Gracias, quizá, a que "la cosecha de mujeres nunca se acaba ", el placer derivado de la fornicación lujuriosa y la voluptuosidad de la carne se convirtió en el deporte favorito de muchísimos mexicanos, sobre todo entre las clases dominantes.

La actividad erótica era vista, asimismo, como una obligación destinada a propiciar lluvias abundantes, buenas cosechas y asegurar el triunfo de los ejércitos, y, para lograrlo, debían estar bien dotados y ser excelentes amantes.

Las fuentes, en especial Sahagún, mencionan, no sin asombro, que la capacidad amatoria de los otomíes, "quienes habían hecho del erotismo un culto mayor, por lo que sus actos amorosos debían ser intensos y prolongados, era proverbial:

Y según dicen, cuando dormía el hombre con la mujer si éste no tenía cuenta con ella (sexo) por lo menos diez veces, descontentábase la mujer y apartábase el uno del otro; y si la mujer era flaca para sufrir hasta ocho o diez embestidas, también se descontentaban de ella y la dejaban en breve". 

Podemos pensar que la forma de estos frenéticos cogelones debió de provocar envidias superlativas y que, para no sentirse menos, muchos intentaron imitarlos e hicieron de su potencia amatoria el paradigma del comportamiento sexual.

Las posturas más recurrentes para el coito, aunque podemos presumir que dependían de la imaginación de cada individuo, eran acostados bajo una manta, o sentados el uno hacia el otro, en cuatro patas a manera sugiriéndose la masturbación previa de los amantes y el acto de besarse en la boca.

Comprendida dentro de la saga del rey tolteca Huémac, LA HISTORIA DE TOHUENYO no solo resulta curiosamente atractiva sino que desvela "el ardor erótico que sin hipérbole enfermó a una princesa tolteca, hija de Huémac -precisa León Portilla -, por haber contemplado el Dalí de un hechicero, que transformado en huasteco, se puso a vender chiles, desnudo, sin maxtle o taparrabo en el mercado de Tula".

Veamos con detalle qué fue lo que sucedió.

          La historia de Tohuenyo .

Y he aquí otra cosa, otro embuste que hizo Titlacahuan. - el dios Tezcatlipoca-, hizo algo que resultó un portento : se transformó, tomó rostro y figura de un Tohuenyo : "nuestro vecino, el huasteco forastero ".

Andando no más desnudo, colgándole la cosa.

Se puso a vender chile,

Fue a instalarse en el mercado, delante del palacio.

Ahora bien, a la hija de Huémac, que estaba muy buena, muchos de los toltecas la deseaban y la buscaban, tenían la intención de hacerla su mujer.

Pero a ninguno le hacía la concesión Huémac, a ninguno le daba su hija.

Y la dicha hija del señor Huémac miró hacía el mercado y vio al dicho Tohuenyo desnudo, y el miembro genital, y después de haberlo visto la princesa se metió al palacio y ahí se le antojó el miembro de aquel Tohuenyo ; y luego comenzó a estar muy mala por el amor de aquello que vio; se le hinchó todo el cuerpo, entró en grande calentura, como sintiéndose pobre del pájaro de Tohuenyo.

Y Huémac lo supo luego: ya está enferma mi hija.

Dijo, entonces,  a las mujeres que la cuidaban: ¿Qué hizo, qué hace? ¿Cómo comenzó a entrar en calentura mi hija? ¿Qué enfermedad es esta, que le ha hinchado el cuerpo?

Y las mujeres que la cuidaban respondieron : ¡Señor de esta enfermedad fue la causa el indio Tohuenyo, que andaba desnudo y vuestra hija lo vio y miró el miembro genital de aquél y está mala de amores! ¡Es el Tohuenyo que está vendiendo chile: le ha metido el fuego, le ha metido el ansia!

Y el señor Huémac, oídas estas palabras, mandó: ¡Ah toltecas!

Buscad al Tohuenyo que anda por ahí vendiendo chile; por fuerza ha de aparecer.

Y luego fue buscado por todas partes. Y como no aparecía nadie, subió un pregonero a la sierra y pregonó: ¡Ah toltecas! Si halláis un Tohuenyo que andaba vendiendo ají verde, traedlo ante el señor Huémac.  El señor lo busca.

Enseguida se hacen pesquisas, en ninguna parte anda, revuelven todo Tula y aunque hicieron todo esfuerzo no lo vieron por ninguna parte. Entonces vinieron a comunicar al señor que en ninguna parte habían visto al Tohuenyo.

Después apareció el Tohuenyo en el mercado, donde había estado la primera vez. Tan pronto lo vieron los toltecas, corrieron a informar a Huémac. 

Este dijo: traedlo acá presto.

Apresurados fueron los toltecas a traer al Tohuenyo y lo presentaron ante Huémac.  Este pregunto: ¿De dónde sois?

El otro respondió: Señor, yo soy forastero, vengo por aquí a vender chilito.

Huémac replicó :¿Pues qué vida es la tuya, Tohuenyo? 

¿Por qué no os ponéis el maxtle y no os cubrís con la manta?

   ¡Ponte el maxtle, tápate!

A lo cual respondió el Tohuenyo: Señor, tenemos tal costumbre en nuestra tierra, pues nosotros así somos.

Luego, Huémac le reclamó: vos antojasteis a mi hija. Tú le has despertado el ansia. Tú deberás de curarla, la habéis de sanar.

Señor, respondió el Tohuenyo, de ninguna manera puede ser esto. Mejor matarme. Acaba conmigo y muera yo.

Yo quiero morir.

¿Qué dices?, espetó Huémac.

Que no soy más que un pobre vendedor de chile y merezco morir.

Entonces Huémac le dijo: ¡Pues tú la curarás! Por la fuerza habrás de sanar a mi hija, no tengas miedo.

Y enseguida le cortaron el pelo, lo bañaron y después de esto, lo ungieron, le tiñeron todo el cuerpo con tinta, le pusieron un maxtle, le ataron la manta. Y cuando lo dejaron así arreglado, le dijo el señor:

Mira a mi hija, ahí está guardada. Anda y entra a verla.

El Tohuenyo entró a verla, cohabitó con ella y durmió en su estera. Con esto, al momento sanó la mujer. Enseguida, se convirtió al Tohuenyo en el yerno del señor Huémac ...

Del libro, "Pecar como Dios manda."

Historia sexual de los mexicanos.

Escritor: Eugenio Aguirre. En colaboración con Federico Andahazi.

Editorial planeta