Sería de ilusos descifrar de qué trata la quinta entrega de la franquicia que no se detiene por nada,  ni siquiera estar consiente de su fracaso en taquilla pese a lo invertido. Prometida como la última parte que cuenta con la viciada dirección de Michael Bay, ¡por favor, Dios! Es quizá la peor película comercial del año, el creativo perdió cualquier interés por contar una historia que plantee un inicio, conflicto, desenlace. 

El realizador experimenta con nuevas técnicas narrativas, como si un niño de 5 años te estuviera hablando. Cada veinte minutos una nueva trama emerge sin llegar a ningún lado solo para seguir con el siguiente proceso narrativo, no hay una resolución coherente, usted amable lector se dirá a sí mismo: “estas películas no se deben comprender, se deben de amar por lo que son”, a lo que respondemos 'ya existen tres de cuatro partes de esta franquicia que logran ese cometido, esta vez, es imposible, la terquedad de no querer dejar a nadie más dirigir o de que se escriba un guión son los pasos claves para que fracase'. La visión y razonamiento ya no embonan con la realidad creada anteriormente por la franquicia.

Con un presupuesto tan grande, que parece presupuesto de un país pequeño, el director se abalanza en contar la razón por la que los robots gigantes prefieren la Tierra como su campo de batalla, abarcando desde el medievo, la segunda guerra mundial y toda la ciencia ficción que se pueda producir, agreguemos entonces que ahora Optimus Prime se pasó al bando equivocado y tenemos como resultado un Blockbuster veraniego que nadie pidió.

Mark Wahlberg regresa como Cade Yeager el único ser humano que parece distinguir entre robots malos y buenos; su actuación es justa a lo que pide este proyecto. La adición de  Sir Anthony Hopkins hace una historia diferente, el ganador al Oscar de 1992 busca solo existir, ser relevante y acepta cualquier trabajo -que pague carretadas de dinero- aun si sea más un recurso de exposición narrativa que un personaje creado.

No todo es horrible en el mundo de los robots que se transforman, ahora podemos decir sin temor que los primeros cinco minutos de la cinta son lo más agradables que ha realizado Michael Bay en cinco años, después de esto, es un descenso al olvido.

El primer diálogo de Hopkins es: La magia es real. - Una declaración absoluta, el cine es magia pura, solo que en esta película es imposible encontrarla.