Y cuando despertamos, la corrupción todavía estaba allí...<br>

Parafraseando a Augusto Monterroso

Los derechos de autor

Si lo que quería era darnos un ejemplo de inmoralidad económica, el presidente López Obrador lo logró. Independientemente de cuál haya sido su intención —y aun en el caso de que donara sus honorarios: lo está pensando, dijo—, lo cierto es que no se vale promover un negocio privado con recursos públicos. Y eso es lo que ocurrió en la mañanera de ayer martes 19 de noviembre.

Tanto él mismo, por ser el autor, como la editorial Planeta obtendrán muy buenas ganancias con su libro La economía moral. Ya iban a ser suficientemente elevadas las utilidades por la popularidad del escritor, gigantesca como sabemos; por la capacidad mercadológica de la empresa editora, la mas importante en lengua española, y por el tema de la obra, más que interesante en un periodo de cambio de paradigmas económicos en todas partes. Pero el hecho de haberle dedicado tanto tiempo a promover el libro en la mañanera —conferencia de prensa diaria organizada con recursos del erario y en el espacio público por excelencia, Palacio Nacional— hará que las ventas aumenten exponencialmente.

No me opongo a que el señor presidente gane dinero escribiendo y vendiendo sus libros. Lo que ma parece absolutamente indebido es usar toda la fuerza del Estado para promoverlos. No se vale.

La corrupción como pretexto

Es cierto, uno de los cánceres que azotan y destrozan a nuestro país, como a muchos otros, es la corrupción. Esta se expresa de diversas formas, a todos los niveles de gobierno y en múltiples esferas de la sociedad. López Obrador prometió desterrarla de México; se montó en ese anhelo y ganó las elecciones presidenciales hace ya más de un año. “Se barre desde lo más alto”, ha dicho, igual que se barren las escaleras...

En su mañanera de este lunes, como ocurre casi cada semana, tocó el tema: “...ya no se permite ninguna trampa; desde luego que no se acepta el influyentismo ni la corrupción. Ya se acabó lo del moche, lo del 10%... No se va a entregar dinero a organizaciones. No hay proveedores predilectos del régimen. Hay transparencia en las licitaciones, ganan los que ofrecen mejores precios… Ya se acabó la corrupción, ya lo puedo decir. Se acabó el bandidaje oficial.”

Quizá el presidente no sabe (igual y sí, pero le da igual) que el 90% de las compras de su gobierno se realizan de forma directa, esto es, sin concursos ni licitaciones de por medio, y que esa es considerada una de las peores prácticas que alientan la corrupción en las administraciones públicas a nivel mundial.

Valdría la pena que alguien le tradujera lo que ha dicho el diario Financial Times de él (sí, ya sé, ha de pensar que eso no cuenta por se trata de prensa fifí): “El combate a la corrupción lo utiliza para intimidar a sus rivales políticos, mientras protege a las personas de su equipo.” El título del texto editorial lo dice todo: “López Obrador acusado de aplicar un doble estándar en la guerra en contra de la corrupción”.

Sin defender a unos u otros, el rotativo pone como ejemplo la diferencia en el trato que se le da a Medina Mora versus el conferido a Manuel Bartlett o con respecto a Yeidckol Polenvsky y la exención del pago de impuestos. Señala que la corrupción no se ha terminado en México con la administración federal actual, sino que es la narrativa gubernamental la que la da por desterrada y que se ha instruido a la burocracia a no hablar de ella.

Algo parecido intentó hacer en algún momento el presidente Peña Nieto con respecto a la inseguridad. Efectivamente, procuraba no mencionarla en el discurso y aunque parecía que hubiese disminuido, seguía ahí.

En lo más alto

Y ayer, decíamos, el presidente López Obrador nos concedió otro ejemplo que evidencia no solo que el fenómeno está presente, sino que se manifiesta desde lo más alto. Reitero que vender libros en la mañanera es ilegal. ¿O cómo llamar al acto de propaganda que dio en la conferencia de prensa anunciando la publicación y próxima puesta a la venta de su más reciente libro?

Con recursos públicos de comunicación de la presidencia y otorgándole más de media hora de tiempo oficial, AMLO promocionó una publicación de su autoría y editada por Planeta, una empresa privada. Lo hecho por el presidente fue un acto digno de los peores momentos de corrupción de la tan denostada época neoliberal. ¡Y lo llevó a cabo el líder de la nación! El mismo que dice haber acabado con la corrupción y el influyentismo.

Usó su poder para dar a conocer un producto personal, lo que no puede catalogarse como actividad pública y de interés de Estado (incluso si después la 4T decidiera usarlo como libro de texto para dictar el rumbo que se le dará a la economía nacional).

Total, ahora ya todos sabemos de boca de AMLO, proferido desde el salón de la Tesorería de Palacio Nacional, cuánto costará esa publicación... Lo único que espero ahora, es que cuestionar la propaganda que dio a su libro con costo al erario no amerite que el primer mandatario también me tache de mezquina...

Quizá en lo único que en realidad se parece Andrés Manuel López Obrador a Benito Juárez sea en aquello de que: “para los amigos, la justicia y la gracia; para los enemigos, la justicia a secas”. Ojalá fuera para unos y otros solo la justicia, y de preferencia la ley como primer paso, pero mientras siga permitiendo en las filas de su gobierno, de su partido y de su propia persona los los actos de corrupción, tendrá que ser cuestionado.

López Obrador debe optar por la norma a secas para todos los miembros de la 4T; de otra manera su discurso de una corrupción muerta no es creíble. Será solo un pretexto que tarde o temprano, dejará ver la cruda realidad de lo que sucede en el gobierno y en Morena.

Su discurso ya no basta; y su ejemplo comienza también a dar de qué pensar.