Saltillo.- Saltillo y Torreón tendrán alcaldes de alternancia a partir de este lunes, cuyo periodo será de un año con opción de reelegirse para el trienio 2019-2021. La capital votó por el primer presidente municipal panista en 1990, cuando Rosendo Villarreal venció a Abraham Cepeda por un margen estrecho. El triunfo de Jorge Zermeño en Torreón, seis años después, estuvo precedido de protestas sociales por escándalos financieros en la administración priista de Mariano López Mercado, las cuales, junto con el desafecto del gobernador Rogelio Montemayor, provocaron su renuncia.

La alcaldía capitalina la asumirá Manolo Jiménez (PRI) y la de Torreón el mismo Jorge Zermeño (PAN). Saltillo aventaja a la metrópoli lagunera en infraestructura, actividad económica, seguridad y servicios públicos. Gente de Torreón que ha tenido la oportunidad de cambiar de residencia radica ya en la capital por ser una de las mejores del país para vivir. La industria automotriz detonó la transformación de Saltillo en la década de los 80 del siglo pasado. Las primeras armadoras se instalaron en el gobierno de Óscar Flores Tapia.

Los alcaldes de Saltillo, sean del PRI o del PAN y mejores unos que otros, han elevado el rango de la ciudad para hacerla competitiva y atraer inversiones nacionales y extranjeras. También existen problemas que es preciso resolver, como el del transporte público, la insuficiencia de servicios, el desabasto de agua y la saturación de vialidades, rebasadas en menos tiempo del previsto por el equívoco de privilegiar el uso del automóvil y posponer la ejecución de sistemas de transporte colectivo.

Después de ser la ciudad más avanzada y próspera del estado, Torreón se empezó a rezagar por una serie de factores que impactaron negativamente su economía, como el agotamiento del sistema ejidal, la falta de un modelo alternativo, el retiro del gobierno federal como fuente de presupuestos generosos para el campo y otros sectores y la ausencia de inversión pública y privada. La Laguna es una de las regiones más tecnificadas en materia agropecuaria, pero ese sector no cubre por sí solo las necesidades.

Torreón registra una alternancia más que Saltillo (4-3), pero cuando Humberto Moreira, como candidato a gobernador, perdió el municipio y Eduardo Olmos la alcaldía en 2005, las cosas empeoraron. La ciudad sufrió una especie de veda y las relaciones con el alcalde panista José Ángel Pérez, quien tampoco tenía un carácter conciliador, hicieron crisis. La inversión dejó de fluir y con la entrada de carteles empezó la escalada de violencia y de barbarie que convirtió a Torreón en una de las metrópolis más peligrosas del mundo, según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.

Venganza política o no por el voto mayoritario de una comunidad contra el gobierno del estado y su partido, Torreón pagó demasiado caro las consecuencias de la iracundia, la insensatez y el desarreglo entre Humberto Moreira y José Ángel Pérez. Manolo Jiménez recibirá una ciudad mejor que la que Zermeño dirigirá por segunda ocasión. Saltillo votó por el PRI en las elecciones del 4 de junio, y Torreón por el PAN. El gobernador Miguel Riquelme cometería un error si aplica el criterio de premiar a la primera y castigar a la segunda como lo hizo Moreira.

Riquelme asistirá este lunes a medio día a la instalación de la LXI legislatura, primera en la que el PRI no será mayoría, pues tendrá diez de veinticinco asientos; el resto corresponde al PAN (nueve), Unidad Democrática de Coahuila (tres), Morena (dos) y PRD (una).

Por la tarde, el gobernador acompañará a Manolo Jiménez a su toma de posesión. El secretario de Gobierno, Jesús María Fraustro, lo representará en Torreón, donde asumirá Jorge Zermeño.