absurdo. “No es que dejen subir a cualquiera al avión presidencial sin saber qué hacer. Y le dije: Yo soy la crítica del Programa Nacional de Solidaridad. Y contestó con una especie de mueca”. En ese momento, el mandatario “era venerado, adorado por el centro, por la izquierda, por la derecha, hasta el colapso de su administración; hasta que sobrevino la devaluación, la crisis del 94, el posterior encarcelamiento de su hermano… Pero en esa coyuntura muchos se creyeron la narrativa de Salinas y corrieron presurosos a asesorarlo. Y no necesariamente por una cuestión de dinero. Yo lo interpreto, como me decía alguna vez la escritora y amiga Julieta Campos, “los intelectuales no sucumben por dinero, sucumben por la vanidad”.

La columnista de Reforma estima que en ese momento había muchos intelectuales interesados “en susurrarle en el oído al rey, al rey que era Salinas, el último presidente imperial, omnipotente, que logró construir una imagen de sí mismo como el que iba a sacar a México del atraso”. Junto con su equipo, entre el que destaca al secretario de Hacienda, Pedro Aspe, formaban “una tecnoburocracia brillante” que proyectaban una imagen de cambio, una imagen de vitalidad, una imagen de juventud ante el PRI arcaico y maloliente que había llevado a México a sus peores crisis.

“Y la intelligentsia mexicana, gran parte de ella, creyó esa narrativa y ayudó incluso a escribirla. Desde la revista Nexos, se publicaron un sinnúmero de artículos apoyando las tesis de Salinas en torno a muchas de las iniciativas de política pública de su sexenio”.

- ¿Cuál es el balance general que haces de Salinas de Gortari como figura histórica?

- Salinas creo que es un hombre de una inteligencia privilegiada, pero perversa. Una inteligencia que lástima que no la hubiera puesto al servicio de las mejores causas. Una inteligencia que llevó a cosas importantes, como el TLCAN, la liberalización comercial, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en fin; avances que hubo en algunas reformas electorales. El permitir espacios para la oposición, las concertacesiones que dieron lugar a las primeras gubernaturas que ganó Acción Nacional, etc. Pero creo que demasiado se dejaron deslumbrar por esa inteligencia sin entender que él era un modernizador, pero un modernizador a medias. Un modernizador de clóset que tenía en el clóset a su hermano; a sus cuates del capitalismo de cuates; que tenía a ese andamiaje de la corrupción que dejó intacto, que dejó tras de sí un legado con el cual seguimos cargando, que nos ha impedido modernizarnos como país.

- ¿Y del salinismo como época?

- Fue la época en la cual se cimentó el capitalismo de cuates, de compadres, vía la privatización de Telmex, la privatización de los bancos, la privatización de las carreteras; que creó intereses atrincherados y criaturas del Estado, porque Carlos Slim es una criatura del Estado concebida en el sexenio de Carlos Salinas, al igual que Elba Esther Gordillo; y el impacto que todo esto tuvo en la posibilidad de crecimiento económico, de un capitalismo más democrático, de un sistema educativo funcional… Él creó estructuras y cimentó prácticas y permitió una serie de conductas que ahora son los grandes lastres del país. Y llevó a una de las peores crisis que ha padecido México, la pérdida de cinco millones de empleos, la devaluación, la contracción económica del PIB… Un absoluto fracaso en términos del manejo macroeconómico del último año de su sexenio, por imperativos políticos. Porque echó a andar la maquinita del dinero, por la irresponsabilidad fiscal, por no devaluar cuando debió haber devaluado, porque quería salir como el presidente priista que no había devaluado, y dejó la casa aprehendida con alfileres.

- También fue señalado como responsable el gobierno de Ernesto Zedillo…

- Él después responsabilizó a Zedillo de la crisis, pero el problema es que Zedillo recibió esa casa aprehendida con alfileres, alfileres que la coyuntura le fue quitando y la casa se cayó. Pero yo no considero a Zedillo responsable de lo que heredó. Quizá manejó mal las primeras semanas de la transición, pero le habían dejado una bomba que explotó. Y para mí Zedillo fue un presidente con defectos, pero responsable. Sacó al país de la crisis, impulsó la reforma electoral del 96, es un hombre que ahora vive de su trabajo, profesor en Yale, sin escándalos... Comparen eso con la famiglia Salinas, porque no es sólo Carlos Salinas, es su famiglia; famiglia en el sentido italiano de un clan, de una mafia, de un hermano encarcelado durante diez años por malversación de fondos, por enriquecimiento ilícito… Después exonerado, porque en México todos después salen exonerados vía un pacto político.

- ¿Qué representa Salinas para el PRI?

- Pero Salinas representa en muchos sentidos lo peor de ese priismo maloliente, ese priismo de “cuatitud”, ese priismo que intenta modernizarse, pero tiene dentro de sí el ADN de su infancia y de su nacimiento. Y nació como un partido de caudillos, como un partido extractor de rentas, como un partido antidemocrático, y lo sigue siendo. Enrique Peña Nieto reproduce aquello o ejemplifica aquello que decía Marx, que la historia se repite primero como tragedia, y luego como farsa. Y hoy estamos viviendo la farsa de Enrique Peña Nieto porque reprodujo el esfuerzo modernizador de Salinas, pero arrastrando todos los viejos vicios del priismo, y en este sexenio, el priismo atlacomulquense, que representa la peor encarnación del PRI.