El ganador del premio Nobel de Medicina de 1962, James Watson, fue despojado de este y otros títulos honoríficos luego de lanzar en repetidas ocasiones comentarios racistas en contra de la población negra, a la que calificó como "inferior" en inteligencia.

Polémicas declaraciones 

Desde 2007, apuntó al periódico británico Times que era "pesimista respecto al futuro de África porque todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia es la misma que la de los blancos, cuando todas las pruebas indican que en realidad no es así".

Los comentarios causaron su despido del laboratorio Cold Spring Harbor, además de que fue destituido de sus funciones administrativas. Sin embargo, tras disculparse logró conservar sus títulos como rector emérito, profesor emérito Oliver R. Grace y miembro honorario, según informa BBC MUNDO.

Un científico racista 

Error. El pasado 2 de enero el investigador afirmó que los genes influyen significativamente en el promedio que consiguen negros y blancos en pruebas de inteligencia o de coeficiente intelectual, así que la institución decidió quitárselos de una vez por todas. 

"Las declaraciones del doctor Watson son reprensibles y carecen de respaldo científico", indicó el laboratorio en un comunicado. Por su parte, Watson, de 90 años, se encuentra en un hogar de cuidado recuperándose de un accidente automovilístico. En 2014 vendió su medalla de oro en un hecho insólito. 

Un premio Nobel manchado de robo 

El investigador compartió el Nobel de Medicina en 1962 con Maurice Wilkins y Francis Crick por su descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADN. Un hallazgo considerado clave en la historia de la ciencia moderna, manchado de falsedad. Watson y Crick se apropiaron ilegalmente de los fundamentos de la estructura molecular de ADN descubiertos por Rosalind Franklin y se basaron en ellos para desarrollar su propio trabajo. Ninguno le dio el crédito y se desconoce si la científica supo del robo intelectual del que había sido objeto, denuncia Rosa Montero en La ridícula idea de no volver a verte