“Ningún problema económico tiene una solución puramente económica.”<br>

John Stuart Mill

Ahora sí que, por citar al clásico, SDP Noticias tuvo otros datos. La encuesta de las empresas OPMI y SRS no coincide con otras recientemente difundidas que registran caídas de alrededor de 10 puntos en la aprobación de la gestión del presidente López Obrador. Nuestro AMLOVEmetrics (aclaro, yo participo en la consultora SRS) dice exactamente lo contrario: no ha pasado nada con la popularidad del primer mandatario, que se ha mantenido ya durante un año por arriba del 70%. 

En El Heraldo de México ensayé una explicación del fenómeno desde la perspectiva de la ciencia política. La gran decepción ciudadana con los gobiernos anteriores, del PRI y del PAN, sumada a la enorme expectativa que ha generado Andrés Manuel acerca de que él sí sabrá darle a la gente lo que tanto anhela (paz, bienestar, equidad), se traduce en muy fuertes ganas de creer que el actual gobernante no fallará. De ahí que su luna de miel con la sociedad mexicana esté alargándose bastante más allá de lo usual.

Pero los problemas ahí están y, por supuesto, tendrán que ser resueltos por el gobierno de AMLO antes de que la gente, en algún momento, deje de creer en el tabasqueño.

Es correcto el juicio que ayer se hacía en El Heraldo Radio durante el noticiero de Sergio Sarmiento y Guadalupe Juárez: la inseguridad en México, terrible problema, no afecta a López Obrador porque ese es un hecho —dirían los financieros— que ya está descontado: sabíamos que no había salidas fáciles, que no las hay y nadie culpa al presidente de la república ni a su secretario de Seguridad, Alfonso Durazo. En principio se piensa que ellos hacen lo que pueden con lo que tienen, frente a un enemigo al que se dejó crecer mucho más de lo debido.

La falta de crecimiento económico, como se dijo en el programa de Sergio y Lupita, tampoco afecta a Andrés Manuel… pero eso solo en el corto plazo. Los programas sociales, en efecto, tienen contenta a la gente más pobre —muchos millones de mexicanos—, personas que no estarían más felices si el PIB avanzara notablemente. Pero esto último solo es válido en un plazo muy corto.

Tiene razón Andrés Manuel: para la gente de a pie, el crecimiento no es un indicador de bienestar. Pero si la economía se estanca, pronto estarán en problemas no solo las clases medias y altas, que son las que más aportan a la tesorería pública con sus impuestos, sino también las finanzas del propio gobierno que, de esa manera, tendrán problemas para pagar las ayudas a la gente más necesitada.

No puede el presidente de México, en el tema del crecimiento, solo decir que no es un indicador de bienestar, y pasar a otra cosa. Ya es un hecho que en 2019 la economía nacional retrocederá. No será una tragedia…, todavía no. La falta de crecimiento es un fenómeno global que se presenta inclusive en países tan potentes como Alemania, pero el pronóstico para México en el arranque de 2020 es bastante sombrío. Si el próximo resulta también ser un año negativo, todos enfrentaremos problemas muy serios.

Lo de menos será que se mantenga o baje —o que se incremente, lo mismo da— la popularidad de AMLO. Las consecuencias dañinas, si 2020 es otro año malo, repercutirán en lo mejor de la 4T, que son sus programas sociales. Ya no será posible recurrir a más austeridad para dedicarla a otorgarles más recursos. Y ni siquiera el más exitoso esquema de recaudación que instrumente el SAT “producirá” los fondos que tales programas requieren. Y ni para que hablar del resto del gobierno, que por la falta de crecimiento podría volverse inoperante.

Hay compromisos de inversión de los principales empresarios; esa es una buena noticia. ¿Será suficiente con ello para volver a crecer? No lo sé.

Por lo pronto, tales compromisos deben cumplirse. Lo único que han pedido los hombres y las mujeres de negocios es certidumbre, en política económica y también en la política política.

A nadie ha ayudado la manera en que se eligió a la nueva presidenta de la CNDH. Urge, además, que la Suprema Corte se pronuncie en el sentido de echar abajo la reforma que en Baja California amplió antidemocráticamente el periodo de gobierno. Son muchos los temas pendientes, como el nombramiento de quien sustituirá a Eduardo Medina Mora en la Corte. ¿Habrá ministro o ministra carnal o carnala?

La certeza que necesita la inversión para manifestarse plenamente exige al menos lo siguiente:

√ No más decisiones como la que llevó a Rosario Piedra a la CNDH, algo que, por cierto, ya puso en rebeldía al gobernador de Querétaro: Francisco Domínguez, en efecto, ha desconocido a la hija de doña Rosario por “ilegal”; ¿México está para actitudes rebeldes tan radicales? 

√ Que ya caiga la Ley Bonilla, verdadera amenaza a la institucionalidad democrática.

√ Que AMLO no envíe al Senado una terna de incondicionales para la Corte. Juristas del más alto nivel políticamente independientes sobran en México.

Es verdad, el crecimiento no es un indicador de bienestar, y si no se da en 2019 en nada perjudicará a la mayoría de la población. Pero en el largo plazo, antes de que todos estemos muertos (parafraseo a Keynes), si la economía no avanza, los recursos serán insuficientes para financiar los principales proyectos de la 4T.

Y, como ya vimos, como pocas veces en la historia reciente, la economía depende de la política. Bien lo dijo Stuart Mill: ningún problema económico tiene una solución puramente económica.