Descaminado, enfermo, peregrino,<br>en tenebrosa noche, con pie incierto,<br>la confusión pisando del desierto,<br>voces en vano dio, pasos sin tino.<br>

Luis de Góngora

Las frases pronunciadas por la autoridad federal durante la pandemia muestran que las decisiones públicas han sido tomadas de último momento o, bien, que se han realizado sin ningún tipo de reflexión, proyección o programación. Algunas expresiones retratan exactamente lo contrario a lo que está ocurriendo o, más delicado todavía, incitan a que la gente ayude al virus a multiplicarse sin control.

Nos podríamos ahorrar una buena parte de esos anuncios, pues solamente han provocado que las personas no se tomen lo suficientemente en serio al COVID o que no lo enfrenten adecuadamente. La más sonada: “hemos domado la pandemia”, del propio presidente AMLO, cuando que dicho animal —que no entiende de disertaciones políticas— demostró su desacuerdo aumentando el número de contagios de forma diaria e implacable durante los últimos días. Sirva esta muestra para señalar lo incongruente que está siendo el manejo gubernamental de la crisis y, lo peor, la forma en que ya se está anunciando o preparando el regreso a la “nueva normalidad”.

Empezando por que las decisiones que toma el gobierno nada más no quedan claras. Los “municipios de la esperanza” han sido descalificados como tales por todos, incluyendo los gobernadores y alcaldes, quienes son los que los conocen mejor. O el anuncio del regreso a clases presenciales por parte del secretario federal de la SEP, Esteban Moctezuma, el cual ha sido desechado por al menos 13 entidades federativas. O la determinación (supongo que necesaria) de que reinicien las actividades económicas el primero de junio y que ya algunas industrias empiecen a trabajar, pero sin tener claros los protocolos con los que cuentan o deben seguir.

Urge COMUNICACIÓN clara por parte de esta administración. Una política general que vaya en un solo sentido y que sea coherente; con normas y lineamientos precisos, que no den pie a ser malinterpretados, abusados u obviados. Y no sería la primera vez. Recordemos, por ejemplo, cuando iniciaron las medidas para la protección al medio ambiente, algo tan sencillo como la división de la basura llevó un buen periodo, un mar de explicaciones y mucha publicidad.

Hoy no se dispone de tiempo. Urge implementar ese tipo de lineamientos de forma clara y precisa, lo cual significa hacerse también de ciertas normas que han funcionado a nivel internacional y que estas se sigan al pie de la letra. A modo de ilustración, habría que retomar los estudios serios que concluyen que el uso del cubre bocas y caretas disminuye en un 75% el riesgo de contagio. Y ya hacer pruebas, pruebas y más pruebas, medida a la que se ha negado la Secretaría de Salud. Hemos visto a muchos gobernadores (incluyendo a la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum) exigir a los ciudadanos usar los mismos en transporte público y en lugares cerrados. Sin embargo, resulta que la autoridad de salud federal cuestiona la utilidad de esa medida... Ha sido tal vez la falla más grande del subsecretario Hugo López-Gatell —al secretario Jorge Alcocer ni caso tiene mencionarle: está ahí, pero normalmente sin estar. 

Dado que es imposible prolongar la cuarentena, resulta fundamental establecer con claridad cuanto antes cuáles serán las medidas de prevención y cuidado a seguir para que las probabilidades de contagio sean las mínimas. Tal vez el principio básico para terminar con el desorden es que las autoridades dejen de confundirse y confundirnos en el proceso. Mientras insistan en decir que ya se ve “la luz al final del túnel”, a la vez que el número de muertos e infectados aumenta, solo logra añadir mayores niveles de confusión.

Se entiende que sea indispensable retomar las actividades diarias (para aquellos de nosotros que sí las detuvimos), pero que sea con las indicaciones y protocolos adecuados; sin cantar falsas victorias y sin que el gobierno pretenda achacarle a la ciudadanía una confusión que este lleva meses generado.