Oaxaca, Oaxaca.- Después de ser torturado por policías y militares en la sede oficial de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Oaxaca, el activista César Mateos fue trasladado al Penal de Ocotlán de Morelos. Al llegar solicitó ir al baño. Tras todo lo que había sufrido, el celador que lo recibió le pareció muy amable porque le dio permiso de ello, aunque no le quitó las esposas ni la bolsa negra que le tapaba el rostro. Solo le dijo: “haga usted del baño”. 

Minutos después lo llevaron ante un agente del Ministerio Público, ante el cual le quitaron la bolsa de la cara.

-¿Te golpearon?- le preguntó el funcionario.

- Sí- respondió Mateos.

Entonces sonó el teléfono y el activista oyó que el Agente del Ministerio Público decía: “no, yo no lo puedo recibir así. Además, ¿armas? ¿qué armas? Todas las armas son de registro. Además viene muy golpeado”.

Luego de colgar volvió a marcar a otra persona desconocida, a quien le dijo: “Yo no lo puedo recibir así. ¿Por qué no le hablas al médico para que lo venga a ver? No se vaya a morir”.

Finalmente, el activista no fue recibido en el Penal de Ocotlán. Otra vez le pusieron la bolsa negra en la cabeza y lo subieron a una camioneta, ahora con rumbo al Penal de Miahuatlán de Porfirio Díaz. Ahí se topó con un celador al que conocía tiempo atrás.

-Oiga, jefe, yo conozco al licenciado. Él trabaja con mi comunidad. Déjeme ayudarlo-, dijo el hombre a su superior, quien le autorizó que lo llevara a un área tranquila y le dieran una colchoneta y una cobija para dormir.

Al otro día, vio el patio lleno de compañeros de la APPO, principalmente mujeres detenidas y golpeadas. Corrieron a abrazarse pero luego los guardias los separaron. Ya había ocurrido la represión del 25 de noviembre de 2006 en la que decenas de personas fueron detenidas por elementos del Ejército disfrazados de policías federales.

Unas horas después, lo buscaron para decirle que tenía visita. “No fue visita. Me pasan a otro cuarto y ya estaban ocho federales de uniforme camuflajeado gris, con cara pintada de negro. Me dijeron que si yo era César Mateos. Me esposan inmediatamente y escucho ya el helicóptero. Me sacan. Cuando subo al helicóptero está un oficial igual camuflajeado y me dice “agáchate. No quiero que veas nada, cabrón. Si no ahorita te aviento del helicóptero para que veas cómo les fue a tus compañeros”.

Así fue su traslado al Penal Federal de Nayarit, donde también fue torturado y permaneció durante varios meses hasta que fue liberado por desvanecimiento de pruebas.

Todo esto me lo cuenta César Mateos mientras caminamos por los alrededores de las instalaciones oficiales oaxaqueñas. “Mi caso es uno de muchísimos. Yo creo que como mi caso fueron más de cincuenta. Vamos, simple y sencillamente a mi compañero Emeterio lo dejaron con secuelas visibles, con marcas. Los homicidios en las marchas, en las barricadas, las caravanas de la muerte, el asunto de las compañeras, de las vejaciones, las golpizas, hasta al día de hoy, a aparte de dar coraje, tristeza, a pesar de haber documentado todo eso, no hay absolutamente a nadie que esté purgando un proceso por estos hechos. Los principales actores policíacos en esos hechos perfectamente identificados hoy están asesinados como si se tratara de borrar evidencias”.

- En toda la historia de México solo ha habido 14 sentencias por tortura. Tú que fuiste víctima, ¿qué piensas de la justicia en México?

- Yo creo que han de ser casos excepcionales. No hay justicia en México. La justicia te puede garantizar la no repetición de esos actos, pero como no hay justicia por eso es que, tú mismo lo estás diciendo, son sólo esos 14 casos. No hay un Estado de Derecho y por eso se siguen repitiendo esos hechos. Si hubiese habido justicia en Oaxaca cualquier funcionario que llegase la pensaría dos veces para detener a un inocente, para volver a torturar, porque sabe que puede correr el peligro de ser procesado, pero no la hubo.

- Hace poco estuve en Telixtlahuaca con un campesino de casi 80 años que fue torturado en el operativo del 19 de junio de 2016...

- Allá voy. Estábamos en el proceso del 2006, tú sabes que hubo una investigación, se corroboraron los procesos de tortura, se comprobaron los asuntos de los homicidios, y, tú mismo me acabas de decir. Apenas hace unos meses ocurre el ataque de la policía armada para desalojar un bloqueo que era a raíz de la solidaridad con el movimiento magisterial por la reforma educativa, ¿por qué lo hicieron? Porque en Oaxaca no hay castigo para la gente que hace eso, para la que tortura y asesina. Por eso el asunto de la injusticia es gravísimo para el país. Y obviamente lo único que promueve es la repetición de esos actos. Fíjate, a diez años de estar cerca el aniversario del desalojo histórico y se atreven a desalojar un bloqueo a balazos. Y luego irresponsablemente quieren culpar a las organizaciones de la sociedad civil, y claro que lo quisieron comprobar, pero por fortuna el tiempo nos dio la razón.

- ¿Pero qué pasa con la sociedad? Siempre el tiempo le da la razón a las organizaciones, a las investigaciones periodísticas, o las investigaciones de Derechos Humanos, pero no pasa nada.

- Es lo que te digo, no hay justicia. Nunca se aplica la justicia en el país, sin embargo, las pruebas están ahí. Créeme o no, eso es una estrategia para presionar masivamente a la gente: “hagas lo que hagas aquí no pasa nada. Mejor cállate”. Una vez me preguntaron si volvería a hacer lo mismo, que si cómo me sentía de haber padecido lo que padecí y no haber obtenido justicia, que si lo volvería a hacer. Claro que lo volvería a hacer.

- ¿Aunque volvieras a sufrir lo que sufriste?

- Sí. Primero, porque tengo una obligación con mis compañeros que asesinaron, con las viudas y con sus huérfanos. Yo no quisiera que si algún día tengo nietos sufran estas atrocidades. A lo mejor no aguanto lo mismo, porque hace diez años que pasó, pero claro que lo volvería a hacer. No puede ser que después de 10 años permitas que en Nochixtlán pase eso. Nos han lastimado mucho ya. ¿A mí qué más me pueden hacer? Siguen las amenazas, y es muy probable que por seguridad tengamos que salir del estado. Aquí está nuestro hogar y a veces la gente no entiende el asunto de los oaxaqueños, dicen que somos muy aferrados. No, es que somos una gente que está muy arraigada con su tierra, con sus tradiciones. Aquí están nuestros muertos, nuestras tradiciones, y claro que no las vamos a dejar. Y al menos en mi caso voy a seguir levantando la voz.