Te pareces tanto a mí<br>que no puedes engañarme<br>nada ganas con mentir<br>mejor dime la verdad…<br>

Juan Gabriel

Al presidente López Obrador le fascinan las citas bíblicas y frases de origen religioso. Tal vez sea momento de recordarle que, en el antiguo testamento, cuando Jehová le entrega a Moisés las tablas de la ley, en las mismas se estipuló como uno de los diez mandamientos el de “no robarás”. Así, desde el punto de vista legal y del religioso (judeo-cristiano) se prohíbe el robo.

En los mandamientos, este es enunciativo y general; no especifica lo permitido o las excepciones. La redacción es clara y concisa, no permite interpretaciones. Pero por si quedara alguna duda, el décimo mandamiento sentencia: “no codiciarás los bienes ajenos”. Lo cual es un paso antes de robar, no se debe envidiar ni desear lo ajeno.

La ley moderna, que aún impera —creo— en México, tipifica el robo y en todos los casos (con excepción del hurto famélico, como comenté en El Heraldo) deriva en una sanción. Cierto, la ley es modificable y se busca que cada vez sea más clara, aunque no siempre se logra una mayor claridad argumentativa.

Así, ante los antecedentes jurídicos y los religiosos, no queda claro cómo es que López Obrador trató de defender lo indefendible y decir que solo fue un error. No es un error cuando hay alevosía y ventaja, lo cual queda patente en el video del embajador tomando el libro y escondiéndolo entre sus periódicos, y no una vez, sino varias.

Es inverosímil cómo quien ha jurado barrer de arriba hacia abajo las escaleras de la corrupción, pide templanza cuando se trata de un servidor público; y, lo peor, no es la primer vez.

Al respecto de esto, no se explica tampoco cómo, en el día anti-corrupción, invita a la mañanera a Manuel Bartlett, quien ha olvidado declarar sus casas, empresas y, sí, también a su mujer. Alguien, que resultó igual de corrupto que Emilio Lozoya Austin, quien también “olvidó” declarar que es socio accionista mayoritario de una empresa inglesa dedicada al cambio de divisas. ¡Qué bueno que se persiga a Lozoya y se giren las órdenes de aprehensión conducentes! Ojalá lo mismo ocurra con otros muchos “olvidadizos” pillos de la 4T.

De las muchas cosas que hundieron a Peña Nieto fue la defensa incondicional de sus colegas y compañeros en el gobierno. El “no te preocupes Rosario”, fue el hito, donde ser marcó que todo acto de corrupción cometido en su sexenio sería pasado por alto. Nadie creyó que EPN fuera honesto, pero menos defendiendo lo indefendible.

López Obrador ha sostenido al infinito que él es diferente, su honestidad es/será ejemplo para los demás y que todo cambiará en la 4T. El defender u obviar los “errores” de Bartlett o de Ricardo Valero le regresará como bumerang y sembrará entre los mexicanos más dudas que certezas de cómo enfrenta la corrupción. Cerró Andrés Manuel la defensa de este último alegando: “¿en dónde está la perfección?, en la naturaleza, en el creador”.

En esa misma tesitura, en el creador se encuentra la facultad de perdonar los pecados. En él, autoridad civil de un país laico, donde Benito Juárez separó la iglesia del Estado, la filosofía naturista debe quedar en las aulas. La metafísica y el perdón están confinados a la religión. Para López Obrador, presidente constitucional de México, solo queda detentar la facultad de ejercer la ley. De lo contrario, ya pronto, le podrá cantar Peña Nieto a AMLO la de Juan Gabriel: “Te pareces tanto a mí...”