El que a hierro mata, a hierro muere.<br>

Refrán

Dos videos y mucho dinero. En una semana hemos sido testigos de dos formas de manejar efectivo. Ambos logrando una audiencia impresionante, observando la inmundicia de cualquier ideología. Dos eventos aislados, pero un mismo objetivo: la obtención de dinero de forma corrupta para destinarlo a ciertos fines.

En uno, el secretario del hoy gobernador de Querétaro recibiendo fajos de dinero en el sexenio pasado cuando trabajaba para el Senado de la república. El gobernador de Querétaro ha marcado distancia al despedirlo.

Cuando el morbo por el video en cuestión empezó a decaer, y el rating lo volvieron a recuperar los asuntos serios del país (número de muertos por violencia y por el covid, el inmerecido y ofensivo premio que está recibiendo López-Gatell, el decrecimiento económico, etcétera, etcétera, etcétera...), otro distractor nos vuelve a sorprender. Otro video, ahora de 2015, en el que los protagonistas son el hermano de López Obrador, Pío, quien recibe dinero a manos de David León, anterior coordinador nacional de protección civil y actual encargado de la distribución de todos los medicamentos en el país.

Según el hermano del hoy presidente, las dos veces que recibió dinero fue para la campaña de Andrés Manuel. Nada anormal, salvo que ese dinero nunca se declaró en el INE y que nunca debió haberse recibido en efectivo o especie, contrario a lo que estrictamente —y con razón— marca nuestra ley electoral.

En el caso del video de Pío López Obrador y David León genera muchas preguntas dado la posición oficial que hoy detenta el último y la relación fraterna del primero con el presidente.

¿Le pedirá este la renuncia a su colaborador como sucedió con el secretario privado del gobernador de Querétaro?

Y en otras cosas, ¿llegó a la campaña del tabasqueño del... ¡2015!? No lo sabemos, ni lo sabremos nunca. Que yo sepa, AMLO no contendía electoralmente en ese entonces por algún puesto de elección popular. Él comenzaba a dirigir el recién creado instituto Morena. Sin embargo, si se pregunta si Andrés Manuel sabía de tales fondos, la respuesta es que al menos merece la misma presunción de inocencia que clama el gobernador Francisco Domínguez Servién (así como los más de 20 nombrados por un criminal confeso que lleva por nombre Emilio Lozoya Austin).

El hecho es que en ambos casos, el show mediático está servido. Puede quedarse solo como un espectáculo más donde se demuestre la corrupción rampante en todos los partidos, todas las administraciones y todas las denominaciones (insisto, el único momento de sapienza de Enrique Peña Nieto fue cuando dijo que la corrupción es un fenómeno cultural generalizado). O, bien, hacer que en ambos casos sigan los canales correctos, tengan procedimientos judiciales bien realizados y se llegue a establecer los culpables.

El problema ya lo podemos anticipar: el aparato político y gubernamental en México, aunque también la población en su conjunto, no busca se imparta justicia. Se quiere generar películas donde se vea que hay corrupción y enlodar a quienes en ella aparecen. Y más. Golpear a otros actores que, sin aparecer en los videos, se les puede acusar de cercanía con los que sí fueron filmados.

Mientras el escándalo continúa, unos hasta dirán que los videos son falsos, otros que han sido manipulados, algunos estarán atentos a la próxima entrega de dinero y otros —espero los más— estarán asqueados de tanta podredumbre política y pedirán al gobierno se ocupe de los asuntos verdaderamente importante.

Algo queda claro, desde las ligas de Bejarano hasta esta última grabación, la entrega de dinero de dudosa procedencia no se circunscribe a las ideologías y ha servido para desnudar la corrupción que mancha a todos.

Habrá más videos de unos y otros. Ojalá que, más allá del morbo levantado y la corrupción mostrada, en un momento lleguen a servir de pruebas en procesos judiciales y comiencen a contribuir a enderezar el camino que —sin distingo— en México hemos perdido.