Su metálico acento dará al viento encendido<br>en lugar de plegarias,<br>roncas detonaciones,<br>odio en vez de concordia,<br>rencor en vez de olvido.<br>

Emilio Bobadilla

Que las rondas <br>No son buenas <br>Que hacen daño <br>Que dan penas <br>Que se acaba <br>Por llorar.<br>

Agustín Lara

¡Cuánta amargura destila nuestro presidente por cada poro de su piel!

Era el momento perfecto para demostrar magnanimidad —particularmente si dice que en él solo reside bondad—, pero una vez más le ganó el resentimiento. No pudo evitar burlarse de su némesis Calderón por no haber logrado (junto con su esposa y allegados) el registro de México Libre. Es de grandes hombres reprimir los impulsos; saber que tener la razón no necesariamente significa mostrarla o imponerla. Pero nada de eso hay aquí.

Después de la decisión del INE de no permitir a dicho partido contender en las elecciones venideras de 2021, en lugar de llamar a la cordura a los diversos actores políticos y a las partes sociales, solo atizó el fuego. Total, para él fue un momento ideal para destilar la bilis que sigue generando desde ya más de 14 años.

Desde su poltrona a la sombra de frondosos árboles, ni siquiera pudo dar su justo mérito al INE y a los consejeros de lo que votaron el viernes (todo lo contrario, sigue y seguirá tratando de minar a uno de los dos entes más o menos autónomos que aún nos quedan como país; siendo la SCJN el otro). Insiste en despreciar y menospreciar al instituto y sembrar desconfianza hacia el mismo. Magnifica la visión de la gente —una minoría de la población— que, como él, no cree en ese órgano.

Prefirió fustigar diciendo que “el mismo Lorenzo Córdova estuvo a favor del fraude electoral” (en el 2006). ¡Mentira vil que no debiera estar permitido pronunciar a ningún jefe de Estado! Lorenzo no laboraba en el IFE en aquel entonces y quien era el presidente del órgano era Luis Carlos Ugalde. ¡Flaca memoria a favor de él! De hecho, olvida que Córdova, desempeñándose como académico, dijo al respecto: “el IFE nos tenía que explicar lo que pasó, no lo hizo, se quedó callado”.

La indignación por él mostrada vulnera las decisiones tomadas al amparo de la Ley. Desafortunadamente su actitud ante la resolución del INE va más allá de la retórica y del discurso. Es su forma de erosionar a las instituciones de forma cotidiana. Lo realiza diariamente a través de las mañaneras y sin descanso. Demuestra su odio a México y a todos quienes piensan diferente a él.

Invitó a Felipe Calderón a buscar la justicia en el extranjero, pero no en Nueva York, haciendo alusión directa a Genaro García Luna, detenido y sujeto a juicio (pero aún no declarado culpable) en esa ciudad. Inmediatamente después se lanzó contra los “intelectuales orgánicos” y su periódico favorito, Reforma.

Todo lo anterior sin olvidar que se dirigió solamente al ex presidente. ¿No sabe o no le importa que quien lleva la batuta de México Libre es Margarita Zavala? El primer mandatario ni siquiera la mencionó. Y tiene toda la razón la señora Zavala de acusarlo de demeritar a las mujeres. ¿Pero qué esperar de un presidente que afirma que los feminicidios van a la baja y que durante el enclaustramiento solo hay armonía familiar?

Y es que lo suyo, lo suyo, es estar anclado al resentimiento más rancio. Pensándolo más que seriamente, esa es su única “cualidad” en la vida; en ello no hay quien le haga competencia.

Para quien dice “ya no me pertenezco”, podría tornarse en “pertenezco solo a mis odios, resentimientos y rencores” los cuales le hacen olvidar que ya no es oposición, que —finalmente— se reconoció su victoria y que es el líder de una gran nación.

Queda de manifiesto (y todos los días un poco más) el gran ácido con que se gobierna. Tanto de él, como su equipo y muchos integrantes de Morena. Y con tantísimo resentimiento no puede crecer nada bueno. El poder alcanzado no le sirve para exorcizar el odio y con ello poderlo resarcir. Tampoco para trabajar el dolor o convertirlo en palanca de cambio. El peor escenario se cumple: gobernar por y para el odio.

De nada sirven sus dos años al frente de la nación; de nada servirán cuatro más. Gobernar no es su meta. El objetivo es dar rienda suelta a su resentimiento. El poder solo le sirve para descargar rencores. Para alguien que dice “no somos iguales” se ha convertido en lo que tanto odia y critica, y más: en Felipe Calderón. De ese tamaño ha sido el rencor.