Un grupo de niñas lloran junto al ataúd de María Magdalena en Atzalan; unas por haber perdido a su amiga de 11 años y otras por recordar la noche en que las despertaron apuntándoles a la cabeza.

“Es que ahora de quien nos tenemos que cuidar”, reclaman una y otra vez las personas adultas mientras recuerdan la madrugada de terror que vivieron el jueves 9 de enero en Atzalan cuando sujetos desconocidos y policías entraron a las casas, golpearon personas, encañonaron adultos y niños, robaron dinero y mataron a un abuelo y a una niña.

El cuerpo de María Magdalena Herrera Cardeña espera su turno de ser llevado al espacio que el pueblo cava en el panteón de Tepeztintla, un poblado de Atzalan al norte de Veracruz mientras que el pueblo se une en una exigencia de justicia.

Ella dormía esa noche junto a sus abuelos con quienes vivía cuando alguien comenzó a golpear la puerta, según cuenta su abuela Genoveva.

Era de madrugada por lo que no escucharon que ya habían entrado a otras casas, golpeado a sus habitantes, exigido armas y dinero que ninguno tenía consigo.

Cuando llegaron a donde vivía María Magdalena, su abuelo Berllarmino tomó su escopeta de cacería, narra Genoveva, para defender su casa de lo que creyó era un intento de robo. Entonces empezó la balacera.

Sepelio en el panteón de Tepeztintla

Entre lágrimas la señora recuerda la forma en que ella y sus dos nietas tuvieron que tirarse al suelo mientras que las balas rompían las botellas de refresco de la tienda que tenían en su casa y las mojaban por completo.

“No se te vaya a ocurrir venir porque aquí no quieren ver a nadie afuera”, recuerda la mamá de María Magdalena, Lety, que fueron las últimas palabras que escuchó de su hija por teléfono cuando le advertía lo que estaba pasando. La llamada se cortó y aunque intentó volverle a llamar, ya no tuvo comunicación. Lo siguiente que supo es que una bala le había dado en la cabeza.

Para Genoveva todo es confusión. Hombres que entraron a su casa, su nieta muerta en un charco de sangre, su esposo golpeado y asesinado, ella y su otra nieta sometidas sin ver a los agresores, un elemento de la Fuerza Civil de Veracruz llevándola a la patrulla a esperar, horas y horas de ir y venir en que la Policía la llevaba entre ciudades sin que nadie le explicara lo que sucedía y su casa saqueada.

El primero en ser despedido en el panteón, en medio de la neblina de las montañas, es Berllarmino, un agricultor de 63 años para quien los pobladores hacen fila para echar agua bendita y dar el último adiós.

A él todos lo querían. Era el coordinador de la zona de Sembrando Vida e incluyó en el programa social a más de 20 personas. Había sido juez auxiliar, tesorero del patronato de la iglesia y ayudado a gestionar apoyos para la escuela primaria.

Veracruz alega agresión a Policía Civil; pobladores de Atzalan no están de acuerdo

Sepelio en el panteón de Tepeztintla, Atzalan

El Gobierno del Estado de Veracruz circuló un boletín donde informaba de la muerte de Berllarmino y su nieta, señalando que los elementos de la Policía Estatal y Fuerza Civil atendieron una llamada de emergencia y fueron agredidos lo que terminó con cuatro oficiales lesionados. Para los muertos una escueta línea.

“Un sujeto les disparó, por lo que inició un enfrentamiento, repeliendo la agresión, dejando un saldo de: cuatro lesionados (un elemento de la Fuerza Civil y tres pertenecientes a la Policía Estatal), dos personas fallecidas (un hombre y una mujer) y la detención de Marcelino N”, señala el comunicado. 

El gobernador, Cuitláhuac García aseguró que no había sido un operativo fallido por el deceso del anciano y la niña. Las familias no están de acuerdo en ello.

Panteón de Tepeztintla

“Yo les decía auxilio, a mi niño no me lo maten”, cuenta Alicia Cardeña, a quien sacaron de su casa y amarraron a un poste mientras vio com le pegaron a su hijo de un año, todo antes de que mataran a su papá Berllarmino. Saber la versión de las autoridades a ella le parece una burla.

En total esa noche hubo tres detenidos. Los tres, según cuentan los habitantes de Tepetzintla son personas que conocen y que no generaron la agresión de la que les acusan.

Por el contrario, de lo que están convencidos muchas de las víctimas de esa noche es que todo fue realizado por los policías, desde el ingreso ilegal, el asesinato y el robo, aunque muchas no lograron ver los uniformes en las primeras horas que duró el terror.

Ahora a ellos solo les queda pedir justicia, decir adiós y limpiar la sangre que quedó impregnada en el suelo de la casa de Magdalena y Berllarmino.

“Que investigue qué cosa es, qué pasó eso así, porque me saquearon la casa (…) justicia por mi niña pobrecita, era una niña porque la mataron así si ella no debía nada y justicia por ella y por mi esposo porque mi esposo era un hombre de mucho trabajo”, pidió Genoveva.