Alicia ha regresado al país de las maravillas para ayudar a su amigo, el sombrerero loco, a recuperar a su familia, aunque esto signifique retroceder en el tiempo.

La poco esperada secuela a la adaptación de la novela de Louise Caroll, “Alicia en el país de las maravillas”, dirigida mediocremente por Tim Burton, ha llegado,  esta vez de manos de un director que parece no conocer nada sobre dirección actoral y con un guión confuso que trata de abarcar tramas absurdas para conectar con un mensaje de autoestima y familia, algo diluido.

James Bobin dirige esta nueva aventura de la forma más poco propositiva posible cuyos actores parecen estar haciendo fila en un minisuper digital. Podría ser la peor película del año y en polos opuestos, la mejor pagada en cuestión de elenco que cuenta con un Johnny Depp, que hace una trabajo sobrevalorado y deprimente,  donde sus expresiones calculadas son regla. Helena Bonham Carter reaparece como la reina roja y al fin el espectador se da cuenta que su actuación es sobrevalorada. Una adición interesante es Sacha Baron Cohen que interpreta al mismísimo Tiempo. Cumple pero un plagio del ya personaje natural y director de cine Werner Herzog. Como Alicia aparece la desperdiciada Mía Wasikowska, su actuación es cumplidora pero confusa y en su mayoría desperdiciada a un punto ridículo.

La música es curiosamente la que lleva el peso narrativo con la que su compositor Danny Elfman lucha por captar magia entre este espectáculo de efectos especiales baratos y sin verdadera necesidad narrativa.

Alicia a través del espejo es una cinta totalmente olvidable que trata de plantar la franquicia para diez secuelas,  pero esperamos que Disney capte el mensaje, a nadie le interesa sus historias reimaginadas de excelente literatura que solo buscan estilo más no sustancia.