“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”  

(Lucas 6, 41-42)

 

El gobernador de Puebla juzgó, poniéndose a nivel de deidad, al decir: “porque yo gané, me la robaron, pero los castigó Dios”. Equiparó el mortal accidente en el que perdió la vida la gobernadora de Puebla Martha Erika Alonso y su esposo el senador Rafael Moreno Valle con un castigo divino.

Su comentario no solo es mezquino y demuestra su envidia y odio a los muertos, sino también violenta lo que debería de ser la actitud y comportamiento de un funcionario de la nación que se supone defiende la laicidad del Estado.

¡Hipócrita antes e hipócrita ahora!, ya que él mismo llamó a la reconciliación y a la paz mientras anduvo en su “segunda” campaña. ¡Qué pronto lo olvidó, ya siendo gobernador!

Suponiendo por suponer que el impresentable mandatario local tenga retroalimentación del Rey Celestial, más debiera preguntar cómo hacer para disminuir los niveles de violencia en su estado o cómo mejorar la economía. Al paso al que va, no tarda en ser el tercer gobernador más nefasto de Morena (solo precedido por Gutiérrez y Blanco).

Barbosa olvida que Jesús dijo “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, por lo que si quedaba alguna duda, su comentario tampoco tiene lógica teológica.

 

El gobernador de Morelos también patinó gacho, aunque de otra forma. Dijo que todos los funcionarios de su administración cumplen con la ley de responsabilidades administrativas del estado. Que su medio hermano trabaje para su gobierno poco importa. Que además no tenga experiencia en la administración pública, tampoco. Bastó la decisión y juicio del ejecutivo de dicha entidad federativa para que la ley se use de adorno.

 

Desde tiempos inmemoriales el hombre juzga a sus semejantes; basta la anterior cita bíblica para ilustrarlo. En nuestro tiempo, esta confusión que tenemos como sociedad entre la libertad de expresión y atribuirse la facultad de hacer un juicio social sumario de las personas y de las situaciones ha ido en aumento. Hoy en día todos nos erigimos jueces y expertos. Hemos confundido la posibilidad de palabra con emitir juicios a la ligera.

Esta confusión es cuestionable cuando lo realiza cualquier persona, pero se vuelve grave cuando el que se confunde (y confunde) es la autoridad. Lo que se consideraría un comentario tonto e inocuo cobra nuevas dimensiones.

Por tanto, cada día y con mayor tino y precisión se requiere separemos las múltiples oportunidades que tenemos de expresarnos, con la idea de ser jueces. De lo contrario se pensará que la justicia es dúctil y que se puede manejar desde otras inadecuadas instancias.

VMG