A Denisse Dresser no le gusta que le digan intelectual. “Me parece muy mamón. ¿Y por qué lo digo? Porque para mí el término 'intelectual' en México está asociado con la genuflexión al poder”. La analista y académica considera que durante mucho tiempo los intelectuales mexicanos no cumplieron con su función de decirle a los demás lo que no quieren oír, y de examinar de manera impecable a los poderosos.

“Los intelectuales -reflexiona- se volvieron parte de ese poder elitista concentrado, distanciado de la ciudadanía, precisamente por la cercanía que muchos tuvieron con presidentes a los cuales asesoraban. Yo creo que para ser un intelectual o un escritor o un crítico -usemos más bien la palabra “crítico”- hay que mantener siempre esa independencia”.

Para Dresser, dicha independencia incluye no ir a cenas, reuniones ni eventos sociales con la gente del poder. Al ver la fotografía donde aparece Carlos Salinas de Gortari, junto a intelectuales y la muñeca tetona, dice que no parece que los protagonistas estén en una reunión de trabajo. “No me parece una reunión en la que están discutiendo los grandes temas del país. Parece una reunión social en la que están tomándose la copa y platicando”.

La analista asegura que no entiende la presencia en la foto del fallecido periodista y columnista, Miguel Ángel Granados Chapa, pero le tranquiliza saber que siempre fue un gran crítico y alguien que mostró independencia del poder. “Uno como analista debe amarrarse al mástil del barco -como lo hiciera Ulises- y colocarse cera en los oídos para no sucumbir a la tentación de ser asesor del poder. Granados Chapa nunca lo fue”.

Dresser recuerda que en 2015 recibió la Legión de Honor por parte del Gobierno de Francia, en una ceremonia donde hubo muchos invitados, incluida la ex Primera Dama y actual aspirante presidencial, Margarita Zavala, a quien la analista considera una amiga. “Nos tomaron una foto que salió en las redes sociales -explica- y con la cual me molestan todos los días. Pero jamás sería su asesora ni votaría por ella. Tengo un deal breaker con ella: no apoya el derecho a decidir, pero esa foto está ahí para siempre. Y me arrepiento de que nos la hubieran tomado. Y para muchos es una forma de criticar y cuestionar mi independencia. Ante ellos respondo: Pues si uno votara por las personas con las cuales se toma una foto, pues ya habría votado por mi perra Sol o alguno de mis hijos. Una fotografía no significa nada”.

LA CRISIS DEL 68

Para el escritor y crítico, Pavel Granados, la relación entre los intelectuales y el poder forma parte de la normalidad histórica del país. Recuerda otras imágenes similares, como una foto donde aparece el General Álvaro Obregón comiendo con los escritores Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet y Julio Torri. Sin embargo, estima que la masacre de Tlatelolco en 1968 representó la primera crisis importante de la relación entre intelectuales y poder en México.

A favor del presidente en turno, Gustavo Díaz Ordaz, abogaban figuras como el novelista de la Revolución, Martín Luis Guzmán, de quien se cuenta que un día estaba comiendo un consomé de pollo en un Sanborns de la Ciudad de México, cuando llegó un joven a pedir dinero a los comensales para apoyar al movimiento estudiantil del 68. De repente, mientras veía cómo la mayoría de la gente contribuía, el escritor se paró y grito delante de su consomé de pollo: “Este plato que nos estamos comiendo, toda nuestra comida se la debemos al señor presidente Gustavo Díaz Ordaz”.

Granados recuerda también que otro gran escritor, Agustín Yáñez, quiso renunciar como secretario de Educación Pública tras la masacre de Tlatelolco, pero Díaz Ordaz le dio una patada como respuesta. Y finalmente, otra anécdota es la de lo que dijo Salvador Novo cuando vio que el Ejército entraba a Ciudad Universitaria: “Es la mejor noticia que he recibido en el día”.

“Uno quisiera dedicarse -matiza Granados- a cosas más interesantes que la política, pero de repente vienen estos sucesos que te arrancan de la escritura y tienes que voltear a ver lo que está pasando. Y yo creo que los más jóvenes escritores sí pudieron reaccionar a los sucesos del 68. Reaccionaron Carlos Monsiváis, reaccionó Elena Poniatowska con una valentía única al publicar La noche de Tlatelolco, que no le quiso publicar Siglo XXI, aunque ella había dado la casa para que estuvieran las oficinas de Siglo XXI. Finalmente la publicó Era”.

A partir de entonces, comenzó una nueva relación entre los intelectuales y el poder, impulsada sobre todo por la presidencia de Luis Echeverría, quien llamó a un proceso de supuesta democratización de libertad de opinión, sobre todo dándole voz a los universitarios. Granados estima que “Nexos fue resultado de esa política de ampliar la voz de los intelectuales a la plaza pública. Sin embargo, Echeverría lo hizo también para, por otro lado, tener la justificación de perseguir a la guerrilla inmisericordemente, como ocurrió en los años setenta. Son dos visiones de lo mismo: una intelectualidad mimada; y por otro lado una persecución política sin precedentes”.

TRES POSTURAS INTELECTUALES

Para Fabrizio Mejía, escritor y periodista, la fotografía demuestra que Salinas de Gortari, desde antes de ser candidato a la presidencia de la República por el PRI, estaba buscando legitimidad, luego de un intenso jaloneo interno, sobre todo con Sergio García Ramírez, el otro precandidato que se quedó en la raya. 

