La excelencia de un regalo reside en su conveniencia y no en su valor

Charles Dudley

La abominable envoltura

Por los asomos que conocimos de “la reforma Gertz Manero” que se pretendía presentar al Senado de la República la semana pasada, sabemos que esta haría del sistema de justicia el principal eje para vulnerar las garantías individuales consagradas en la Constitución. Simple y sencillamente, el retorno al Estado autoritario del que hemos estado huyendo en México desde hace ya mucho tiempo.

En este caso, como en muchos otros, la estrategia de López Obrador ha resultado efectiva para sus fines: presentar la parte más descabellada de una iniciativa, programa, acción o propuesta, y conseguir que la discusión se centre solo en ese segmento. “Tirar alto para asegurar un punto medio”, se dice en términos de negociación.

Supongamos, por un momento, que alguien nos “ofrece” un regalo. Si lo abriéramos y examináramos, nos daríamos cuenta que el obsequio es abominable, pero resulta ser que el envoltorio lo es también. Uno (ciudadanía, oposición y hasta seguidores), porque así es la naturaleza humana, se inclina rápidamente a polemizar sobre la envoltura, olvidando que en el proceso se nos acaba de endilgar el contenido de la caja, que es aún más despreciable. Así, pareciera que en la palestra pública, tras acaloradas discusiones —y dado que se logra eliminar disminuir o aceptar lo superficial, que es de por sí escandaloso— se resuelve el problema. Sin embargo, nada más alejado de la realidad. Lo que nos queda, “ya sin el papel que lo cubría” —lo que sobrevive de la iniciativa o acción; el punto medio— resulta bastante peor a lo que existía anteriormente.

Distraerse con el ruido

No es la primera vez que así ocurre. Veamos: en el proceso de nombramiento de Rosario Piedra para encabezar a la CNDH, lo principal era que la candidata NO cumplía con los requisitos indispensables para ser electa (ella misma lo reveló unos días después). Sin embargo, cuando se llegó a ventilar o discutir ese punto —el cual debería haber sido el primero a revisar por el Senado—, ya había sido votada y nombrada; esa sí una parte del proceso de designación mucho muy debatida y cuestionada, pero en el fondo superficial.

Otro ejemplo: la propuesta del Tren Maya, “aprobada” e incluida en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2020 sustentada en que la iniciativa privada invertiría en un esquema de asociación pública-privada 30-70%. Ahora resulta que el proyecto estará financiado gracias a una mega reasignación del presupuesto ya aprobado, lo que por supuesto afectará otros importantes rubros del erario. Se perdió de vista, esto es, se dejó de insistir en la inviabilidad y lo poco rentable del proyecto, particularmente para la iniciativa privada, y la discusión se centró en asuntos específicos de esquemas de financiamiento y de afectación ambiental (nimiedades, para ser francos).

Y podríamos seguir: el INSABI, el avión presidencial, Santa Lucía y un larguísimo etcétera.

Dos pasitos pa’ delante, uno para atrás

Lo fundamental es que como ciudadanos pensantes y racionales tengamos claro que hay una estrategia detrás de cada iniciativa de este gobierno: en un principio, mostrar lo que más ruido hace; luego, permitir que la sociedad y lo que queda de la oposición se desgasten en la presentación (pre-presentación o filtraciones en torno a la misma); y después llevar a cabo la aprobación e implementación del contenido central —EL PORQUÉ de la iniciativa misma.

El sistema de justicia del país requiere mejoras. Eso no debe de justificar, bajo ninguna circunstancia, caer en el juego que ha planteado Presidencia. Si la propuesta que finalmente se presente a discusión del legislativo y de la sociedad contiene algún elemento regresivo, en lo general o en lo particular, francamente entonces mejor dejemos el marco normativo como está. La reforma es necesaria sí, pero debe darse si y solo si mejora y no empeora el marco de actuación del Poder Judicial. ¿Así o más lógico?

La estrategia de la 4T es incitar a la discusión superflua para que lo principal pase desapercibido y sin mayor aspaviento. ¿Podremos la oposición, los mismos legisladores de Morena y la sociedad en su conjunto continuar la discusión hasta sus últimas consecuencias sobre el OBJETIVO de la reforma o nos contentaremos con debatir el color del empaque y solo impedir que se apruebe lo superficial? La pregunta es tan profunda y vital como los cambios propuestos. El Poder Judicial no es el Tren Maya, no es el andamiaje electoral; no es la política educativa, no es Texcoco; ni siquiera es el INSABI y el sistema de salud. Se trata del basamento institucional sobre el que se sostiene el Estado, la impartición de justicia y la vida en sociedad. ¡Pongamos mucha atención a lo que se nos “obsequie”!