Vergüenza es lo que nadie tiene: vergüenza prometeica, vergüenza infantil, vergüenza adulta, vergüenza humana que entienda la trascendencia de las acciones porque reconoce en la causa el efecto de la estupidez. Hoy, la voluntad de poder es poder por voluntad sesgada a la no vergüenza ante la evidencia de los hechos (los lobos devoran corderos hasta que los corderos descubren que son lobos domesticados con piel de cordero).

La moda académica y política, envuelta en la desvergüenza de doble moral, ordena la escritura facilona (cubierta en una rigidez que Kant desaprobaría), la moderación de las palabras (Marx y Bakunin no pasarían el examen de ingreso al doctorado), los discursos que exaltan la mediocridad del populacho, los mensajes cortos y la adulación a flor de labio de los bien portados que se solazan en el aplauso del respetable (y desvergonzado) público amante de los finales felices y el apapacho. 

No sólo los gobernantes son estúpidos, los ciudadanos (transformados en súbditos) lo son más por no asumir la vergüenza de elegir, en la cándida confianza del niño desvergonzado por su ingenuidad manifiesta y su ignorancia ganada a pie suelto, a los estúpidos; al tirano de moda que nos descubre el paraíso terrenal o al tecnócrata hacendario que nos ilustra con la regla mágica de la estabilidad presupuestal que hasta una ama de casa sabe.

La izquierda ignorante y huérfana ha olvidado que la significación de las condiciones económicas en la conformación de la sociedad es la esencia misma del socialismo. Bien dice Slavoj Zizek, “la política actual obliga a un Contragolpe absoluto”, la vergüenza obliga a la razón a que haga surgir a la libertad desde su propia pérdida, desde el combate a sus confiscadores. La izquierda se ha derechizado no por socialdemócrata o por tirana populista y cristiana, sino por su pérdida de proyecto, por la vacuidad de sus nuevas ideas asistencialistas o cristiano-populistas, por la paranoia de los derechos frente a la ausencia de deberes, por engendrar clientes y no ciudadanos libres.

En cambio la derecha, expropio en su beneficio a la libertad y al discurso de la libertad. Vistió a la libertad de señora de alta sociedad, una meretriz del mercado que se aterra cuando el Estado se atreve a ponerle límites. Del anarquismo revolucionario transitamos al anarquismo de mercado, donde la regla es la dominación sin límite alguno. Aquí el Estado no interviene (para no asustar a los “buenos” inversionistas) pero las corporaciones privadas interfieren hasta en la cocina.

¿Dónde perdimos a la libertad? ¿Dónde el Estado y el Mercado eclipsaron a la República? ¿Dónde el mercado prostituyo a la libertad?

La perdimos en el discurso que la aduló y la adula sin entender que los dominados la inventaron para librarse de la dominación del Estado y el Mercado: crearon a la República. Por ello es necesario recuperar el sentido libertario de la libertad por encima de su interpretación liberal; aliar la dignidad de Ley a su transgresión obscena para recuperar el sentido republicano de la libertad desde la dignidad política.

Se trata de recuperar la vergüenza política y abandonar la falacia demagógica, que no observa el horror democrático de todo el mundo participando de las migajas del poder, mientras los que mandan observan desde la tribuna. La democracia actual es ciega y muda, en su fantasía mediática se niega a ver la obscena Realpotik de la manipulación cruel, el engaño y la servidumbre disfrazada de libertad mercantil. La libertad y la democracia se levantan en el mástil cuan banderas impolutas ¿Cuál libertad y cuál democracia?  La libertad como dominación y la democracia sin ciudadanos.

Contrario a esto, la libertad como no dominación y la democracia con ciudadanos obliga a la restauración de la República por encima del Estado y del Mercado. El concepto de Estado no lleva a la noción de estatus, de supremacía; Mercado a la de intercambio, competencia y ganancia. Por el contrario la República es la cosa pública, el espacio donde las voluntades se unifican para la protección y la conjunción de intereses en la libertad que se opone a toda forma de dominación, una libertad desde la dignidad y la vergüenza.