No es una víctima ni una mártir de la libertad de expresión, pero la piloto Ximena García reconoció su error incitando a la violencia contra el presidente Andrés Manuel López Obrador y los ciudadanos que asistieron al Grito de Independencia la noche del pasado 15 de septiembre.

En video difundido por El Universal, “Xime” reconoció que sus amenazas -qué no “bromas”, ni “libertad de expresión” fueron expresiones inmaduras y que no pensó.

Por lo pronto, la piloto fue retirada de su cargo en Interjet. En mi opinión, lo más prudente sería que no volviera a pilotear una nave de pasajeros, al menos hasta que reciba alguna especie de curso de concientización respecto a expresiones de odio o algún programa similar.

¿Qué pensará ahora los derechairos que durante 48 horas se dedicaron a defender, de forma irracional, resentida y visceral, lo indefendible? ¿Los qué aplaudieron las amenazas de Ximena, de las que ella misma está arrepentida, con el plañidero hashtag #TodosSomosXimena?

Con el simple hecho de ver quienes eran los que defendían las amenazas de la piloto cesada en las redes sociales (Felipe Calderón, Belaunzarán, Laura Zapata, decenas o cientos de bots y trolls “libertarios”), se puede ver de que lado correspondía la razón y la cordura.

Que prevalezca la razón por encima de la violencia.