Hasta ahora existía muy poca evidencia acerca de los primeros habitantes de la Ciudad del Sol y su identidad permanecía como un misterio histórico. Sin embargo, nuevos descubrimientos de la Plaza de las Columnas apuntan a que la élite maya también contribuyó al crecimiento de esta impresionante urbe. 

Foto: Tomada de INAH.

A través de la excavación de pozos con una profundidad de hasta 5 metros, se ha determinado que las estructuras de la Plaza de las Columnas (situada entre la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna) sirvieron para actividades administrativas, ceremoniales y probablemente como residencia de la maya, hacia el año 350 después de nuestra era.

El equipo de arqueólogos dirigido por los doctores Saburo Sugiyama, Verónica Ortega Cabrera, Nawa Sugiyama y William Fash, afirma que los restos de pintura mural de la Plaza permiten señalar la presencia de las élites mayas en Teotihuacán (cuyo verdadero nombre es 'Teo uacan'), y que ésta no fue periódica y con fines rituales, sino permanente.

Foto: Tomada de INAH.

"Es probable que los artistas que hicieron estos murales, y los funcionarios mayas de más alto rango político, habitaran en un edificio al norte de dicho montículo", indicó Sugiyama sobre el sitio en el que se hallaron figurillas humanas similares a las que se observan en los murales del barrio teotihuacano de Tetitla.

Foto: Tomada de INAH.

Otro contexto parece reforzar esa idea. A un costado del montículo norte, los arqueólogos ubicaron una amplia concentración de materiales de desecho carbonizados, producto de una ceremonia colectiva: huesos de animales (conejo, venado, codorniz, liebre) y semillas de alimentos (yuca, tabaco, chile, tomate),  además  de piezas de obsidiana, conchas y múltiples fragmentos cerámicos.