Donde las dan, las toman<br>

Refrán popular

El que se ríe se lleva, y el que se lleva se aguanta<br>

Variación criolla de las leyes del karma

De ninguna manera me escandaliza ni lo considero indebido —inclusive hasta podría aplaudirlo— que el presidente López Obrador con mucha frecuencia cuestione los excesos de la prensa mexicana. Si el periodismo critica (con razón y sin ella), lo menos a esperar es que soporte que se le critique. En otras palabras, el que se ríe se lleva. No veo en ello ni autoritarismo, ni ataques a la libertad de expresión. Eso y mucho más resiste un sistema democrático, hasta uno tan lejos de la consolidación definitiva —¿o en regresión?— como el mexicano.

Estoy de acuerdo en lo general con la política de comunicación social de la 4T; y no tengo la menor duda de que algunas de las críticas que recibe Jesús Ramírez, portavoz de Andrés Manuel, obedecen a presiones en su contra de parte de empresas mediáticas y mismo de periodistas que perdieron privilegios con el cambio de gobierno. Es algo tan obvio que no requiere mayor discusión.

Un pero sí encuentro en el trabajo de comunicación del gobierno federal. El presidente de México y su vocero podrían eliminarlo, si se lo propusieran, de un día para otro. El pero que tanto afecta a la política comunicacional de la 4T tiene que ver con los reporteros —la minoría, por fortuna— que acuden a Palacio Nacional no a hacer preguntas periodísticas, sino a darle por su lado de forma abierta y escandalosa a AMLO.

Crítico declarado del mal periodismo, el presidente López Obrador debería manifestarse abiertamente en contra de lo que hacen tales sujetos. Si tanto cuestiona los excesos de la prensa —el amarillismo, su militancia y que los medios suelen primero disparar al funcionario y solo después buscar argumentos para justificar lo que difunden—, AMLO también tendría que decir algo enérgico acerca de un exceso periodístico todavía mayor: el de los reporteros de las mañaneras que parecen empleados (paleros) del gobierno.

Bien podría el presidente rechazar eso, inclusive sin enojo, ni insultos y sin dar nombres.

Para que entendieran tales reporteros que su trabajo no es aceptable, bastaría con que el presidente de México nunca más les diera la palabra —los tiene perfectamente identificados— porque ellos no acuden a buscar la nota, sino solo a ponerle balones a modo para que Andrés Manuel meta goles facilitos.

El peor abuso que un periodista puede cometer es ese. Y profesional del diarismo durante muchos años, Jesús Ramírez lo sabe a la perfección. Debe tocar el tema con su jefe, ponerse de acuerdo ambos y no permitir nunca más la participación estelar de tantos Lord Moléculas que a veces acaparan las preguntas en las mañaneras.

Y, por supuesto, algo tendrá que hacer el señor Ramírez para que no vuelvan a darse espectáculos francamente ridículos como el del reportero vestido de mariachi que hoy le cantó Las Mañanitas al presidente López Obrador en su cumpleaños.