Para Mejía, la foto es “gemela” de una que publicó La Jornada en una portada de octubre de 1987, donde aparece Héctor Aguilar Camín -entonces subdirector de La Jornada y de Nexos- en campaña al lado de Carlos Salinas de Gortari, llenos de confeti. “Tal publicación -narra Mejía- provoca que Aguilar Camín envíe una carta al correo ilustrado de La Jornada, en el espacio de los lectores, diciendo: “Buena foto, mala leche, renuncio”. El otro subdirector de La Jornada que aparece es Miguel Ángel Granados Chapa, quien se mantuvo unos años más bajo la dirección de Carlos Payán. Los otros colaboradores de La Jornada que aparecen en la imagen son García Márquez, Elena Poniatowska, Iván Restrepo, Margo Su y Carlos Monsiváis”.

El escritor y periodista considera que la foto de Valtierra anuncia el intento de una nueva relación entre los intelectuales y el poder, luego de que en el 72, a raíz de la masacre de Tlatelolco, Echeverría incentivara la primera discusión pública que existió en México sobre la relación que los intelectuales debían tener con el poder. Esto, bajo una sentencia de Fernando Benítez que resumía todo a la elección de “Echeverría o el fascismo”. En el mismo tenor de este pronunciamiento, Carlos Fuentes, publicó un artículo en Excélsior, con el título “El verano de nuestro desconcierto”, donde planteaba la necesidad de apoyar a Echeverría e instituciones civiles porque podría haber un Golpe de Estado en México al estilo de los ocurridos esos años en Chile, Argentina, o Brasil.

Para Mejía, estas son las tres posturas básicas del mundo intelectual de ese momento:

1. La de Carlos Fuentes, inclinado en apoyar al presidente para que no haya un Golpe de Estado, basado en una cosa muy de Carlos Fuentes que eran estos análisis como geopolíticos que hacía del mundo, y como México estaba metido en ese contexto.

2. La de Octavio Paz, que recuerdo todavía que su frase como que generaliza su postura frente al poder. Dice que los intelectuales están mejor desde su recámara. Es decir, es como el intelectual aislado del poder, cosa que Paz no era ni cumplió. Además yo siempre pensaba: “Desde las recámaras se pueden hacer mil cosas”.

3. La Carlos Monsiváis, quien decía desde entonces, 1972, que sólo con una sociedad civil organizada, y que se resolvieran los crímenes del 68 y del 71, se podía empezar a hablar de una relación de los intelectuales con el poder.

En buena medida, esta es la raíz de los grupos culturales que se fueron estableciendo en los años siguientes en el país.

DE ARISTÓTELES A GRAMSCI

José Carreño Carlón, periodista y académico que fue nombrado Director de Comunicación Social del gobierno de Salinas de Gortari, explica la relación entre los intelectuales y el poder como una tradición que se remonta a la antigua Grecia, lo mismo con el caso de Aristóteles y Alejandro, o con los poetas latinos y César el emperador romano. “Lo que me resultó de lo más sorpresivo -eso sí- que fuera una reunión de Carlos Salinas como secretario de Programación y Presupuesto y potencial candidato a la presidencia”.

Carreño, quien también participaba en las reuniones del Ateneo de Angangueo, considera que en estos encuentros se daba una cierta mediación en la que el gobierno explicaba por qué se tomaban tales o cuales medidas o por qué las decisiones iban en un sentido y no en otro. “Yo creo que fue muy rica esa época. Manuel Buendía era un verdadero entusiasta de estas reuniones. Es más, las buscaban más los intelectuales y los periodistas, como una forma de tener una línea privilegiada de información que se daba en un ambiente relajado, aunque no se pudiera utilizar textualmente lo que se oía ahí”.

Para Salinas de Gortari, la relación del gobierno con el mundo de la cultura debe ser respetuosa y constructiva. “Porque vivimos -comenta el expresidente- en un régimen con una pluralidad y diversidad de pensamiento, y en el cual se ejerce la crítica, el comentario, el análisis desde la sociedad civil, y que resulta una tarea que es fundamental en el ejercicio del gobierno, porque es la que señala rumbos, la que apunta yerros y la que también expresa reconocimientos no como tales, sino refuerza acciones que se van construyendo, como positivas, dentro de la sociedad y dentro de la acción política”.

Salinas de Gortari pone de ejemplo a Antonio Gramsci. “Gramsci llama la relación entre la sociedad civil y la sociedad política; entre los intelectuales como formadores de consenso y creadores -incluso- de lo que se conoce como una hegemonía, que es alcanzar consenso sin necesidad de la coerción. Así que esta relación entre gobierno e intelectuales es natural, o deberíamos de decir, es una relación casi inevitable porque hay una tarea que el intelectual realiza y que es indispensable para el ejercicio del gobierno: la de la crítica, la del señalamiento y la de la construcción, juntos, de caminos que deben de ser de progreso y de justicia -sobre todo- para el país”.

-¿Qué es lo que usted cree que atrae del poder a los intelectuales?, se le pregunta.

- Yo no diría que es que el poder atraiga a los intelectuales. Finalmente, en el seno de la sociedad civil, el intelectual desarrolla una labor fundamental en esta construcción de hegemonía para que haya consenso sin coerción, y lo hace incluso de manera fundamental a través de su crítica, su capacidad de análisis, la fundamentación de sus reflexiones, su propia formación académica y cultural en lo personal. Así que es una fuente de poder los propios intelectuales. Y lo que están haciendo es, desde el ámbito de la sociedad civil, teniendo un diálogo indispensable con la sociedad política y, en este caso, con el jefe del estado en mi carácter de presidente de la república.