Nunca una crisis económica había desplazado a tantas personas de la clase media a la calle, sin empleo, sin techo y sin alimento. Si bien en las últimas 40 décadas la palabra que definió nuestra existencia fue: “crisis”, lo cierto es que las crisis globales no habían tenido un efecto simultáneo y general en todos los países al mismo tiempo como en este momento; me explico, mientras en México vivíamos el efecto tequila, en Japón o en Italia con trabajos se enteraban del fenómeno, cuando Grecia entró en la quiebra, en Perú algunos a penas sabían del tema, las últimas dos grandes hecatombes económicas, la crisis de punto com en 2001 y la de 2008, la crisis hipotecaria en EU, daban golpes a la sociedad pero no en la misma magnitud ni de forma planetaria, vamos que a lo mejor afectaba al dólar, al precio del petróleo, pero cada país amortiguaba su realidad y las sociedades que no estaban tan bursatilizadas difícilmente se destruían, sobre todo a la clase media en la magnitud en que lo está haciendo el covid-19.

En México se perdieron ya un millón de empleos formales, trabajadores que tenía un empleo estable en el rango de los 2 a 4 salarios mínimos; de los 19 millones de trabajadores que quedaron en la formalidad, la mitad han visto reducido su ingreso en salario y prestaciones, y la mayoría todavía están esperando el proceso de una pandemia que durará por lo menos de 6 a o 8 meses por lo menos, sino es que años, en tanto exista una vacuna o cura. En Estados Unidos el proceso es idéntico, proporcionalmente hablando, allá se perdieron cuarenta y cinco millones de empleos en los primeros dos meses de la pandemia. En total en el mundo se han sumado a la fila del desempleo a 400 millones de personas, en el entendido que ya existía un déficit enorme de trabajo sobre todo para los jóvenes.

Pero toda esta clase trabajadora desplazada tiene características que la determinan, la mayoría cuanta con un nivel de preparación técnica o académica, por lo menos en su familia alguien ha podido acceder a algunos estudios, pues fue una de las grandes aspiraciones sociales de las últimas generaciones, es decir, ha adquirido una capacidad de entendimiento de la realidad y del entorno social y económico con elementos de análisis, incluso con acceso a un volumen infinito de información en las redes.

Pareciera que está dormida jugando en internet, en los discursos sociales dominantes: el individualismo, la superficialidad, el emprendedurismo, etc., pero la realidad está tocando el estomago cada ves más cerca y es difícil pensar que no serán un agente de cambio ante los procesos sociales, políticos y económicos que se vienen en el mediano plazo.

Hoy podemos distinguir distintas acciones sociales en el mundo, en Wisconsin y Washington marchan por la violencia racial, en Argentina están tomando tierras los desplazados, en Tailandia hay movilizaciones estudiantiles, en Israel, España, Alemania, hay marchas por los efectos y las decisiones por la pandemia. Son diversos y dispersos los discursos, algunos van sobre los derechos (políticos y sociales), otros sobre los mitos (en contra de las vacunas), incluso se han revivido los discursos de odio social, son pequeños brotes, aislados, pero son constantes.

¿Qué camino tomará la clase media desplazada cuando el hambre sea insoportable, cuando los hijos no tengan techo o comida? Reclamará el abandono del estado de bienestar (sobre todo el sistema de salud), peleará por recuperarlo, será capas de organizar un sistema cooperativista de consumo y producción que le permita una subsistencia, o seguirá acuñando el individualismo tratando de encontrar la oportunidad a partir de la tragedia.

Cuando despertemos estará allí esa Clase Media desplazada, la que alguna vez tuvo aspiraciones, la que tuvo como meta la preparación propia o de sus hijos como posibilidad de crecimiento, la que está endeudada por todos lados, la que es urbana y no tiene ni un pedazo de tierra en donde sembrar nada, la que se sabe comunicar, sabe usar redes, sabe el valor de la palabra, la que le entiende al sistema jurídico, financiero, político, pues ha sido quien lo ha trabajado, la que se ha dado cuenta que el discurso se ha agotado, la que no compra esperanzas simplonas, la que sabe que no regresará una nueva normalidad pues entiende perfectamente el deterioro económico que estamos viviendo, la que siempre ha sentido coraje por el abuso, la que ya no cree en un sistema jurídico per se, sino que lo cuestiona, lo cuestiona todo, pero también conoce el valor del orden y el respeto, la que agrupa a una generación enorme de jóvenes que sabe este es el momento de tomar su futuro en sus manos.

Es nuestra responsabilidad analizar y acompañar todo este proceso que viene, sinceramente dudo mucho que el final sea tener una vacuna y regresar agarrados de la mano a caminar por un centro comercial derrochando felicidad, por el contrario es momento de re entendernos como sociedad y pensar en el papel que jugamos para ella y el sentido de la organización del estado nación.

** Maestro en Derecho por la UNAM