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Refranes

Ya un cuarto de siglo

En los últimos 25 años hemos tenido una muy estrecha relación de libre comercio con Estados Unidos y con Canadá, pero con el primero compartimos frontera, un importante porcentaje de población, además de ser su principal socio comercial. (Esto último a partir de enero de este año, gracias a las tarifas y aranceles impuestos a China por parte de Trump.) ¡Increíble que en algo nos ayudaron las diferencias del estadounidense con el gigante asiático!, si bien seguro que Trump nunca lo pensó para beneficiar a México.

Los productos que van de un lado al otro del hemisferio norte en muchos casos tienen una amplia combinación de insumos de los tres socios. A mayor sofisticación o tecnología del producto, mayor número de veces que el producto atravesará alguna frontera más de una vez. Esto es, la coproducción e intercambio de procesos es un hecho en ambas fronteras.

Quizá el TLCAN ha sido la mejor herencia del orejón innombrable (algunos dirán que la peor pero la más significativa) , aunque obviamente requiere actualizaciones y mejorar muchos aspectos que no han sido los más benéficos para los países.

Actuar de tapete de Trump

Con su nula diplomacia Trump nos avisó, amenazó y fustigó con cambiar el TLC por su propia versión, denominada T-MEC, trumpesca TMEC, o que se le diría adios al comercio con base en un tratado (lo que incluye salirse del vigente). Así, en las postrimerías de la administración de EPN y con Jesús Seade como representante del equipo de Andrés Manuel, se empezó la renegociación del TLC para gusto de unos y susto de los demás. Se dio su firma y pasó a las negociaciones con el congreso demócrata para aprobación, que es donde usualmente se genera “la letra chiquita”.

La 4T ha reiterado que la firma es inminente y urgente, pero lo cierto es que lo único vital —y lo más deseable— sería que no se terminara con el TLCAN. O, sea, mientras exista TLCAN, la aprobación del substituto puede esperar.

El verdadero petate del muerto

Lo más seguro es que el congreso estadounidense no permita la liberación del TMEC para diciembre, y se mantenga la incertidumbre. Más aún, ante las recientes exigencias en materia de fármacos y legislación laboral, cambios sugeridos por el vecino del Norte, en nada nos conviene firmarlo. Firmarlo cómo viene sería darle a EEUU una de las piezas más ventajosas en comercio exterior. Una de las razones es que se facilitaría el uso del Capítulo Laboral con fines proteccionistas.

El mismo Consejo Coordinador Empresarial tutelado por Carlos Salazar Lomelí, compartió por medio de un comunicado: “estas reformas podrían afectar severamente la competitividad en México y de sus socios”. ¡Y lleva razón!, las propuestas esgrimidas afectarían las cadenas de suministro creadas en toda la región en el marco del hoy TLCAN.

Pero si es así: ¿por qué el gobierno de México no ha hecho nada ante los cambios propuestos y por qué no ha explicado a los mexicanos la NO-urgencia de firmarlo? Al contrario, ante la opinión pública de México han inflado y encarecido enormemente la puesta en marcha del T-MEC.

Sin miedos ni exageraciones

Donald Trump utiliza a México cada vez que tiene un problema o su aceptación interna desciende. Pero en este caso en específico, habría que aprovechar que serían los grandes productores de grano y carne del oeste americano los que no le perdonarían que detuviera el T-MEC o se saliera del TLCAN, máxime cuando este año y el que viene México tendrá que importar más granos (somos deficitarios en maíz, soya y sorgo) y son ellos los que nos surten… Así, México tiene una carta a su favor y bien haría nuestro gobierno en jugarla.

El TLCAN sigue vigente y mientras así sea (no lo quitará por lo comentado anteriormente), México puede esperar a que pasen las elecciones del próximo año en EU. Pero la 4T no parece estarse conduciendo a partir de esa rara fortaleza.

En estos momentos Andrés Manuel, Jesús Seade, Marcelo Ebrard, la secretaria de Economía (debería estar más involucrada), urge planteen cara a las exigencias desmedidas presentadas por la Casa Blanca o al menos exigir una propuesta diferente. Al menos en este tema, el gobierno de México puede jugar a alargar los tiempos y evitar una subordinación al presidente norteamericano.